5 ideas futuristas del turismo que (por suerte) nunca han visto la luz: de la playa del futuro a un autobús sumergible

Juan Pedro Chuet-Missé,
Cinco ideas futuristas del turismo que (por suerte) no vieron la luz
Reuters
  • Cómo será el futuro de la movilidad y qué aspecto tendrán los coches, barcos, trenes y aviones son preguntas frecuentes en arquitectos y compañías turísticas que buscan diseñar los viajes del próximo siglo. 
  • Antes de llegar a la innovación actual, muchas ideas buscaban llenar ese hueco. Aquí encontrarás 5 que, afortunadamente, no han visto la luz: desde la playa del futuro a un autobús sumergible. 
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Cada tanto los estudios de arquitectura, de diseño de aviones, barcos o automóviles, así como las cadenas hoteleras sueñan con moldear el futuro del turismo. Esta mirada a largo plazo no es nueva, y basta retroceder a mediados del siglo XX para descubrir algunos insólitos proyectos que, como mucho, quedaron en bocetos e ilusiones.

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En Budget Direct Travel Insurance buscaron cinco ideas de movilidad y viajes para el futuro, y lo trasladaron a un ámbito presente, para tener una idea de cómo hubieran funcionado de haber visto la luz.

El barco todo-terreno

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En las páginas de Mechanix Illustrated en 1957 el ilustrador de libros de ciencia ficción Frank Tinsley creó un barco con orugas móviles en la parte inferior del casco y con dos hojas mecánicas en la proa, como los lampones de las retroexcavadoras, que permitirían que se abra paso entre las algas y los troncos flotantes en humedales como los de Everglades, en Florida.

Pero el diseño no es todo producto de la imaginación: está basado en los vehículos creados por William Albee, que patentó un mecanismo de rodamiento llamado 'rollingon', inspirado a su vez en el transporte de los esquimales.

Los inuit suelen hinchar las pieles de las focas como flotadores y así pueden desplazar toneladas de carne por la superficie helada de Groenlandia y el norte de Canadá.

La idea podría haber prosperado, pero ningún fabricante de barcos se mostró interesado.

La furgoneta anfibia

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¿Qué nostálgico de James Bond no recuerda el coche sumergible de La espía que me amó(1977), aquel Lotus Esprit S1 que se hundía en las aguas claras de Cerdeña?

Por supuesto que ese no era el único proyecto de un vehículo tierra-mar. Unos 30 años antes, en 1947, Robert Zeidman desarrolló una furgoneta anfibia que recuerdan a los vehículos usados en los desembarcos en la Segunda Guerra Mundial.

Zeidman imaginó que esta furgoneta de 10,3 metros de largo tendría un cómodo bar interior, similar al de las limusinas, con espacio para llevar equipo de submarinismo y con una sala lounge que se abre al exterior y se convierte en una plataforma para pescar.

El interior también se podía configurar para que el conductor pueda acomodarse y ver televisión mientras el pasaje se dedica a contemplar peces desde las ventanillas.

El autobús sumergible

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A mitad de camino entre el barco con orugas en el casco y la furgoneta anfibia encontramos este llamativo autobús sumergible, creado por un ingeniero de Niza, (Francia) cuyo nombre quedó olvidado, que pensaba que había que aprovechar al máximo las aguas claras de la Costa Azul.

Este vehículo contaría con ruedas como las de un tanque para transitar por los fondos marinos, aunque en los bocetos publicados en Popular Science en 1932 también se contemplaba que circule por rieles instalados en el lecho, como si fuera un tren.

Para evitar que los claustrofóbicos rechacen la idea el ingeniero diseñó la cápsula como un módulo desprendible, que podía emerger y flotar en caso de problemas mecánicos.

¿Y cómo se pensaba regular la provisión de oxígeno? A diferencias de los submarinos, el proyecto contemplaba que tenga respiradores en la superficie, el mismo principio que los tubos de snorkel.

La casa de la playa del futuro

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Actualmente hay restaurantes, hoteles y hasta galerías comerciales bajo el agua, pero en los años 50' estas ideas todavía pertenecían al terreno de la ciencia ficción.

James Powers diseñó una casa con aires de mansión de villano de película, con tres brazos de hormigón que rodean a las plataformas de la residencia.

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La mitad de su nivel inferior se encuentra sumergida, lo que permite tomar una copa en un salón mientras se ve el desfile de peces, medusas y otros ejemplares de la fauna marina.

Además los vidrios del nivel intermedio se podrían usar como placas fotovoltaicas, aunque no queda claro cómo lograría que estas puedan recoger la luz del sol si son traslúcidas.

Powers, que era ingeniero del Estudio de Estilos Avanzados de Ford, pensaba en una sociedad donde los coches con ruedas habían desaparecido en reemplazo de aeronaves voladoras o que se deslizan en el agua.

Ciudad de vacaciones en el espacio

Cinco ideas futuristas del turismo que (por suerte) no vieron la luz
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A fines de los ’70 los ingenieros de la NASA estaban convencidos de que la colonización de las estrellas sería el gran salto delante de la historia. ¿Y cómo sería la vida en esas gigantescas naves que surcarían el cosmos?

Al artista Rick Giudice le encargaron diseños conceptuales de cómo sería la vida y el ocio en las colonias espaciales.

El ilustrador, que provenía del campo de la publicidad, dejó volar su imaginación aunque sus ideas chocaran con las leyes más básicas de la física.

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Giudice pensaba en que las colonias tendrían que tener una abundante vegetación para contribuir a la generación de oxígeno, con estructuras de módulos interconectados donde la gente pudiese vivir.

Como corresponde a todo diseño futurista, los residentes podrían trasladarse de un punto al otro con mochilas voladoras, como las que usaban los superhéroes de los años 40'. La falta de gravidez habría ayudado a esta locomoción portátil, aunque no se comprende cómo es que dos jóvenes están paradas en una plataforma como si fuera un parque en la Tierra.

 

  Artículo original de Cerodosbé.

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