La libertad está en peligro en Hong Kong, pero también podrían desaparecer todos estos derechos digitales

Alberto Iglesias Fraga
Manifestantes contra la ley de extradicción en Hong Kong
Manifestantes contra la ley de extradicción en Hong Kong
  • En julio, el Consejo Legislativo de Hong Kong procedió a modificar su Ley de Extradición, aplicando algunos de los principios exigidos por el régimen comunista de Pekín. 
  • La ciudadanía de Hong Kong ve esta ley como una concesión clave en la progresiva lucha de China por eliminar las diferencias legales, sociales y culturales entre el continente y esta zona especial.
  • En el marco de esta constante intención de China por restringir las libertades en Hong Kong, también hay en juego muchos derechos adquiridos en el mundo digital.

En los últimos meses, la ciudad de Hong Kong y sus 7,3 millones de habitantes han recuperado la primera plana informativa que no ocupaban desde julio de 1997. Fue en aquel mes, hace ya más de 22 años, cuando esta antigua colonia británica en Oriente fue devuelta a China.

En aquel momento, y como parte de los acuerdos para volver a formar parte del Gigante Asiático, Hong Kong se aseguró ser una de las dos regiones administrativas especiales del país, junto a Macao. Un status que conformó la estrategia llamada 'Un país, dos sistemas' que básicamente mantenía un régimen político diferente (y más democrático) en ambas zonas. Y, también, la garantía de respetar los derechos y libertades básicos que en la China Continental están más que restringidos.

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Pero en julio de este año, el Consejo Legislativo de Hong Kong procedió a modificar su Ley de Extradicción, aplicando algunos de los principios exigidos por el régimen comunista de Pekín. Entre otros cambios, la nueva norma permitía entregar a los residentes o visitantes acusados de un delito en China a sus autoridades, siendo juzgados en la zona continental y por tanto sin garantía ninguna de recibir un trato justo y transparente.

Aunque parezca que se trata de un ajuste legislativo menor, las implicaciones de este episodio son mucho mayores. Por lo pronto, hay pocos o ningún motivo para confiar en que la dictadura china no use esa ley para perseguir a disidentes políticos o periodistas críticos. La norma especificaba que no se aplicaría ni en delitos políticos y económicos, pero nadie apostaría por el cumplimiento de ese punto.

Y, en segundo lugar, la ciudadanía de Hong Kong ve esta ley como una concesión clave en la progresiva lucha de China por eliminar las diferencias legales, sociales y culturales entre el continente y esta zona especial. De hecho, las protestas masivas que se vienen sucediendo en estas últimas semanas no son las primeras que se viven en la antigua ciudad inglesa por este mismo motivo: en 2004 hubo una manifestación con más de medio millón de asistentes contra la Ley de Seguridad Nacional y, algo más tarde (2014), hubo otra crisis social -"la revolución de los paraguas"- cuya represión dejó más de 2.000 heridos.

Como telón de fondo a esta delicada situación, y en el marco de esta constante intención de China por restringir las libertades en Hong Kong, también hay en juego muchos derechos adquiridos en el mundo digital. No en vano, existen algunos temas a vigilar en los próximos meses en esta pugna que mantienen la democracia y la dictadura bajo un mismo manto nacional.

Censura en Internet

Por lo pronto, la primera gran diferencia entre China y Hong Kong en la arena digital radica en la censura imperante en la primera y la libertad absoluta que disfrutan en la segunda. De este modo, en la zona continental es completamente imposible (salvo que uses una VPN) acceder a ciertas plataformas como Facebook, Twitter o WhatsApp. Muchas de estas webs tienen réplicas o equivalentes locales, los cuales están supeditados a la vigilancia extrema -e injustificada- de las autoridades chinas. Por el contrario, en Hong Kong es totalmente libre su uso.

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Tampoco la prensa escapa a estas prohibiciones del gobierno chino. Muchos medios internacionales están censurados en territorio continental, especialmente cuando han sido críticos con las políticas de la dictadura local. Y, por supuesto, ningún medio local puede disentir de la línea política marcada por Pekín. En Hong Kong, como veremos a continuación, se mantiene (al menos parte de) esa independencia editorial.

Medios de comunicación

Lo que en realidad existe es un delicado equilibrio entre la teórica libertad de expresión y de prensa que sigue rigiendo en Hong Kong y la intención china de entrometerse hasta el punto de homogeneizar los medios de comunicación y bloquear cualquier comentario crítico a gran escala.

En ese sentido, la estrategia está siendo múltiple. Por un lado, inversores pro China han comprado medios como el diario matutino South China Morning Post, el semanario Ming Pao o el canal TVB. Por otro, en 2015, al secuestrar a cinco colaboradores de una editorial independiente, el gobierno chino demostró que no tenía miedo de atacar fuera de su jurisdicción. 

Para muestra, un botón. en 2002 Hong Kong ocupaba la posición 18 del mundo en libertad de prensa pero, en la edición de este curso, la excolonia británica está en el puesto 70 en la tabla de 180 países y territorios incluidos, según la última tabla publicada por Reporteros Sin Fronteras.

Temor a dejar un rastro digital e hipervigilancia

En las manifestaciones de estas semanas en Hong Kong se ha producido una escena de lo más particular: muchos de los manifestantes apuntaban con punteros láser o directamente rompían a pedradas algunas de las cámaras de vigilancia que rodean Hong Kong. 

Y es que las autoridades de esa ciudad son muy dadas a instalar equipos de videovigilancia, pero nada en comparación con lo que sucede en muchas urbes de China continental. Unos sistemas que, en manos de la dictadura china y su potente tecnología de reconocimiento facial, pueden ser empleados para rastrear el día a día de sus ciudadanos de manera masiva, saltándose cualquier principio de privacidad imaginable.

De hecho, el temor a dejar un rastro digital que pueda ser usado por el régimen comunista (que sería mayor en caso de una anexión total de Hong Kong a China) ha llevado a que muchas personas desactiven ya la geolocalización de sus móviles o borren su actividad en redes sociales para intentar no dar pista de que han formado parte de estas protestas. Por no hablar de aquellos que han cabiado WhatsApp por otras alternativas como Telegram, que prometen una mayor protección de las conversaciones frente a intromisiones de cualquier ente policial o servicio secreto.

Hasta tal punto ha evolucionado esta preocupación que miles de estos manifestantes decidieron pagar en efectivo por sus billetes de metro en lugar de usar la omnipresente tarjeta de transporte (Octopus) tan solo con el fin de evitar que quedara constancia alguna de cara al gobierno de sus movimientos.

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