Investigadores encuentran evidencias de que el COVID-19 persistente puede disminuir la inteligencia

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Daños en el cerebro por COVID-19.
  • Las secuelas en la cognición son una de las grandes incógnitas que aún se investigan en los pacientes que han superado la COVID-19. 
  • Además de las dificultades para concentrarse o para encontrar palabras que antes se conocían, investigadores de Reino Unido han encontrado evidencias de que el COVID-19 persistente afecta también a determinados tipos de inteligencia.
  • Se trata de problemas a la hora de resolver cuestiones que implican la capacidad de razonamiento, la resolución de problemas o la planificación espacial. 
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A pesar del año y medio en el que se convive con el coronavirus, sigue siendo un desconocido. Su capacidad de mutación y los efectos que provoca en el cuerpo de quienes se infecta sigue asombrando a la comunidad científica. 

Una nueva investigación publicada en The Lancet apunta ahora a que en pacientes con COVID-19 persistente y que han pasado la enfermedad con mayor gravedad, además de formarse lo que se denomina niebla mental, cuya pervivencia en el tiempo aún está en estudio, el SARS-CoV-2 también afecta a la inteligencia. 

Según los investigadores que han desarrollado el estudio en más de 81.337 personas que tomaron la Gran Prueba de Inteligencia Británica en 2020, de los cuales 13.000 habían pasado la enfermedad, aunque solo 275 habían realizado la prueba antes de padecerla, su estudio viene a confirmar lo que ya se sabe del efecto 'niebla mental' del coronavirus en el cerebro

Hasta ahora, la comunidad científica coincide en señalar que el COVID-19 tiene capacidad para afectar a casi todos los órganos del cuerpo, si bien no existen suficientes evidencias sobre la relación causa-efecto entre el long COVID-19 y las afecciones neurológicas o si por el contrario son consecuencia del estrés y el trauma de la propia infección y del efecto de la pandemia en la salud mental. 

Este estudio remarca que aquellos que habían superado el virus evidenciaron problemas a la hora de resolver cuestiones que implican la capacidad de razonamiento, la resolución de problemas o la planificación espacial. 

Para llegar a estas conclusiones, su investigación tiene en cuenta también la edad, la educación y el estado de ánimo en el momento de realizar el test de inteligencia. 

Para los autores, esto refuerza la idea de que la recuperación ante una infección por COVID-19 puede derivar en problemas notables en la función cognitiva. Ahora bien, estos test no mostraron secuelas o incidencia alguna en la memoria o el procesamiento emocional de los sujetos estudiados.

Las conclusiones de un estudio pendiente de publicación alertaban, asimismo, de que muchos pacientes con complicaciones o COVID-19 persistente aunque se hubiera pasado con sintomatología leve, de las evidencias en el deterioro cognitivo, incluso 6 meses después de la infección, con situaciones de pérdida de memoria y de concentración, lo que merma su capacidad para el desempeño laboral previo a la enfermedad. 

Los impulsores del estudio británico creen que el deterioro cognitivo en estos pacientes está relacionada con la gravedad de la infección. 

En su muestra, aquellos que habían desarrollado síntomas graves y necesitado un ventilador para respirar presentaban mayores secuelas cognitivas que los que la habían superado en casa con cuadros leves. En el test de inteligencia, los graves se mostraban 7 puntos de CI de promedio por debajo del resto. 

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