Un estudio revela que el COVID-19 afecta al cerebro incluso en los casos leves de la enfermedad

Un hemisferio de un cerebro sano (izquierda) junto a un hemisferio de un cerebro de una persona con la enfermedad de Alzheimer (derecha).
Un hemisferio de un cerebro sano (izquierda) junto a un hemisferio de un cerebro de una persona con la enfermedad de Alzheimer (derecha).

Denis Balibouse/Reuters

  • Una relevante investigación —pendiente de revisión por pares— descubre que los casos leves de enfermedad de COVID-19 también podrían impactar en el cerebro de las personas infectadas por coronavirus.
  • Según el estudio, el grosor del tejido de la materia gris del cerebro se redujo en aquellas que habían padecido el virus, quienes además eran más lentas en el procesamiento de la información.
  • "Queda por investigar con un seguimiento adicional si este impacto nocivo puede revertirse parcialmente (...) o si se trata de efectos que persisten a largo plazo", admite el equipo científico.
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Estudio tras estudio, poco a poco se va arrojando algo más de luz sobre el impacto del COVID-19 en el cerebro humano

Las investigaciones y declaraciones de equipos científicos han ido desvelando los síntomas neurológicos del covid persistente y las distintas secuelas neurológicas que puede dejar la enfermedad provocada por el coronavirus: desde la 'niebla mental' hasta trastornos de la atención, pérdida de memoria y déficits cognitivos.

Una nueva investigación ha dado un paso más y ha advertido de la señal de que los casos leves de enfermedad de COVID-19 también podrían impactar en el cerebro de las personas infectadas por coronavirus.

Se trata de un estudio preliminar de agosto, aún no revisado por pares, pero de relevancia por la gran muestra de la que parte, por el meticuloso procedimiento y por incluir datos previos y posteriores a la enfermedad.

El equipo científico aprovechó una base de datos existente llamada UK Biobank, con imágenes cerebrales de más de 45.000 personas en Reino Unido desde 2014 —por tanto, anteriores a la pandemia del coronavirus—, y realizó en 2021 escáneres cerebrales adicionales a 785 personas, para comparar aquellas que habían sido diagnosticadas con COVID-19 con las que no. 

Así, encontró marcadas diferencias en la materia gris del cerebro (formada por los cuerpos celulares de las neuronas que procesan la información) entre unas y otras: el grosor del tejido de la materia gris en las regiones cerebrales conocidas como lóbulos frontales y temporales se redujo en el grupo de quienes habían sido infectados con COVID-19.

"En la población general, es normal que se produzcan algunos cambios en el volumen o el grosor de la materia gris con el paso del tiempo a medida que las personas envejecen, pero los cambios fueron mayores de lo normal en aquellos que habían sido infectados por el COVID-19", analiza Jessica Bernard,  neurocientífica cognitiva, en un artículo en The Conversation.

Además, los autores descubrieron que este impacto sobre el cerebro humano fue el mismo también en los casos de personas con COVID-19 leve: "Estos resultados no se alteraron tras excluir los casos que habían sido hospitalizados", recogen.

Finalmente, observaron que las personas con COVID-19 eran más lentas en el procesamiento de la información.

Otro aspecto destacado del estudio es que las regiones del cerebro que encontraron afectadas por el COVID-19están todas vinculadas al bulbo olfativo, que transmite señales sobre los olores desde la nariz a otras regiones del cerebro y tiene conexiones con regiones del lóbulo temporal.

Este, a su vez, guarda relación con el envejecimiento y la enfermedad de Alzheimer, ya que alberga al hipocampo, implicado en la memoria y los procesos cognitivos.

Estos resultados "pueden ser el sello in vivo de una propagación degenerativa de la enfermedad —o del propio virus a través de las vías olfativas (siendo un posible punto de entrada del virus al sistema nervioso central a través de la mucosa olfativa), o de eventos neuroinflamatorios debidos a la infección, o de la pérdida de entrada sensorial debido a la anosmia [pérdida total del olfato]", apuntan los autores.

"Queda por investigar con un seguimiento adicional si este impacto nocivo puede revertirse parcialmente, por ejemplo tras la mejora de los síntomas de la hiposmia [reducción de la capacidad del olfato], o si se trata de efectos que persisten a largo plazo", plantean.

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