Dentro del corazón de Snøhetta, la firma de arquitectura noruega que creó la Ópera de Oslo y la Biblioteca de Alejandría

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Havnepromenaden (un paseo de 9 kilómetros que, de este a oeste, recorre toda la cara visible de Oslo hacia el fiordo) es el eje articular de la nueva capital noruega, donde se concentran sus principales novedades urbanísticas: Sørenga, Aker Brygge, el Ayuntamiento, la Ópera o los nuevos museos Nacional y Munch, además de la ambiciosa nueva biblioteca de la ciudad. En su mayoría, esta zona estaba copada por muelles de carga, naves industriales y zonas degradadas por el paso del tiempo y la propia actividad del principal puerto del país.

El cambio protagonizado por el proyecto Fjord City, que pretende reinventar el concepto que tenemos de Oslo, tuvo como primer icono la famosa e icónica Ópera. Un edificio inaugurado en 2008 que sirvió para sentar las bases de una nueva arquitectura en la urbe, más abierta a la gente y al mar, inclusiva y participativa. Un símbolo de la modernidad de una nación enriquecida por el petróleo cuyos creadores, el prestigioso estudio de arquitectura Snøhetta, apenas se encuentran a unos pocos metros de distancia.

La principal oficina de Snøhetta (cuenta con delegaciones en Estados Unidos y varios puntos de Europa o Asia) no está precisamente bien indicada ni tan siquiera lo busca. Se trata, ni más ni menos, de una antigua nave industrial del puerto, que ha mantenido su esencia exterior -exceptuando algunos detalles de color en su entrada principal- pero que ha sido completamente remozada en su interior.

Hemos entrado, curioseado y hablado con responsables de Snøhetta. Por lo pronto, hablamos con Arrate Arizaga, Project Manager del estudio, sobre el proyecto de la Ópera de Oslo, el que le dio la fama mundial a esta firma sin nombres propios al frente ni egos de ninguna clase. “No buscábamos hacer únicamente un edificio que sirviera para su uso principal, para su función cultural, sino que también fuera un punto de encuentro con al ciudad: un espacio que la gente pudiera hacer suyo, siguiendo el concepto de plaza que tenemos en España, para que todos los ciudadanos pudieran disfrutarlo”, explica.

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Cuando uno entra en la sede central de Snøhetta, lo primero que sorprende es la gran cantidad de maquetas de edificios en madera y otros materiales de la antigua usanza. Todo lo contrario a lo que uno cabría imaginar de un estudio de vanguardia en una de las ciudades más digitales que existen. “Tenemos un taller propio en el que convertimos los diseños digitales en maquetas, para ver cómo cambian las percepciones según el material empleado”, añade Arizaga. “Tenemos una cierta forma de trabajar analógica, nos gusta esa parte de la forma de diseñar a la antigua usanza”. Un taller que, entre otras cosas, cuenta con una impresionante máquina de impresión 3D y una cortadora láser: “Nos sirven, por ejemplo, para actuar sobre bloques grandes, para topología o para pruebas de materiales sobre fachadas”.

Entre esas muchas maquetas destacan algunos de los otros proyectos que han elevado a la categoría de Dioses del Diseño a Snøhetta, como la Biblioteca de Alejandría o el King Abdulaziz Centre for World Culture, en Dhahran (Arabia Saudí). “Más allá del edificio en sí, lo importante es hacer cambios sociales a través de él. En este caso, se trató del primer edificio en el país que permitió el acceso a la cultura a hombres y mujeres por igual”.

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La disposición de la nave de Snøhetta es en forma de planta abierta, sin despachos ni ninguna estrella de la arquitectura por encima de otra cualquiera. “Todos estamos trabajando juntos, no estamos ni organizados por proyectos ni por perfiles. El director de un proyecto puede estar sentado al lado del último becario, en la misma mesa. Además, tendemos a sentarnos con profesionales distintos -como arquitectos con diseñadores o urbanistas- para mejorar los proyectos de forma natural”, detalla Arrate Arizaga.

Ellen Heier, Senior Architect en Snøhetta, lleva trabajando 13 años en el estudio, desde 2005. Y también ella coincide con esa visión democrática de trabajar en la empresa: “Todos tenemos el mismo escritorio y nadie tiene despacho. Creemos que las ideas pueden venir de cualquier lado, y por eso cambiamos de sitio cada 3 años, cambiamos de rol en cada proyecto y fomentamos un sentimiento de transparencia en toda la firma”. Solo en la sede de Oslo de Snøhetta trabajan 150 profesionales de los más de 250 trabajadores del estudio en todo el mundo.

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El principal foco de Ellen Heier es la sostenibilidad, justo el nuevo mantra que enaltece Oslo como capital verde europea 2019. “Tenemos una forma única de hacer de la sostenibilidad un proceso mismo para la construcción de los edificios”, explica esta experta. “Nuestro objetivo es minimizar la demanda de energía, favorecer la producción de energía local y apostar por las fuentes renovables”.

Justo en estas lides es en las que encontramos iniciativas como el edificio UNDER(un restaurante submarino que abrirá sus puertas en los próximos años en Noruega) o SVART (un edificio circular en plena costa que ha sido diseñado de forma elevada con unos pilares de madera, de tal modo que no se toque el suelo marino más de lo necesario). Es el conocido como formato PowerHouse, “la definición más estricta de sostenibilidad” que promueve Snøhetta.

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