Así conseguí ahorrar 4.700 euros en un año tan sólo haciendo estos 5 pequeños cambios en mi rutina

Señora metiendo dinero en una hucha
  • El año pasado necesitaba pagar un préstamo de 4.700 euros, además de otras deudas. 
  • Decidí hacer algunos cambios en mi día a día para ahorrar esa cantidad.
  • Con pequeñas modificaciones, como hacer mi propia comida en vez de comprarla para llevar y prescindir de una taza de café al día, conseguí mi objetivo.
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Recibí una carta en marzo del año pasado que decía que ya era hora de pagar el préstamo que pedí en la universidad.

No debería de estar sorprendida, pero lo estaba. Sinceramente, me había olvidado completamente de ese préstamo. Lo había pedido varios años antes para sostenerme económicamente mientras acababa mi máster.

Sin embargo, ahí estaba explicado en la carta: tenía 12 meses para devolver los 4.700 euros. Si no pagaba en un año, el interés sería del 9,9% anualmente, lo que hacía que el préstamo aumentase 463 euros por cada año que me retrasase.

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Esto parecía todo un desafío, ya que tenía otras deudas en ese momento, como un crédito para reparar el coche, sin mencionar los gastos de alquiler, luz y gas. Pero no había forma de escapar. ¿De dónde iba a sacar 4.700 euros en un año?

Este era el momento para hacer cambios en mi rutina de trabajo semanal y, haciendo pequeñas modificaciones, pude ahorrar toda la cantidad que tenía que devolver.

Así es como lo hice.

Mi primera decisión: dejar de comprar comida para llevar todos los días y empezar a hacerla en casa. Así pude ahorrar más de 2.100 euros al año

Comida en recipientes de plástico

Mi primer descubrimiento fue todo lo que estaba gastando en comida. Trabajaba en una oficina en Londres, por lo que mi rutina diaria incluía salir a comer.

En 50 semanas al año, esta rutina me costaba casi 15 euros al día. Es difícil de creer, pero cuando gastas 10 euros en una ensalada de salmón o una comida similar, 2,55 en la bebida y 3 euros en el postre para aguantar toda la tarde, se va sumando.

Cuando me di cuenta de que estaba gastando 720 euros al año en postres, supe que era hora de organizarse.

Empecé a comprar a granel a principios de semana, almacenando cosas para hacer ensalada como bolsas de espinacas o lechuga, fruta, un paquete de frutos secos y un buen queso. Incluso sumando una botella de vinagre balsámico y aceite de oliva de buena calidad, solamente gastaba una media de 14 euros a la semana.

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A esto le añadía un aguacate o dos para la salsa (3,40 euros) y un paquete de tortillas de harina (1,35 euros). Para picar algo por la tarde, llevaba una bolsa de patatas (2,45 euros) y yogures (2,25 euros por cuatro), además de un zumo de frutas para tener en la nevera y que me duraba casi toda la semana (4,75 euros).

Como ves, no escatimé en caprichos pero, por el precio de unos cuantos recipientes de plástico y 10 minutos de preparación por la mañana, solo gastaba 29 euros a la semana en mis comidas —lo que me permitía ahorrar 43,60 euros a la semana, unos 2.180 euros al año—.

Quitando una taza de café al día ahorré más de 1.100 euros en un año

Una mujer bebiendo café

Una de las cosas más sencillas para ahorrar dinero es tomar menos café.

Algunos genios del marketing han ganado una fortuna convenciendo al mundo de que hay que tomar una taza de café en casa para desayunar y otra justo al llegar a la oficina, así como también para el tiempo entre ambas. Compraba cada día un chai latte en la estación de tren, un capricho mañananero.

Hasta ahora.

Recortando ese gasto diario, ahorraba 4,50 euros o 22,80 a la semana. En 50 semanas, ahorré 1.140 euros. ¡Adiós, chai latte! En vez de eso, llevaba una botella de agua para el viaje, lo que también era mucho más saludable.

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Decidí caminar más y pude ahorrar más de 1.000 euros en un año

Mujer caminando

Mi viaje diario a la ciudad me costaba casi 69 euros a la semana.

Para ahorrar dinero, cambié el tipo de abono de tren por uno que me llevaba justo al límite de la zona 2 y caminaba el resto del trayecto.

En vez de gastar 69 euros gastaba solo 47 euros, ahorrando así casi 1.050 euros al año —mucho, si se tiene en cuenta que equivalía a dos paradas cortas en metro—.

Además del ahorro, caminar más tuvo beneficios para mi salud y me permitió descubrir nuevos podcast. Invertí en un Fitbit para llevar la cuenta de todos los pasos extra.

Empecé a comprar más productos de aseo personal de marca blanca

Mujer lavando su pelo en la ducha

Pasar de productos de peluquería a otros de marca blanca fue una manera muy eficaz de ahorrar.

Estaba acostumbrada a darme caprichos como productos para el cabello de peluquería, pero cambié el champú y el acondicionador que usaba (9,50 euros cada uno, 19 en total) por otros más baratos: cualquiera que estuviese de oferta (sobre 2,70 euros cada uno o 5,40 en total). Así, ahorré 13,60 al mes y 163,40 al año.

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Y adivina: resulta que las marcas más baratas tenían exactamente el mismo resultado, solo lo tienes que dejar un poco más de tiempo. ¿Quién lo diría?

También cambié mi gel de ducha por otro en oferta y ahorré otros 5,38 euros al mes (64,68 al año).

Cancelé la suscripción a una revista y ahorré 85 euros al año

Revistas en un supermercado

Por último, me di cuenta de que necesitaba recortar una de mis suscripciones a revistas. Lo siento, Vanity Fair. Así, ahorré 6,80 euros al mes y descubrí que los mejores reportajes y entrevistas también estaban en otros medios, por lo que los podía leer igualmente.

Eso me hizo ahorrar otros 85 euros al año, aunque tengo que decir que esta decisión sí que me dolió.

Con estos pequeños cambios, pude ahorrar los 4.700 euros para final de año

Dinero en mano

Unsplash

Al final del año, esto es todo lo que ahorré:

  • Comida entre semana: 2.181 euros
  • Café diario: 1.140 euros
  • Transporte: 1.050 euros
  • Artículos de aseo personal: 228 euros
  • Revistas: 85 euros.

¿El total? Unos ahorros de 4.700 euros.

Y así es como lo hice. 12 meses más tarde, mi préstamo estaba pagado al completo antes de pagar ni un céntimo en intereses.

Pero lo más importante es que creé nuevos hábitos diarios y abandoné los más caros. Me di cuenta de que mi rutina se había convertido en fácil de seguir en el futuro.

Estoy segura de que podría haber ahorrado más si hubiese cancelado la suscripción al gimnasio, Netflix o el contrato del móvil. Pero no hizo falta ir tan lejos.

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Ahora puedo permitirme caprichos como el café para llevar o una pedicura antes de las vacaciones, pero sé que los disfruto más si los hago de manera esporádica.

También me he convertido en alguien para quien comprar regalos es fácil. Mis amigos y familia saben que ya soy feliz con mis rutinas sencillas pero, cuando es mi cumpleaños, con un buen champú o un ejemplar de Vanity Fair es suficiente.

He cambiado las normas y ahora mi vida es mucho mejor.

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