Asia se conjura para contrarrestar el creciente poder de China

Pavel Ramírez
Xi Jinping, presidente de China

El poder que ejerce China en el mundo ya es incuestionable y el tenso pulso comercial que mantiene con la otra gran potencia internacional, EE.UU., así lo demuestra. Sin embargo, su influencia en Asia va más allá y supone una seria amenaza para el desarrollo económico de la región, lo que ha derivado en una conjura por parte de sus vecinos de continente para tratar de contrarrestar su poder.

Con un crecimiento medio del 6,5% anual durante la última década, China es la potencia con el desarrollo más acelerado del planeta. Por eso, muchos países vecinos ya han mostrado sus dudas acerca de la capacidad de Donald Trump y su agresiva política arancelaria para frenar el expansionismo industrial y territorial de China.

Para hacerse una idea, el Índice de Poder en Asia, elaborado por el Instituto Lowy, señala que China prácticamente dobla al siguiente país de su lista (Japón) en aspectos como recursos económicos, potencia militar, relaciones comerciales o influencia cultural.

Hay quien rememora la polarización que se vivió durante la Guerra Fría. La principal diferencia es que, mientras que la URSS se basaba casi exclusivamente en un modelo socialista implementado en los países satélite que adhería, China pretende expandirse en todos y cada uno de los mercados existentes con las mismas reglas capitalistas con las que juega EE.UU.

El papel de EE.UU. en Asia

Lejos quedan los años en los que el enemigo comunista se ocultaba entre la maleza en las selvas de Vietnam; la política exterior estadounidense ha evolucionado tanto respecto a Asia que, a día de hoy, es junto a la Unión Europea la región con la que más comercio realiza.

Quizás por eso, la amenaza de China para el crecimiento del resto del continente haya derivado en un estrechamiento de lazos entre la mayoría de los países asiáticos y EE.UU. Especialmente, por parte de Japón (4º país con mayores relaciones comerciales con Estados Unidos), Corea del Sur (6º en la lista), la India (en 11ª posición) y Taiwan (12º). 

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Hervé Lemahieu, director del proyecto que elabora el citado Índice de Poder en Asia, lo denomina la estrategia de "abrazar a Estados Unidos". Conscientes de la disputa comercial con China, muchos socios comerciales naturales ─por cercanía geográfica y por historia─ del gigante asiático están escogiendo al país norteamericano en lugar de a su vecino.

No hay que olvidar que, en el caso de la escalada comercial derivase en militar, EE.UU. sigue manteniendo el primer puesto mundial en materia de Defensa, con una puntuación de 89,6 sobre 100, según el citado índice, mientras que China es la segunda potencia en esta materia con una puntuación de 69,7.

Redes de mutua defensa

Sin embargo, la capacidad militar tradicional ─medida en gasto anual en Defensa, potencia nuclear y tecnología militar disponible─ no es el único método para medir la seguridad de un país. Por ejemplo, las redes de mutua defensa constituyen otro de los mecanismos que ahora mismo están desarrollando los países asiáticos para frenar el poder de China en la región.

Las redes de mutua defensa hacen referencia a las relaciones político-militares que mantienen los países con otros y que les permiten ser un objetivo poco atractivo para cualquier atacante. Por ejemplo, el país con mayor puntuación en este sentido es Singapur (100 puntos sobre 100, según el Índice de Poder en Asia).

Una táctica que sirve para países pequeños, basados en el turismo y el comercio, y que jamás tendrán una capacidad real de igualar su gasto en Defensa al de EE.UU. y China. Sin embargo, otros países con más presencia en el continente apuestan por todo lo contrario: incrementar sus tropas y sus arsenales para disuadir al enemigo.

Un ejemplo es Corea del Norte, cuyo programa nuclear ha "obligado a EE.UU. a negociar", tal y como explicaba hace unas semanasAlejandro Cao de Benós, presidente de la Asociación de Amistad con Corea (AFK), a Business Insider. Algo parecido a lo que Japón intenta llevar a cabo en los últimos tiempos, renovando su ejército tras un largo período de desmilitarización tras la Segunda Guerra Mundial.

Una respuesta diplomática a la expansión territorial de China

El problema es que las disputas territoriales en Asia empiezan a estar monopolizadas por China. Un buen ejemplo es el de los territorios del Mar del Sur de China, donde países como Filipinas mantienen una confrontación abierta con Pekín por ciertos territorios de ultramar y por el uso militar de ciertas islas sobre las que los filipinos reclaman su soberanía.

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Sin embargo, a pesar de la estrecha relación militar que mantienen Filipinas y EE.UU., el gobierno de Manila mantiene una posición pasiva respecto a China: en varias ocasiones, ha defendido la presencia militar china en zonas en disputa ─argumentando que Pekín las necesita para prevenir posibles ataques desde EE.UU.─, al tiempo que no ha puesto objeciones a recibir apoyo económico y armamentístico por parte de sus vecinos continentales.

Algo parecido a lo que sucede con otros actores del continente que, incluso manteniendo disputas territoriales con China, optan por ofrecer respuestas diplomáticas al expansionismo de la república socialista a cambio de ayudas, concesiones o tratos comerciales de todo tipo. Especialmente ahora que China parece estar más cerca que nunca de quedarse sin su principal socio, EE.UU.

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