20 cosas que cuando llegó la pandemia no sabías que ibas a echar de menos

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- La vieja normalidad aún se sigue añorando incluso con menos restricciones de movilidad, de aforo y de distancia social.
- Estas son 20 de las cosas que la gente no creía que echaría de menos cuando llegó la pandemia y que ahora esperan con ansias que vuelvan.
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Aún hay quien mantiene vivo el recuerdo de la vieja normalidad, de la vida prepandémica.
Business Insider España ha preguntado a su redacción qué cosas no creían que echarían de menos cuando llegó la pandemia y que están deseando que vuelvan.
Muchas de ellas son tan cotidianas como los saludos, el poder conocer a un recién nacido sin tener que esperar semanas o poner en riesgo su salud, o compartir comidas o una caña con unos amigos.
Otras están estrechamente relacionadas con la forma en el COVID-19 se propaga, con los síntomas que provoca el coronavirus o los problemas que han traído consigo las mascarillas.
Estas son 20 de las cosas en las que igual tú tampoco pensaste que echarías de menos el día que se declaró el estado pandémico.
Estornudar por la calle sin que te miren como un arma de destrucción masiva

Los síntomas más comunes de ómicron son la congestión nasal, el dolor de cabeza, la fatiga, los estornudos y el dolor de garganta. Cualquiera de estos podría aparecer en un cuadro de gripe e incluso del resfriado común.
Pero, ahora mismo, estornudar o toser está estrechamente relacionado con el coronavirus en el inconsciente colectivo.
La naturalidad con la que se compartía comida

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Puede que compartir platos y cubiertos no sea lo más higiénico del mundo. De ahí que sea una de las cosas menos recomendadas durante la pandemia o una de las formas de contagio que más han pasado desapercibidas.
Pero algunas personas echan de menos compartir jarras frías en una terraza o dar a probar de su plato a otros sin poner en riesgo su salud.
Tener que esperar semanas para conocer a un recién nacido

Los nuevos miembros de la familia siempre son más que un motivo de celebración y reencuentro. Pero la pandemia ha cambiado esta realidad por completo.
Los familiares, incluso algunos tan cercanos como los abuelos, han tenido que esperar semanas para poder conocer a los recién nacidos por miedo a que pudiesen contagiarle el coronavirus.
Ir a restaurantes sin reserva

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Aparecer en un restaurante sin reserva en el centro de la ciudad y encontrar una mesa —incluso para dos personas, que no sea la barra del bar— se ha convertido en misión imposible.
La pandemia trajo consigo ciertas restricciones de aforo que, en algunos sitios, aún se mantienen. Y dificultan que puedas aparecer en tu restaurante o cafetería favorita con la garantía de tener una mesa disponible a cualquier hora.
Que no te pongan límites de tiempo en un restaurante con la excusa de la pandemia

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La escasa oferta también ha llevado a intentar repartir mejor el tiempo de las pocas mesas disponibles.
Esto ha derivado en que en encuentros de hasta 8 personas den una mesa de 45 minutos, por ejemplo. Cuando entre la primera caña y el café después del postre pueden pasar horas.
Que te vean la cara incluso recién levantado

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Prescindir de las mascarillas para cualquier situación, tanto en interiores como en exteriores, es un must de esta etapa de la pandemia.
Aunque seguro que luego muchos echarán de menos poder hacer muecas o dormir en el tren con la boca abierta sin que nadie se diera cuenta.
Ponerle cara a las personas de tu alrededor

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Autocompletar la cara de las personas con las que te cuentas y luego darte cuenta de que es totalmente diferente a como te la imaginabas ha resultado ser bastante frustrante.
Además, tampoco puedes ver cómo sonríe cuando está hablando contigo o si te está haciendo señas disimuladas.
Quedar fácilmente con los amigos o los familiares

La pandemia ha dificultad los reencuentros sociales, sobre todo por las posibilidades de contagio y las restricciones de movimiento. Además, no todo el mundo lo ha vivido de la misma manera: unos se cuidan más y otros menos, unos lo acaban de pasar y se sienten más confiados y otros no se han contagiado nunca ni quieren hacerlo.
A ello se suma tener que decidir si terraza o interior o si un viernes con los bares llenos o un martes madrugando al día siguiente, etc.
El agobio de los conciertos llenos de gente

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Los conciertos, y sobre todo los festivales, han sido uno de los más extrañados durante la pandemia.
La mayoría de ellos se celebraban con restricciones de aforo o medidas tan estrictas como la asignación de sillas o butacas para la función. ¿Dónde quedó eso de saltar codo con codo y pelearte por la primera fila de un concierto mientras cuidas de no bañar al de delante con el cachi de cerveza?
Las colas campaña para entrar en recintos

REUTERS/ Albert Gea
Las colas de espera se han convertido en un signo de la nueva normalidad en pandemia, por las medidas de control. Pero con 1,5 o 2 metros de distancia.
Ya no puedes formar corrillos o juntarte con otros fans si no pones en riesgo tu salud.
Los bares llenos

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No todo el mundo extraña que llegar a la barra del bar sea misión imposible en el local de referencia.
Pero sí hay quien echa de menos reencontrarse son las caras típicas de un bar. Que hacerse hueco en la pista de baile tenga mérito o que se presente la oportunidad de conocer a gente nueva que está simplemente de paso por la pequeña ciudad.
Gente haciendo ruido en el cine

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Los cinéfilos puede que odien a las personas que hacen ruido en el cine, pero saben que esas personas sólo van cuando una sala está a rebosar.
Y eso es justamente lo que no creían que extrañarían cuando arrancó la pandemia: una sala de cine llena de gente, sus palomitas y sus bolsas no permitidas que no paran de chirriar.
Las palomitas y las bebidas

Para más, se llegaron a prohibir en muchas salas de cines la ingesta de comidas que sí que estaban permitidas. Las palomitas o las bebidas gigantes fueron unas de ellas.
E incluso aquellos que las compraban ocasionalmente empezaron a echarlas de menos. Por lo que si tu sala de cine no permanecía vacía cuando se levantaron las primeras restricciones, sí que tuviste motivos para sentirte extraño en la vuelta al cine.
Fumar en los estadios

Muchos estarán de acuerdo con que es una de las mejores medidas que se han tomado. Sin embargo, su prohibición ha llevado a otros tantos a hacerlo a escondidas en el baño o a saltarse las restricciones y molestar a todos los de su alrededor.
Además, los que aún no han podido decir adiós a este mal hábito tienen más difícil disfrutar de la experiencia.
Sentarse cerca del médico en consulta

Los protocolos de las consultas presenciales a los centros de salud también cambiaron con la pandemia.
Ahora te tienes que sentar a una distancia de, al menos, 1,5 metros. Lo que hace que la consulta sea más fría y distante que como era en prepandemia.
Los saludos

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Puede que todo el mundo no esté de acuerdo con que vuelvan los 2 besos de saludo de antes de la pandemia.
Pero seguro que todos han deseado más de una vez dejar de hacer el ridículo cuando se encuentra con alguien y no saben si sacar el codo, el puño o hacer un disimulado gesto con la cabeza.
Usar los vestuarios en los centros deportivos

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Las zonas comunes, en general, también se han visto limitadas en su uso. En especial las de higiene personal u otras donde podías exponer a otras personas al patógeno.
De hecho, algunas investigaciones desaconsejaban el uso de los baños públicos porque el tirar de la cadena sin bajar la tapa podía formar un vórtice que disparaba gotitas hasta un metro de altura. Estas caerían sobre las superficies más cercanas y de alto contacto, como la tapa del váter o el lavamanos.
Poder visitar a familiares en las residencias sin restricción horaria

@MariaBranyas112
Las personas mayores en residencias han sido unas de las más afectadas por la pandemia. No sólo porque los brotes locales han puesto en riesgo la vida de muchas de estas personas. Sino también porque no han podido disfrutar de la compañía de allegados tanto como les habría gustado.
Algunos centros tienen restringidas las visitas a un máximo de 30 minutos o en determinadas franjas horarias o días.
Los bufés en los hoteles

Mucha gente echa de menos incluir un desayuno bufé en el hotel que ha reservado en la ciudad que luego estará horas pateando.
También para minimizar el contacto se tuvo que reducir la oferta de muchos hoteles, hostales e incluso restaurantes de comidas repartidas en bufés o aperitivos de bienvenida. Lo que derivó también en una mayor carga de trabajo para los camareros de los locales que tenían esta opción.
Los niños echan de menos jugar sin pensar constantemente en el coronavirus

Susana Vera/Reuters
Los más pequeños puede que hayan tenido más fácil coincidir con sus amigos, aunque no en todos los casos.
De lo que sí no se han podido librar es de los padres, los abuelos o los profesores recordándoles constantemente que el virus sigue circulando y que tienen muchas probabilidades de contagiarse haciendo una de las cosas que más les gusta: jugando con otros niños.
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