Un cierre total del gas ruso dejaría a Europa con graves problemas de suministro de energía: así afectaría a cada país, según el FMI

Vladímir Putin, presidente de Rusia.
Vladímir Putin, presidente de Rusia.

Reuters

Desde hace varios meses, hay un titular que nadie quiere ver: "Rusia corta el gas a Europa". Utópico hace un tiempo. Muy factible en la actualidad. De hecho, los estudios ya se encaminan a dar respuesta a la pregunta de cuáles serían las consecuencias de un cierre total del gas ruso. La contestación es, como era previsible, preocupante.

Es el Fondo Monetario Internacional (FMI) el que ha publicado un informe acerca del impacto potencial de una detención total del grifo energético por parte del país de Vladímir Putin

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Las proyecciones del FMI indican que las fuentes alternativas podrían reemplazar hasta el 70 % del gas ruso, lo que permitiría a Europa evitar la escasez durante una interrupción temporal de alrededor de 6 meses.

Sin embargo, advierten, un cierre total más prolongado en toda Europa, probablemente interactuaría con los cuellos de botella de la infraestructura para producir precios muy altos y una escasez significativa en algunos países, siendo los territorios de Europa Central y Oriental los más afectados. 

  • Chequia, Eslovaquia y Hungría: estos países, subrayan en el informe, dependen en gran medida del gas ruso y las principales rutas alternativas de suministro pasan por países restringidos (Alemania, Austria, Italia). Esto limitaría sus entradas. Es probable que surja una escasez significativa (de hasta el 40% del consumo actual) y que el precio necesario para despejar este mercado regional sea extremadamente alto.
  • Italia: las autoridades han declarado que solo podrán reemplazar alrededor de 2/5 partes del gas ruso durante los próximos 12 meses y han firmado nuevos acuerdos de importación de gas. Dadas las circunstancias, estiman una escasez del 15% para el país transalpino.
  • Alemania y Austria: ambos países dependen en gran medida del gas ruso. Aunque tienen redes de oleoductos relativamente sólidas con los países vecinos, existen cuellos de botella incluso dentro de Alemania. Teniendo en cuenta estos, se produciría un déficit de alrededor del 15 % del consumo (15 bcm).
  • Bulgaria, Rumanía, Croacia, Eslovenia: este grupo de países podría evitar déficits. En Bulgaria, si bien la participación del gas ruso es alta en relación con el consumo total, el gas juega un papel menos importante en la combinación energética general. También tiene rutas de suministro alternativas a través de Grecia y Turquía. Rumanía es un importante productor nacional de gas, que podría cubrir la mayor parte de sus necesidades de consumo interno. Croacia no depende del gas ruso y se supone que apoya los suministros a Eslovenia, que también tiene un gasoducto a través de Italia.
  • Polonia: aunque alrededor de la mitad del gas natural se importó de Rusia en 2020, la economía de Polonia no es particularmente intensiva en gas, con una mayor dependencia histórica del carbón. En octubre se abrirá un nuevo gasoducto desde Noruega a través de Dinamarca, con una capacidad de importación inicial de 2-3 bcm por año, que aumentará a 10 bcm por año en enero de 2023. Esto, en combinación con las importaciones de gas natural licuado (GNL) de Lituania, debería permitir la sustitución total de gas de Rusia en caso de un cierre total.
  • Finlandia, Letonia, Lituania, Estonia: aunque históricamente han dependido del gas ruso, estos países tienen una capacidad de importación alternativa existente y que pronto se lanzará, lo que debería permitirles adaptarse y evitar la escasez física. Dada la nueva terminal flotante de importación de GNL en Finlandia y la apertura de un nuevo gasoducto a Estonia, estos países podrán exportar 2 bcm adicionales de gas a otros países.
  • Turquía: es una economía intensiva en gas con una dependencia relativamente alta del gas ruso (34% de las importaciones totales en 2020). Sin embargo, parece tener la infraestructura de importación para cubrir la mayor parte del déficit ruso, especialmente a través de las importaciones de GNL.
  • Francia, los Países Bajos y Bélgica: estos países dependen en cierta medida del gas ruso, pero también tienen acceso directo a la capacidad de importación de GNL y rutas alternativas de suministro de gasoductos, y también tendrían capacidad de adaptación. En estos países, los inventarios se reducen a niveles mínimos para ayudar a apoyar el “consumo protegido” en los países vecinos (Alemania y CEE).
  • Reino Unido, Irlanda, España, Portugal, Suecia y Dinamarca: con poca dependencia del gas ruso, estos podrían adaptarse a tal interrupción del suministro. Dada su baja capacidad de almacenamiento de gas, cualquier acumulación o reducción de inventario en estos países tendría poco impacto en el resto de Europa.

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Bajo el escenario de "cierre total", alertan, habría una escasez sustancial de gas y sería necesario ajustar el consumo en muchas partes de Europa

Sugieren desde el FMI que, suponiendo que alrededor del 70% del déficit ruso se cubra con fuentes alternativas de gas y energía, la carencia se mantendría durante los meses de invierno, cuando la demanda estacional es alta.

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Respecto a los niveles de almacenamiento, recomiendan construir reservas de gas durante el verano, acumulando alrededor del 65% de la capacidad en conjunto. No obstante, aun así, la reducción de estas reservas en invierno a niveles mínimos no sería suficiente para satisfacer la demanda en todos los países. 

Además, a finales de junio de 2023, los niveles de almacenamiento estarían muy por debajo de los promedios estacionales, lo que indica que los problemas continuarían hasta el invierno de 2023/24.

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Por añadidura, subrayan, la escasez de oferta significaría que el consumo de invierno (principios de noviembre a finales de marzo) tendría que disminuir alrededor del 12% (7% anual) o 36 bcm. 

Dada la demanda inelástica de precios, detallan, "los mercados se liquidarían a un precio más alto y un invierno particularmente frío obligaría a 30 bcm adicionales de compresión de la demanda". 

Los formuladores de políticas, resaltan, "podrían optar por proteger el consumo de los hogares, los servicios esenciales y las industrias estratégicas, pero esto obligaría a una mayor compresión de la demanda en las industrias desprotegidas".

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