'Ninguno de ellos tiene las agallas': Por qué los oligarcas rusos seguirán siendo leales a Putin, incluso ante sanciones demoledoras

Los oligarcas rusos fueron en su día una colección de multimillonarios revoltosos, todos con sus propias parcelas de poder político. Vladímir Putin los convirtió en sus recaderos personales.
Los oligarcas rusos fueron en su día una colección de multimillonarios revoltosos, todos con sus propias parcelas de poder político. Vladímir Putin los convirtió en sus recaderos personales.

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El veneno es una de las herramientas favoritas del Kremlin para asesinar. Los químicos dejan un rastro obvio, enviando un claro mensaje desde Moscú: "Podemos acercarnos lo suficiente como para poder matarte, y no hay nada que puedas hacer al respecto". Por eso, cuando el multimillonario y oligarca ruso Roman Abramovich afirmó en marzo que se le había empezado a descamar la piel y que sentía que se estaba quedando ciego, no se sorprendió demasiado. 

Estaba en Kiev, actuando como negociador no oficial en las conversaciones de paz (al parecer con la bendición de Vladímir Putin), intentando poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania. Tal vez Abramovich estaba simplemente en el lugar equivocado en el momento equivocado, un daño colateral atrapado junto a los ucranianos que eran los verdaderos objetivos. Tal vez fue intencionado, una advertencia a Abramovich para que no se adelantara demasiado a los deseos de Putin. Según el New York Times, preguntó a un científico que le examinaba: "¿Nos estamos muriendo?"

Pero en el mundo de los oligarcas rusos, las cosas rara vez son lo que parecen. En una entrevista, el escritor y crítico del Kremlin Bill Browder pone en duda las informaciones de que Abramovich fuera envenenado. Browder sugirió que Abramovich podría haber inventado todo el episodio para demostrar que existe cierta distancia entre él y el Kremlin. "Me parece que está tratando desesperadamente de mantenerse fuera de la lista de sanciones de Estados Unidos", señala. 

"Los oligarcas son ricos con el permiso y a gusto de Vladímir Putin", dice Browder, que ha presionado a gobiernos de todo el mundo para que sancionen al círculo íntimo de Putin. Los oligarcas no son hombres de negocios como los entendemos en el marco de un sistema capitalista democrático, y definitivamente no son iguales a Putin. Sirven al Kremlin, y Putin es el Kremlin. 

"En cualquier momento y por cualquier motivo puede decidir quitarles el dinero, quitarles la libertad, quitarles la vida", explica Browder. "Lo ha hecho en múltiples ocasiones con determinadas personas, y eso ha provocado una gran conmoción en la comunidad de oligarcas. Ninguno de ellos tiene las agallas para enfrentarse a él de ninguna forma o manera".

El club de los multimillonarios

El mundo occidental busca cualquier atisbo de esperanza de que se ponga fin al ataque de Rusia a Ucrania. A pesar de que Occidente ha impuesto sanciones devastadoras y coordinadas a la economía rusa y a sus dirigentes, Putin se atrinchera. Ojalá pudiera decirte que alguien en el establishment ruso o algún oligarca cercano a Putin podría influir en su pensamiento. Pero los expertos tienen claro que no es así como funciona Rusia. Hombres como Abramovich pueden estar cerca del Kremlin, pero eso se debe en parte a que viven bajo su control.

Abramovich pasó casi toda su vida adulta como parte de un exclusivo club de hombres multimillonarios rusos. Algunos miembros tuvieron la suerte y la fuerza suficientes para hacerse con una parte de la riqueza del país mientras la URSS se desmoronaba en la década de 1990. Otros se enriquecieron más tarde, como miembros del círculo íntimo de Putin, aceptando empresas de éste para dirigirlas como sus feudos. Ser un oligarca ruso es una ocupación lujosa, pero también peligrosa. 

Vladímir Putin, presidente de Rusia, y el millonario ruso Roman Abramovich, en una imagen de archivo.
Vladímir Putin, presidente de Rusia, y el millonario ruso Roman Abramovich, en una imagen de archivo.

Reuters

Cuando Putin tomó el control de Rusia en el año 2000, cambió las reglas del club de los oligarcas. La primera generación de oligarcas se había inmiscuido en todo tipo de asuntos estatales bajo el mandato del presidente Boris Yeltsin, y Putin los quería fuera del ámbito político. Podrían seguir engullendo los recursos del país (pero no demasiado y no de las personas equivocadas), y podrían seguir haciendo alarde de sus riquezas en la Riviera francesa o en villas italianas. Pero servirían a Putin y a su Estado. Reconocerían que toda su riqueza y seguridad provenía de esa protección. Y estarían disponibles para cumplir las órdenes de Putin en todo el mundo.

Naturalmente, no es fácil decirle a un grupo de hombres ricos y poderosos que ya no pueden hacer lo que quieran. Pero Putin sabía que podía domar a los oligarcas de la misma manera que (erróneamente) pensaba que podía domar a Ucrania: dándoles una lección de violencia. A lo largo de los años, algunos de los miembros de este club han sido encarcelados, exiliados, posiblemente envenenados o han acabado misteriosamente muertos

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Los que han salido adelante, como Abramovich, lo han hecho evitando cuidadosamente la ira del Kremlin. Por su parte, Abramovich ha contribuido a apuntalar el régimen, apoyando las primeras medidas de Putin para hacer que Rusia sea menos democrática y teniendo acciones en las emisoras de propaganda que pretenden mantener al pueblo ruso con el cerebro lavado. Esto ha permitido a Abramovich acumular una riqueza fabulosa. Vendió Sibneft, una empresa petrolera que compró al gobierno por apenas 200 millones de dólares, al Estado ruso por 13.000 millones en 2005.  Es leal al Kremlin porque tiene que serlo.

El nacimiento de la oligarquía rusa 

El poder de la oligarquía surgió del caos de la Rusia postsoviética. En 1995 -para mostrar al mundo que estaba privatizando su economía y para obtener dinero para su propia campaña electoral- Yeltsin promulgó el programa de préstamos por acciones.  A los nuevos banqueros y empresarios rusos (al menos a los afines a Yeltsin y su círculo íntimo, conocido como 'La Familia') se les permitió comprar gigantescas empresas estatales a precio de saldo y luego, en algunos casos, volver a vender esos activos al Gobierno ruso a precios desorbitados. La riqueza de los oligarcas rusos se basa en las relaciones y los favores.

Bajo el mandato de Yeltsin, la política rusa era una batalla campal en la que los oligarcas trabajaban desde todos los ángulos para servir a los intereses de sus empresas. Los titanes de los medios de comunicación, como Boris Berezovsky, en particular, amasaron un enorme poder, según cuenta el periodista de Georgia Michael Wasiura. Podían lanzar sus canales de televisión en favor de los candidatos que quisieran.

"Como existían estos focos independientes de riqueza y poder, había realmente competencia en el sistema", afirma Wasiura.

Con el anterior presidente, Boris Yeltsin, los oligarcas rusos tenían cierto poder para actuar libremente. Eso cambió con Putin.
Con el anterior presidente, Boris Yeltsin, los oligarcas rusos tenían cierto poder para actuar libremente. Eso cambió con Putin.

REUTERS

Hacer negocios en Rusia en la década de 1990 también era extremadamente violento, como el propio Abramovich admitió en un tribunal de Londres en 2011. Se necesitaba una conexión con 'La Familia' para sobrevivir, y para Abramovich, esa conexión era Berezovsky. Abramovich afirmó que su conexión con Berezovsky "no era una amistad o una asociación comercial común", sino algo más oscuro y muy propio de aquellos tiempos sin ley.

"La palabra rusa para describir la naturaleza de su relación conmigo es 'krysha'", la palabra rusa para techo, afirmó ante el tribunal. "Una persona que proporcionaba krysha a otro hombre era una persona que actuaba como su protector. La krysha podía adoptar la forma de protección política o física".

Abramovich testificó que, a cambio de la protección, había pagado todo tipo de gastos de Berezovsky, desde tarjetas de crédito hasta aviones privados. Eso es lo que hace por su krysha. La protección permitió a Abramovich participar en varios negocios, incluida la peligrosa industria del aluminio. "Grupos criminales" luchaban por el control de los beneficios, contó al tribunal, y "docenas de empresarios" habían sido asesinados. Pero cuando 'La Familia' encumbró a Putin, el nuevo presidente ruso dejó claro que bajo él habría orden.

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Una lección para los oligarcas

En 2001, Putin exigió que se acabaran las luchas internas y las maniobras políticas. Invitó a los oligarcas del país a su casa de verano en Novo-Ogaryovo y les dijo que no podían seguir jugando en la política. En su libro Todos los hombres del Kremlin, el periodista ruso Mijail Zygar llama a esta cita la "reunión de la barbacoa".

Cuando hizo su anuncio, Putin ya había castigado a algunos oligarcas, como Vladímir Gusinky, que había apoyado a los opositores políticos de Putin, y Berezovsky, que huyó a Londres después de utilizar sus empresas de comunicación para ridiculizar a Putin. 

Putin también había presionado a los oligarcas utilizando sus vínculos con los servicios de seguridad rusos para acosarlos, escribe Zygar, registrando sus oficinas e iniciando investigaciones contra ellos. Antiguo agente del KGB, Putin acabaría elevando a sus aliados más leales de su época en los servicios de seguridad a la categoría de oligarcas: se les conoce como los "siloviki".

Así, Putin consolidó el poder político y amarró a los rusos más ricos a él, al tiempo que depuró algunas de las peligrosas luchas internas. Esto funcionó bien para los oligarcas que le siguieron el juego. Por ejemplo, en la época en que Putin subió al poder, Abramovich (por orden de Putin) se convirtió en gobernador de Chukotka, una provincia desolada en el territorio más oriental de Rusia. Poco después se marchó de Rusia a Inglaterra, donde acabó comprando el famoso club de fútbol Chelsea y, en general, fue bien recibido por la comunidad empresarial occidental. 

Según la información facilitada por un denunciante anónimo, la historia de cómo Abramovich fue capaz de mantenerse en la gracia del Kremlin mientras operaba fuera del país es muy simple: poco después de que Putin llegara a la presidencia, Abramovich hizo una colecta para comprarle un yate. Otro informante dice que Abramovich contribuyó poderosamente a la construcción del palacio de Putin en la costa del Mar Negro.

A los oligarcas que intentaron desafiar a Putin, la vida y los negocios no les fueron tan bien. Un oligarca en particular no recibió el mensaje de la reunión de la barbacoa: Mikhail Khodorkovsky, el hombre más rico de Rusia en 2003 y director general de Yukos, su mayor compañía petrolera privada. Incluso después de la advertencia de Putin, Jodorkovski seguía queriendo tener poder político. 

Mijaíl Jodorkovski, antiguo propietario de una de las mayores compañías petroleras de Rusia, despertó la ira de Putin en 2003 y fue encarcelado durante 11 años.
Mijaíl Jodorkovski, antiguo propietario de una de las mayores compañías petroleras de Rusia, despertó la ira de Putin en 2003 y fue encarcelado durante 11 años.

REUTERS/Dylan Martinez

En mayo de 2003, un grupo de expertos rusos publicó un informe titulado Estado y oligarquía, en el que se argumentaba que un grupo de oligarcas deshonestos liderados por Jodorkovski estaba conspirando contra el Gobierno. Fue detenido menos de seis meses después y estuvo encarcelado hasta 2014, cuando finalmente fue indultado y se le permitió salir de Rusia en el período previo a los Juegos Olímpicos de Sochi. 

Tras salir de Rusia, Jodorkovski se convirtió en un crítico declarado del régimen. En 2018 creó el Dossier Center, un proyecto de investigación que pretende sacar a la luz los vínculos de los poderosos rusos con el Kremlin y entre ellos. En un reciente artículo de opinión para Vanity Fair, Jodorkovski defendía la intervención directa de la OTAN en Ucrania e instaba a imponer sanciones aún más duras a los oligarcas rusos. No porque los oligarcas de hoy en día tengan influencia sobre Putin o la política en Rusia -admitió que su detención marcó el fin definitivo de eso- sino porque "han servido lealmente como agentes financieros del régimen" en países de todo el mundo.

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"Han utilizado su riqueza como una extensión de la política exterior del Kremlin. Los lobbies, los gestores del patrimonio y los políticos han disfrutado alimentándose de sus pesebres mientras abogaban por políticas más suaves y amistosas hacia la Rusia de Putin como resultado", escribe Jodorkovsky. 

"Si no se aplica ahora toda la fuerza de las sanciones contra los oligarcas de Putin, éste los utilizará una vez más como agentes para subvertir y fracturar las sociedades occidentales desde dentro, en un momento en que la unidad democrática y la determinación frente al régimen nunca han sido más vitales. Tanto si los países occidentales deciden entenderlo como si no -y parece que por fin han despertado a esta realidad- Putin está en estado de guerra con Occidente, y los oligarcas son puestos de avanzada financiera en su guerra". 

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La riqueza rusa puede proyectar una sombra muy larga, al igual que Putin. Incluso los oligarcas que pasan la mayor parte de su vida fuera de Rusia están en deuda con él, y él se asegura de que lo entiendan. La distancia importa poco.

Mikhail Fridman y Petr Aven se enriquecieron con 'La Familia'. En 2013 vendieron sus participaciones en la petrolera TNK-BP a Rosneft, trasladaron sus negocios a Londres y se integraron en la comunidad empresarial de Occidente. A principios de marzo, ambos renunciaron a su empresa de inversiones, LetterOne, después de que la Unión Europea les impusiera sanciones. Tanto Aven como Fridman afirmaron que las sanciones eran injustas, que sus vínculos con Putin eran una necesidad insignificante requerida para mantener uno de sus principales negocios: Alfa Bank, el mayor banco privado de Rusia.

Pero eso contradice lo que Aven testificó como parte de la investigación de Mueller sobre la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016. Aven dijo a los investigadores que Putin le pidió que tratara de encontrar un canal de apoyo a la Administración entrante de Trump. Aven dijo que lo intentó y fracasó. Según el informe de Mueller, Aven también dijo que él y otros 50 oligarcas se reunieron con Putin trimestralmente y que cualquier nota que Putin diera en estas reuniones eran "directivas implícitas'' y que "habría consecuencias para Aven si no las cumplía".

Las objeciones de Aven y Fridman a las sanciones también contradicen lo que el mundo ha visto con sus propios ojos, afirma Browder. Si estos hombres están tan alejados del Kremlin, "entonces ¿por qué estaba Aven en la reunión de oligarcas cuando Putin anunció su invasión? ¿Y por qué ninguno de ellos dice la palabra guerra o invasión? Si son tan independientes de Putin, ¿cuál es el problema?".

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El incentivo para ser leal a Putin es aún más fuerte para aquellos oligarcas de la segunda generación que se enriquecieron con Putin, no con Yeltsin. Se les dio parte de la riqueza rusa específicamente por sus vínculos con Putin. Para oligarcas como Yevgeny Prigozhin -que fue sancionado por Estados Unidos en 2018 por financiar las granjas de trolls online que se inmiscuyeron en las elecciones de 2016-, Putin es el único krysha que han conocido, y deben hacer los recados que él requiera.

"Los oligarcas cumplen varias funciones", dice Browder. "La más importante es la de fideicomisarios y custodios de los fondos offshore de Putin. También aportan dinero a cualquier proyecto que él les indique. Y ejecutan operaciones para los servicios de inteligencia extranjeros".

Cuanto más fuertes son los vínculos de un oligarca con Rusia, más probable es que haga favores a Putin. Oleg Deripaska, por ejemplo, se hizo rico ganando la guerra del aluminio en los años 90 y acabó siendo presidente de Rusal, el segundo productor mundial de aluminio. Pero a diferencia de sus compañeros de aquella época, que trasladaron el centro de sus negocios al llamado Londongrado, muchos de los activos de Deripaska permanecen en Rusia. En 2018, el Tesoro estadounidense lo sancionó por una serie de actos relacionados con el trabajo sucio de Putin, "haber actuado o pretendido actuar para o en nombre de, directa o indirectamente, un alto funcionario" del Gobierno de Rusia.

Putin tiene a los oligarcas rusos bajo control y ninguna sanción va a conseguir que se vuelvan contra el presidente ruso.
Putin tiene a los oligarcas rusos bajo control y ninguna sanción va a conseguir que se vuelvan contra el presidente ruso.

REUTERS/Sergei Karpukhin

"Deripaska ha dicho que no puede separarse del Estado ruso", según el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en su anuncio de sanción, añadiendo después que "afirma haber representado al Gobierno ruso en otros países". 

Deripaska -que se ha manifestado en contra de la guerra en Ucrania pero culpa a Occidente de provocarla- demandó que se le levantaran las sanciones de 2018. Su petición fue denegada.

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Tras más de dos décadas en el poder, Putin es más que un simple hombre. Es el centro de un sistema tan ordenado como corrupto. Muchos rusos, como Abramovich, recuerdan el caos de los años 90 y ven a Putin como la única fuerza que se interpone entre la Rusia de entonces y la de ahora. 

Los medios de comunicación estatales dejan muy claro que cualquier alejamiento de Putin es un giro hacia la anarquía. Por eso, ni siquiera un acontecimiento tan catastrófico como el ataque a Ucrania ha sido capaz de despertar a los oligarcas rusos de su estado de sonambulismo.

Para que los oligarcas que han prosperado bajo el mando de Putin se enfrenten a él, tendrían que reunir un tipo de valor que pocos hombres a lo largo de la historia han podido reunir. Se enfrentarán a un abismo. Si nadie les sigue, no tendrán ningún recurso y muy pocos lugares donde esconderse. En Occidente, cuando alguien se opone a la dirección del Estado, es posible tratar de armarse con el poder de la ley. 

Pero en Rusia, Putin es la ley, y todos los oligarcas lo saben. Él se ha asegurado de ello.

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