¿Cuánto debería importarte tu trabajo? El inesperado secreto del equilibrio entre trabajo y vida personal

Kelli María Korducki,
A medida que los trabajadores vuelven a la oficina, conciliar la vida laboral y familiar resulta más difícil que nunca.
A medida que los trabajadores vuelven a la oficina, conciliar la vida laboral y familiar resulta más difícil que nunca.

Julie Tran/Insider

  • El cambio al teletrabajo por la pandemia y la posterior incorporación a oficina ha llevado a muchos trabajadores a afrontar problemas de salud mental como estrés y ansiedad.
  • Esto lleva a muchos a plantearse si el trabajo no ocupa un espacio demasiado grande en sus prioridades vitales. ¿Hasta qué punto deben implicarse los trabajadores para lograr sus objetivos sin sacrificar su salud mental?

El invierno pasado hablé con más de una docena de mujeres de mediana edad con ambiciones para un artículo sobre el agotamiento laboral. Al hacerlo, me di cuenta de lo engañosa que puede llegar a ser la ambición profesional. Estas mujeres describían cómo la dinámica de teletrabajo, unida a factores de estrés relacionados con la pandemia, había perjudicado gravemente su bienestar mental y físico. Varias de ellas decidieron que ya era suficiente y renunciaron. Aunque sus circunstancias eran distintas, todas compartían un rasgo: se habían preocupado demasiado por su trabajo, y lo sabían.

Mucha gente estaba en la misma situación. En general, se consideraba que el agotamiento era una de las principales causas (si no la principal) de la Gran Renuncia, en la que casi 100 millones de estadounidenses dejaron su trabajo en 2 años. Los que no dimitían intentaban no llevarse el trabajo a casa, pasar por alto ciertas responsabilidades y "renunciar en silencio". Los titulares y anuncios en redes sociales parecían indicar que todo el mundo había llegado a la misma conclusión: hay cosas más importantes por las que preocuparse que el trabajo.

Pero el mercado cambian las perspectivas de los trabajadores. Ahora, la inseguridad laboral aumenta en sectores como la tecnología y los medios de comunicación, y en la economía mundial se tambalea por la repercusión de las quiebras bancarias. Es casi seguro que muchos de los que decidieron preocuparse menos por su trabajo, vuelvan a hacerlo.

En realidad, la ambición profesional es un arma de doble filo. Por un lado, preocuparse demasiado hace que sea más probable descuidar las relaciones personales, las aficiones y el bienestar. Pero los estudios indican que no dar importancia al trabajo también puede provocar malestar. Al fin y al cabo, la mayoría de nosotros tenemos que trabajar para ganarnos la vida. Y es mucho más sostenible a nivel emocional invertir la mayor parte del tiempo en una vocación y en una empresa que apoye tus objetivos profesionales, que estar disociado durante esas 40 y pico horas de cada semana. 

La salud y la felicidad requieren una especie de cuerda floja de inversión personal. Alcanzar el equilibrio adecuado entre preocuparse por el trabajo y no preocuparse demasiado puede marcar la diferencia entre una vida rica y satisfactoria y otra marcada por la soledad, el agotamiento y la desesperación. No es una exageración: los estudios señalan que la relación de una persona con su trabajo es un factor clave para predecir su sensación general de felicidad. Pero encontrar ese equilibrio puede ser más difícil ahora que hace un año, o que en cualquier otro momento reciente. 

La vuelta a la oficina tiene sus luces y sus sombras

Al principio de la pandemia, muchos trabajadores se dieron cuenta de que el cambio al teletrabajo difuminó la línea entre sus horas de trabajo y sus horas ajenas al trabajo. El aumento de la microgestión por parte de los jefes, la adopción de herramientas virtuales de control de la productividad y la incapacidad para conciliar los descensos del rendimiento con los retos que provocó la pandemia, llevaron a un exceso de trabajo y un estrés adicional. Al mismo tiempo, la distancia facilitó que algunos trabajadores desconectaran emocionalmente de su trabajo y dieran prioridad a otras partes de su vida. Aunque las encuestas sugieren que los trabajadores prefieren la flexibilidad, ese cambio tan brusco afectó de manera negativa.

Evergreen Coulseling

Ahora, la gente se está acostumbrando a otro cambio. Y es que, en cuanto las empresas han podido, han puesto en marcha las reincorporaciones. Y aunque muchas no exigen la asistencia total, cada vez más compañías optan por el trabajo híbrido y flexible, por el que los empleados deben pasar algún tiempo en la oficina. Las personas que se acostumbraron a trabajar a distancia hace 3 años intentan ahora recordar lo que es desplazarse a una oficina física y trabajar en ella. 

Aunque las amistades laborales pueden sofocar la soledad, la centralidad del trabajo en la vida social no augura nada bueno para el equilibrio entre la vida laboral y personal

Algunas de esas personas recuerdan las ventajas de la oficina. Por un lado, facilita el cumplimiento de los límites con las empresas: cuando los trabajadores se van a casa a las 5 en punto, han terminado su jornada. Además, la presencialidad ha reavivado las amistades de la oficina. En una encuesta realizada en junio por el American Enterprise Institute (AEI), más de la mitad de los encuestados afirmaban haber conocido a un amigo íntimo en el entorno laboral. El informe señala que la falta de conexión social en el trabajo va unida a una mayor sensación de soledad y aislamiento.

Sin embargo, la presencialidad total no augura nada bueno para el equilibrio entre la vida laboral y personal. Puede dificultar la desvinculación del trabajo y contribuye a la normalización del "trabajismo", término que describe la mentalidad de una sociedad que da prioridad al trabajo, lo que a menudo conduce al agotamiento.

La encuesta del AEI también revela que la gente tiende a pensar en el trabajo cuando no están trabajando, lo que está relacionado con una mayor sensación de ansiedad. En concreto, los empleados sujetos a modelos híbridos son menos propensos a decir que piensan en el trabajo cuando no están en él, tal vez porque tienen lo peor de ambos mundos.

Así que, ahora que nuestra vida laboral vuelve a sufrir un vuelco, surge una pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre estar obsesionado con el trabajo y estarlo de forma enfermiza? Por desgracia, la respuesta no es tan sencilla.

La problemática de la obsesión 

Janna Koretz, psicóloga especializada en los problemas de salud mental de empresarios y otros trabajadores de alto rendimiento, dice que existe una delgada línea entre "cuando el trabajo se convierte en toda tu identidad o en lo único en lo que piensas" y "estar comprometido e interesado en dedicar mucho tiempo a tu trabajo mientras tienes otras cosas en tu vida que también son importantes para ti".

Como explica Koretz, no es necesariamente malo que el trabajo ocupe la mayor parte del tiempo y la cabeza de una persona. Tampoco es intrínsecamente perjudicial que la identidad de una persona quede subsumida por el trabajo que hace. "Estas cosas no son necesariamente un problema, hasta que se convierten en un problema para ti o para un ser querido", señala Koretz.

La experta añade que cuando este "enredo" con el trabajo se vuelve problemático, tiende a hacerlo de formas específicas. Quizá la más obvia sea el agotamiento, que la Organización Mundial de la Salud define como un "fenómeno ocupacional" caracterizado por sentimientos de agotamiento, cinismo o distanciamiento del propio trabajo, y una menor eficacia profesional.

Cuanto más implicado estés en tu trabajo, más angustiado estarás sobre él.

Sin embargo, el agotamiento es solo una de las posibles consecuencias de estar demasiado implicado en el trabajo. Koretz describe otro escenario común: un profesional muy motivado alcanza todos los puntos de referencia necesarios para lograr un objetivo (por ejemplo, convertirse en socio de un bufete de abogados) solo para darse cuenta de la magnitud de los sacrificios que ha hecho para llegar a su destino.

"Miran a su alrededor y se dan cuenta de que quizá también querían tener una pareja, o una familia, o que no tienen muchos amigos en la zona, o que echan de menos sus aficiones", explica Koretz.

La problemática también suele quedar al descubierto por cambios en las circunstancias profesionales de un trabajador, como la adquisición o reducción de una empresa. Para quienes han apostado todo a la carta del trabajo, estos momentos de transición pueden desencadenar una especie de crisis de identidad, según la experta. Este fenómeno se ha acentuado tras la reciente oleada de despidos en el sector tecnológico, que ha dejado a decenas de profesionales ambiciosos (y sobrecargados de trabajo) reevaluando de repente la rutina empresarial.  Y, como atestiguan las tendencias de TikTok, las personas en estas situaciones pueden sentirse desorientadas e inseguras sobre quiénes son y qué desean, especialmente cuando sus carreras son intrínsecas a su sentido de identidad.

"Los efectos de invertir tanto en el trabajo, nunca son exclusivamente positivos: siempre tiene un coste", señala Brent Orrell, investigador del American Enterprise Institute que ayudó a redactar el informe sobre el capital social en el mundo laboral. "Creo que cuanto más inviertes en tu trabajo, más ansioso puedes estar por trabajar", añade.

La hipótesis de Orrell se ve confirmada por la investigación de su equipo. Los participantes en la encuesta, que afirmaron tener un fuerte sentimiento de identidad y propósito en su trabajo eran mucho más propensos a sentir también el síndrome del impostor, es decir, la sensación de que no encajan en su entorno laboral.

Las mujeres con estudios universitarios son las más propensas a afirmar que se sienten especialmente implicadas en su trabajo como fuente de realización personal, más que los hombres con y sin estudios universitarios. Este desequilibrio de género indica una inversión del arquetipo cultural del hombre adicto al trabajo.

Los índices dispares de inversión de los trabajadores también pueden estar entre los factores que impulsan la brecha de género en el agotamiento. Según un informe de Future Forum, en su encuesta realizada en agosto a casi 11.000 trabajadores, las mujeres tenían un 32% más de probabilidades que los hombres de sentirse agotadas. 

Mujer con las manos en la cabeza frente al ordenador

Koretz explica que, aunque estas disparidades de género no se han reflejado en su práctica clínica, ya que la participación estaba a la par, está de acuerdo en que el género puede influir en la forma en que las personas se relacionan con su trabajo. En concreto, Koretz sospecha que algunas mujeres se sienten presionadas para demostrar su valía en el trabajo. Esto se debe a la disonancia cognitiva que supone querer dedicar más tiempo a la crianza de los hijos o tomarse tiempo libre para formar una familia y, al mismo tiempo, querer fomentar una carrera profesional. A falta de claridad sobre cómo resolver esta ecuación imposible, algunas mujeres pueden inclinarse a ir a por todas en sus trabajos como respuesta.

En un correo electrónico posterior, Koretz describe el sentimiento como "'No estoy segura de cómo dividir mi tiempo, así que voy a volcarme en el trabajo para saber que merece la pena porque sigo avanzando' o 'Puedo tenerlo todo, mira cómo lo hago'"

El gran desenredo 

Aunque sin duda hay un elemento personal en la búsqueda del equilibrio adecuado, el agotamiento y sus consecuencias son, finalmente, producto de la disfunción organizativa. El otoño pasado, la Oficina de Servicios Generales de EEUU publicó una serie de directrices para que las organizaciones apoyen mejor la salud mental y el bienestar de los trabajadores en el lugar de trabajo. El informe identificaba la armonía entre el trabajo y la vida personal como uno de los 5 pilares de una fuerza laboral sana y recomendaba a las empresas que proporcionasen a los trabajadores más autonomía sobre la forma de realizar el trabajo, que hiciesen los horarios lo más flexibles y predecibles posible, que respetasen los límites de los trabajadores entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre y que aumentasen el acceso de los trabajadores a los permisos retribuidos. 

El hecho de que las organizaciones sigan descuidando el equilibrio entre la vida laboral y personal de sus empleados, y de que tantos trabajadores sigan priorizando su vida laboral, habla de normas sociales profundamente arraigadas, en las que el trabajador tiene muy poco poder. A nivel individual, esas fuerzas son a menudo difíciles de resistir.

"En Estados Unidos no hay muchas vacaciones. La gente no tiene permiso de maternidad. La idea es trabajar y trabajar y trabajar y trabajar. No estamos preparados para el éxito", señala Koretz. En países como España, por ejemplo, aunque existe un permiso de maternidad es de 16 semanas, similar al de otros países europeos, la sociedad sigue afrontando muchos problemas de conciliación.

Estas costumbres sociales pueden beneficiar a los empresarios, pero perjudican a todos los demás. No obstante, hay esperanza gracias al reciente aumento de la afiliación sindical en sectores como los servicios, los medios de comunicación y la tecnología. Se ha comprobado que los sindicatos mejoran tanto los salarios como las condiciones laborales incluso en los lugares de trabajo no sindicados, y esta tendencia podría tener un efecto dominó en todos los sectores.

Los trabajadores también pueden dar pequeños pasos para mejorar su equilibrio entre vida laboral y personal reservando tiempo cada día y cada semana para prioridades no laborales. Koretz comenta que estos cambios no tienen por qué ser drásticos para que tengan efecto. Incluso tomarse descansos durante la jornada laboral o programar regularmente tiempo con amigos y seres queridos fuera del horario de trabajo puede marcar la diferencia a la hora de redistribuir las prioridades y afirmar que hay algo más en la vida que el trabajo.

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