Los datos que demuestran cómo la diferencia en la economía digital entre Europa y el resto del mundo se ha disparado

Alberto Iglesias Fraga
Europa, mapa
  • El sector TIC representa alrededor del 3,33% del PIB norteamericano, por el 2,16% de China o el escaso 1,66% de Europa en su conjunto.
  • Si miramos hacia las startups, la cosa no mejora: solo Reino Unido ha conseguido generar 62 unicornios en los últimos 20 años, frente a las 27 de Alemania.
  • Intentamos entender este fenómeno y las dos causas principales del mismo: la falta de inversión pública y la fragmentación del mercado europeo.

La batalla digital hace tiempo que se articula en torno a dos polos muy distantes pero bien identificados del globo: Estados Unidos y China. Ambos son los epicentros donde radican las sedes de las principales compañías tecnológicas, los países que más benefician la innovación (ya sea mediante una legislación laxa o con subvenciones estatales masivas) y donde más se están notando los efectos de la conocida (y repetida hasta la saciedad) transformación digital.

Sin embargo, cabe considerar donde queda Europa en este particular mapa, cuál es el papel que le corresponde al Viejo Continente en esta nueva película. Es un debate que viene de lejos y que lleva preocupando durante años a la Unión Europea, sabedora de que perder el tren de esta aventura puede tener consecuencias económicas y sociales de una importancia extraordinaria.

Pero hasta ahora la mayoría de las posiciones de la UE han sido defensivas. La prueba la tenemos en que el papel de Bruselas en los últimos meses ha sido más conocido por las sanciones milmillonarias a Google y otras multinacionales de EEUU que por incentivos a la innovación digital. Es cierto que existen mecanismos de inversión destinados a estos lares (H2020 y otras muchas ayudas, a saber, las articuladas a escala nacional por Red.es) pero sus resultados no impiden que sigamos lastrados frente a la competencia internacional.

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Y los datos, que es a lo que vamos en este artículo, constatan este problema de base. Por ejemplo, cuando comparamos el peso del sector TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) sobre el PIB (Producto Interior Bruto) de Europa, China y Estados Unidos. Según datos equiparables de la Comisión Europea y McKinsey, el sector TIC representa alrededor del 3,33% del PIB norteamericano, por el 2,16% de China o el escaso 1,66% de Europa en su conjunto.

Si desgranamos estas cifras por países comunitarios, lo que se denota es una enorme desigualdad entre las regiones del norte y del sur del continente. Así pues, Finlandia (3%), Suecia (2,8%), Países Bajos (2,6%) o Dinamarca (2,2%) oscilan en cifras similares a las de EEUU y China; mientras que Grecia (1,1%), Italia (1,2%), España (1,3%), Francia (1,5%) o Alemania (1,5%) tiran hacia abajo de la media europea.

Si nos atenemos al ecosistema emprendedor, a las startups de base digital que se han gestado en los distintos países europeos, la cosa no pinta mejor. Desde 1999, y de acuerdo a cifras de Dealroom.com, solo Reino Unido ha conseguido generar 62 unicornios (startups valoradas en más de 1.000 millones de dólares), mientras que la siguiente nación en la lista es Alemania a una considerable distancia: tan solo 27 compañías de este nivel que nacieron en tierras germanas en los últimos 20 años. Países Bajos (13) y Suecia (11) completan la tabla, con 47 otros unicornios repartidos en todo el continente durante estas dos décadas.

La lectura de estos datos sobre unicornios europeos es, de nuevo, agridulce. Si bien es cierto que el ritmo de startups de más de 1.000 millones de dólares se ha disparado entre 2013 y 2019, no es menos cierto que lo ha hecho a un ritmo mucho menor al de Estados Unidos y muchas naciones asiáticas. Y eso provoca que tampoco podamos presumir de liderar el ecosistema emprendedor digital a escala internacional, ni mucho menos. Por no contar que algunos de esos unicornios acaban convirtiéndose en empresas cotizadas en Estados Unidos (léase Spotify), con lo que se pierde gran parte de su contribución o representatividad europea.

Todo ello a pesar de que es obvio el potencial del sector digital en el éxito o el futuro de la economía europea. En el tercer trimestre de 2018, la Unión Europea creció apenas un 0,2% en su conjunto (la peor tasa de los últimos cuatro años, cuando estábamos en plena crisis económica), mientras que la industria tecnológica europea crecía hasta cinco veces más rápido en ese mismo período. 

¿Por qué sucede esto?

Las razones por las que la Unión Europea está quedándose atrás en esta batalla digital son muchas, pero el consenso de los analistas dicta dos grandes motivos que explican este fenómeno.

El primero de ellos es el papel del sector público a la hora de impulsar la innovación tecnológica de forma decidida. Estados Unidos mantiene numerosos y suculentos contratos con las grandes multinacionales tecnológicas (principalmente a través de licitaciones militares) y China es directamente un mercado supervisado por el régimen comunista que está detrás de las holgadas finanzas de muchas de sus grandes compañías. En cambio, en Europa la inversión pública se queda muy atrás para plantar cara a sus rivales.

En ese sentido, un informe del Foro Económico Mundial de este mismo año recomendaba doblar el porcentaje de inversiones dedicadas a la arena digital dentro de los presupuestos anuales de 2 trillones de euros de la UE. Además, el informe alentaba a establecer estándares de gobierno común en materia digital para los servicios públicos, de manera que se pudiera acelerar la transformación digital de la propia Administración.

Esta falta de homogeneidad es, de hecho, el segundo y último de los factores a tener en cuenta. Mientras que China o EEUU son mercados ingentes, con numerosos consumidores ávidos de comprar tecnología, en Europa lo que nos encontramos es con 28 pequeños mercados que no son iguales ni tan siquiera interoperables en muchos casos. Esta fragmentación del mercado es un gran lastre a la hora de que se produzcan grandes inversiones tecnológicas en la región, lo que se solucionaría con la llegada del tan cacareado como inexistente mercado único digital.

 

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