La economía rosquilla: una alternativa al PIB para medir la economía

La economía rosquilla es un nuevo modelo económico propuesto por una economista.
La economía rosquilla es un nuevo modelo económico propuesto por una economista.

¿Es el PIB el indicador más indicado para medir el crecimiento de la economía? A pesar de ser el más utilizado, la economista Kate Raworth tiene dudas al respecto. Unas consideraciones que van más allá del propio indicador porque Raworth considera que "la economía no funciona y que los economistas están utilizando modelos obsoletos".

Esta semana hemos leído el libro de esta economista, Economía Rosquilla: 7 maneras de pensar la economía del siglo XXI, que acaba de publicar Paidós en español, y en nuestro espacio Economía para millennials de Capital Radio hemos habladosobre qué es el PIB y cómo se mide el crecimiento económico

"El viaje de la humanidad a través del siglo XXI será liderado por los responsables políticos, por los empresarios, los profesores, los líderes comunitarios, los activistas y los votantes que hoy se están formando. Pero a estos de 2050 se les está inculcando una mentalidad económica que tienen sus raíces en los libros de texto de 1950, que a su vez tienen sus raíces en los libros de 1850", escribe Raworth para llegar a la conclusión de que "dada la naturaleza cambiante del siglo XX, esto va a resultar un desastre". 

Raworth, una economista centrada en los retos sociales y ecológicos, ha trabajado como investigadora sénior en Oxfam y ha sido coatura del informe de desarrollo humano del programa de la ONU para el desarrollo. Actualmente, es investigadora asociada invitada sénior en el instituto de cambio medioambiental de la universidad de Oxford, y es asociada sénior del instituto de liderazgo pro sostenibilidad de Cambridge. 

En su libro, plantea una nueva forma de afrontar la economía y dibuja el modelo que deberíamos seguir como una rosquilla donde lo que habría que conseguir es quedarse en la parte que se come, lo que se está entre el agujero y la parte exterior. En ese lugar se encontraría la forma de medir el crecimiento, pero no solo en términos absolutos sino también en términos sostenibles.  "En pocas palabras, es una brújula radicalmente nueva para guiar a la humanidad en este siglo", señala esta economista, que añade que la rosquilla "apunta a un futuro que pueda satisfacer las necesidades de cada persona al tiempo que salvaguarda el planeta". 

Esto, que parece un concepto tan abstracto como que el medio ambiente sea un factor a tener en cuenta en la economía, ya está empezando a ser utilizado en las decisiones de inversión que toman tanto los grandes fondos, como algunas empresas o bancos y lo vemos al hablar de finanzas sostenibles. Así, ya hemos visto, por ejemplo, que el fondo soberano noruego va tener el medio ambiente en cuenta en sus inversiones o que los accionistas de la petrolera Exxon Mobile han pedido informes de cómo esto va a influir en el desarrollo de su negocio. Más allá del ecologismo y la preocupación por el planeta, hay una serie de objetivos de cumplimiento de emisiones que van a tener impacto en los modelos de negocio y afectará a la rentabilidad de las inversiones.

El PIB es el indicador de consenso 

Existe un consenso internacional en utilizar el PIB, el Producto Interior Bruto, para medir la economía de un país o de un conjunto de países como sería la zona del euro. Es a lo que nos referimos cada vez que hablamos de si la economía crece un 2% o un 3% o si hemos crecido una décima menos de lo previsto.

También conocido como renta nacional, si el PIB crece se considera un logro y si disminuye se considera un fracaso. Este indicador se calcula sumando toda la actividad económica de un país, es decir, mide todo lo que se produce dentro de un territorio. Por ejemplo, si una fábrica de coches franceses produce en España entraría dentro del PIB español o si un italiano vive y trabaja en Madrid también entraría también dentro del PIB español.

Este indicador al final es una suma —complicada y con bastantes factores—, donde se agrega el consumo, la inversión, el gasto público y las exportaciones mientras que se restan las importaciones. Esto nos da una cifra que al final es lo que comparamos cada trimestre o cada año y que luego sirve como referencia de otros indicadores como el PIB per cápita, que lo pone en relación con los habitantes que tiene el país.

¿Y si los analistas se equivocan?

Efectivamente, los centros de análisis, los expertos o incluso lo propios gobiernos se dedican a hacer previsiones de cómo va a evolucionar la economía, es decir, si el PIB va a subir o va a bajar. Utilizan modelos matemáticos donde van dando valores a cada uno de los factores y a partir de esto llegan a una conclusión de lo que va a hacer la economía.

Hace un par de días conocimos, por ejemplo, la Diana Esade. Este indicador tiene en cuenta los 22 servicios de estudios que se recogen el panel de Funcas sobre evolución económica y hace balance de si estos expertos han acertado con sus previsiones o no. La conclusión es que no acertaron demasiado. El PIB en 2017 creció un 3,1%, según la primera estimación del INE, y el consenso de estos analistas se quedó 0,8 puntos porcentuales por debajo. Es decir, que fueron un poco más pesimistas de cómo en realidad se comportó la economía española. 

Si nos fijamos en los diferentes expertos, vemos que los que más se acercaron fueron el gabinetes de estudios de la agencia española de rating Axesor y el de la petrolera Repsol. Ambos habían anticipado un crecimiento del 2,6%. Detrás de ellos, estuvo Bankia y la Comisión Europea con una estimación del 2,5%.

Los que menos acertaron esta vez fueron Ceprede (1,9%), Intermoney (2%), Instituto Flores de Lemus (2,1%) y FMI (2,1%). Los datos muestran que no es sencillo acertar porque las previsiones se basan en estimaciones que pueden desviarse bastante. Esto lo hemos visto durante esta crisis, en la que hemos vivido vaivenes económicos muy importantes y muy impredecibles. 

Otras alternativas para medir la economía 

Sí, hay varios indicadores alternativos. El más institucionalizado es el Indice de Desarrollo Humano, impulsado hace más de 20 años por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD), que quería añadir otros factores que influyen en las condiciones de vida de las personas a la perspectiva económica. Este mide tres variables: la esperanza de vida al nacer, el nivel de educación y el PIB per cápita, que trata de evaluar el acceso a los recursos económicos que permiten vivir decentemente.

La ONU por ejemplo, en su Informe Mundial de la Felicidad 2017 analizó la situación en 155 países. Para ello medía seis factores para elaborar el ranking: ingreso per cápita, salud y expectativa de vida, libertad, generosidad, y apoyo social en un entorno de mínima corrupción en las instituciones privadas y del gobierno.

Nueva economía y nuevas formas de medirlos. 

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