Los devastadores efectos de Chernobyl: así siguió matando silenciosamente años después del accidente

Chernobyl
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  • El estreno de Chernobyl ha sido un perfecto sustituto de Juego de Tronos para HBO. 
  • Se ha convertido en los mejores valorados en las plataformas de calificación de películas, como IMDb. 
  • Estos son los hechos que se conocen sobre la explosión y sus efectos posteriores.  

Hace apenas tres semanas, en mitad del vórtice de decepción generado por los últimos episodios de Juego de Tronos, HBO se redimía frente a las protestas de sus espectadores con el estreno de Chernobyl. Con solo cinco capítulos (cuatro emitidos hasta el momento), se ha convertido en la serie mejor valorada de la historia de IMDb y una de las mejores de Filmaffinity, pisando muy de cerca los talones de Breaking Bad y The Wire.

Chernobyl narra la historia del accidente nuclear más grave de la historia, una explosión que terminó inmediatamente con la vida de decenas de personas, pero siguió matando silenciosamente durante los años posteriores. Una de las mayores consecuencias que ha acarreado a largo plazo es el cáncer, aunque también otros trastornos, como la infertilidad o ciertas enfermedades mentales. En cuanto a lo primero, se ha estudiado mucho al respecto, pero resulta imposible saber con exactitud cuál ha sido el alcance de la radiactividad a este nivel. De cualquier modo, un análisis general de los estudios al respecto permite establecer algunos hechos claros.

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El peligro está en la dosis

Chernobyl
HBO

El accidente en la central nuclear de Chernobyl provocó la liberación de vapor de agua cargado principalmente con dos compuestos radiactivos: el yodo-131 y el cesio-137.

Ambos emiten radiaciones de las conocidas como ionizantes, capaces de alterar el ADN que se encuentra en el interior de las células y, por lo tanto, causar enfermedades como el cáncer. Sin embargo, es importante recordar que los seres humanos estamos expuestos continuamente a niveles bajos de radioactividad, procedentes de fuentes como los rayos cósmicos o trazas de elementos radiactivos presentes en ciertos alimentos y bebidas.

Nuestras células cuentan con maquinarias de reparación que permiten solventar los daños de estas radiaciones, conocidos como radiación de fondo natural, pero a dosis más elevadas no pueden dar abasto y terminan generándose consecuencias graves para la salud, como el cáncer. Ahora bien, ¿alcanzaron estos niveles tan preocupantes las personas que se encontraban en las inmediaciones de Chernobyl aquel fatídico 26 de abril de 1986?

En primer lugar, la mayoría de estudios distinguen entre los trabajadores que se encargaron de las tareas de limpieza y seguridad posteriores al accidente y las personas que viven más o menos alejadas de la central. En el caso de los residentes, se distinguen dos zonas: las de baja radiación, sometidas a 37 kBq / m2, y las estrictamente controladas, con 555 kBq / m2.

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El becquerel (Bq) es la unidad de medida de radiactividad de radionúclidos, que cuantifica los núcleos desintegrados por segundo. Por otro lado, el sievert (Sv) es una medida del efecto de salud de los niveles bajos de radiación ionizante en el cuerpo humano. Con esta unidad se calcula que la dosis promedio de radiación natural de fondo para los seres humanos en todo el mundo es de aproximadamente 2’4 mSv por año, aunque varía en un rango de 1-10 mSv. Esta dosis, que en 20 años supone 48 mSv, no se considera peligrosa, pero el caso de las personas cercanas a Chernobyl, así como de los que trabajaron en las maniobras posteriores al accidente, es muy diferente.

Según el informe sobre los Efectos de la Radiación Atómica (UNSCEAR) emitido en 2008 por el Comité Científico de las Naciones Unidas, 240.000 de las 600.000 personas encargadas de las tareas de limpieza, conocidas como liquidadores, experimentaron durante los primeros 20 años una dosis por encima de los 100 mSv. Por otro lado, los 116.000 habitantes de las regiones cercanas, que fueron evacuadas después del desastre, estuvieron expuesto a más de 33 mSv, algo menos que los 270.000 que viven en las zonas estrictamente controladas, que han recibido en ese periodo de tiempo algo más de 50 mSv de radiación. Finalmente, los 5 millones de residentes de áreas de baja contaminación no superan los 20 mSv.

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Cáncer de tiroides y leucemia

Los tres últimos grupos no difieren de los 48 mSv de la radiación natural de fondo, por lo que se considerarían seguros. Sin embargo, los casos de cáncer también parecen ser más abundantes en algunas de estas zonas. De hecho, según UNSCEAR, más de 6000 niños y adolescentes desarrollaron en los años posteriores cáncer de tiroides debido a la exposición a la radiación de Chernobyl. La causa no está clara, aunque un informe emitido por la Organización Mundial de la Salud apunta en parte a la leche de vaca contaminada con yodo radioactivo, que se depositaría en los prados en los que estas pastaban justo después de la explosión.

Por otro lado, excluyendo el cáncer de tiroides, se estima que desde la explosión se han producido 53.000 casos de cáncer más de los esperados en base a las tendencias desarrolladas hasta el momento. Se conoce que la radiación ionizante es responsable de algunos tipos de leucemia, de ahí que no sea extraño que sea este uno de los tipos de cáncer más abundantes entre los liquidadores de la central nuclear. No ocurre lo mismo entre los residentes de las zonas expuestas, para los que no ha sido posible encontrar una tendencia.

En cuanto a otros tipos de cáncer, tampoco queda claro si algunos de los casos desarrollados desde entonces pueden estar relacionados con lo sucedido. Algunos estudios encuentran un pequeño aumento en la incidencia del cáncer de mama premenopáusico en las áreas más contaminadas, pero se necesita más investigación para confirmarlo.

HBO resumirá el accidente en cinco capítulos, pero lo que pasó aquel día dio lugar a una historia mucho más larga, que treinta y tres años después sigue siendo el centro de atención de muchos investigadores, no solo para analizar sus consecuencias, sino también para intentar que no vuelva a repetirse un fallo humano tan terrible como ese.

 Este artículo ha sido publicado originalmente en Hipertextual.

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