Este prototipo de avión con forma de nave espacial tuvo la ilusión de llevar hasta 2.000 pasajeros

Juan Pedro Chuet-Missé,
ovni - platillo volante

Sí, los platillos volantes existen. O existieron. Y no hablamos de ovnis con hombrecitos verdes, sino de aeronaves terrestres que llegaron a volar, aunque la falta de dinero y los problemas políticos las hayan condenado.

Quien no lo crea puede pasar por el museo militar de Chernogolovka, cerca de Moscú, donde debajo de una carpa se encuentra uno de los prototipos del EKIP, una aeronave de diseño ovalado, con alas muy pequeñas, que aspiraba a liderar la revolución soviética en el aire.

Un proyecto demasiado optimista

Avion EKIP

Ekip Aviation Concern

Si ahora una persona propone diseñar una aeronave que pueda aterrizar y despegar en cualquier terreno o en el agua, capaz de volar a 700 km/h hasta una altitud de 12.800 metros, y que sería capaz de transportar hasta 100 (o 2.000) pasajeros, sería tildado de loco. O visionario.

Al ingeniero Lev Nikolaiévich Shchúkin sí le creyeron, y en 1979 el gobierno soviético autorizó el desarrollo del proyecto EKIP, acrónimo de ‘ecología y progreso’.

Un concepto novedoso

El diseño se centró en el concepto del ‘ala voladora’, que consiste en una gran superficie alar integrada al fuselaje.

De hecho, lo que a simple vista parece un huevo gigante es la estructura del ala deformada como un globo.

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Para volar Shchúkin planteó un sistema similar al que usan los hidrodeslizadores y los exóticos ekroplanos: crear un colchón de aire que permita crear un flujo alrededor del casco de la aeronave, con lo cual podía despegar y aterrizar suavemente en cualquier tipo de superficie.

Dicho de otra manera: si los EKIP hubieran tenido éxito, no serían necesarios los aeropuertos. O al menos así lo pensaba su diseñador.

Una tecnología apenas desarrollada

EKIP

Ekip Aviation Concern

Sin embargo, si controlar el vuelo de un avión convencional es complicado, hacerlo con un modelo capaz de despegar y aterrizar verticalmente requiere de un estadio tecnológico que en los años ’80 era una pesadilla.

Basta comparar que recién ahora, en pleno siglo XXI, todavía queda un largo camino por recorrer en los vehículos eVol, o sea los taxis aéreos.

Los EKIP fueron diseñados para usar no solo el tradicional combustible de los aviones, sino también hidrógeno, gas natural y hasta aquazine, una extraña combinación de agua y productos químicos derivados a la industria del gas cuya efectividad nunca fue la soñada.

Los primeros prototipos

En 1982 se construyeron los primeros modelos a escala y en 1987, bajo un estricto secreto, se avanzó en prototipos de mayor tamaño, hasta que entre 1990 y 1991, mientras la Unión Soviética se derrumbaba, se realizaron los primeros vuelos con radio control de los EKIP a escala.

Dos años más tarde el EKIP se presentó públicamente en la feria de Mosaeroshou, en las afueras de Moscú; y en 1993 realizó exhibiciones en el Salón de París, una de las citas de la industria aeronáutica más importantes del mundo.

Los diferentes modelos

EKIP

Ekip Aviation Concern

Ese año Shchúkin anunció que se estaba trabajando en tres modelos: uno de ocho toneladas con 20 plazas, otro de 35 toneladas y un tercero de 120 toneladas con una cabina dividida en tres niveles, dos destinadas a los pasajeros y la restante para cargas.

La prensa occidental miró con desconfianza y estupefacción el proyecto, mientras entidades como la Agencia de Desarrollo del Norte de Siberia firmaba una orden provisional del modelo L3, que podría transportar 400 pasajeros o 40 toneladas de mercancías. O al menos eso decían sus ingenieros.

Los proyectos que había en danza incluían cinco variantes, que podían transportar entre 24 y 2.000 pasajeros, con rangos de autonomía entre los 2.500 y 8.600 kilómetros.

Problema tras problema

En 1995 había un par de prototipos de nueve toneladas construidos, pero nunca se llegaron a realizar pruebas de vuelo.

Desde hacía dos años el gobierno ruso prometía fondos que se licuaban en la galopante hiperinflación del país tras el colapso de la URSS, y la ausencia de financiamiento lastraba el proyecto. Para colmo, el ingeniero Shchúkin murió de un infarto en 2001.

El efímero interés de EEUU

Sin embargo en 2003 el EKIP podría haber tenido su revancha por el interés del comando NAVAIR, de las fuerzas armadas de EEUU, que estuvo interesado en un modelo de 12 metros de fuselaje y 18 de envergadura, capaz de transportar una carga de cuatro toneladas. Su motivo no era militar, sino ser usado para apagar incendios forestales.

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Pero dos años después, este organismo perdió su entusiasmo en la iniciativa EKIP.

Diferentes prototipos, más pequeños, fueron presentados por grupos de investigación rusos y europeos entre 2005 y 2009, pero ninguno consiguió el financiamiento deseado.

Como pasó con tantos otros proyectos, el extraño platillo volante EKIP descansa en el arcón de las utopías del aire.

 

 

 Artículo original deTendencias

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