En qué se diferencia una hipoteca de un préstamo normal

contrata una hipoteca contigo mismo y ahorra para comprar una casa en el futuro

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  • Las diferencias entre un préstamo personal son notables, aunque muchos españoles aún tienen el desconocimiento de cada método de financiación.
  • Sigue leyendo para ver cuáles son las particularidades de cada crédito.
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En el plano de las finanzas personales siempre aparece, más allá del gasto, del ahorro y del concepto de planificación, la importancia de la deuda.

Para tener una educación financiera más extensa es necesario saber diferenciar determinados términos. En este sentido, muchos usuarios desconocen cuáles son las distintas particularidades entre una hipoteca y un préstamo normal y corriente. 

Endeudarse es un concepto bastante común tanto si te quieres comprar una casa como si buscas adquirir un vehículo. Generalmente, se necesita de financiación para acometer gastos elevados. 

La deuda siempre es deuda, pero hay algunas diferencias. ¿Por qué un crédito hipotecario no es igual que un préstamo al consumo? Hay algunos conceptos que debes tener en cuenta.

Las diferencias entre los conceptos

La hipoteca se orienta exclusivamente a la adquisición de un bien inmueble, y es el mecanismo financiero adecuado a tal fin. Sin embargo, debe ser utilizada en consecuencia a unos factores que van más allá del hecho de si en el momento es posible o no asumir las cuotas.

Según Ricardo Gulias, director de RN Tu solución hipotecaria, hay que tener algunas cosas bastante claras: “en primer lugar, el endeudamiento que va a suponer. Aunque la hipoteca se considera una deuda sana, lo cierto es que mensualmente va a suponer un coste. Si a esto le debemos sumar, por ejemplo, un préstamo personal para cubrir la parte de financiación que no cubre la hipoteca, los gastos, etc. tal vez el nivel de endeudamiento sea mayor del que realmente puede soportar nuestra economía”.

No supone el único aspecto al que prestar atención. También, es importante sobredimensionar nuestra economía más allá de lo realista. Si algo estamos aprendiendo en las últimas décadas, es que aquellos tiempos de economías sólidas que se mantenían en el tiempo ya no existen. 

El factor imprevisto debe estar siempre dentro de las posibilidades. Sobredimensionar el gasto adquiriendo compromisos hipotecarios superiores a los que en una circunstancia distinta a la actual podemos hacer frente, no es una buena idea.

En términos generales, el consejo sería entender la hipoteca como una herramienta para la financiación racional de una vivienda que sí podemos permitirnos, para la que tenemos dinero ahorrado suficiente como para cubrir la diferencia de financiación, y sobre la que estamos razonablemente seguros de que no supondrá un problema económico en cuanto a la amortización de sus cuotas.

De este modo, a comienzos de Siglo, con la explosión de finales del siglo pasado de ladrillo, el volumen de hipotecas aumento de manera exponencial. Se vivió la época de dinero fácil en el que el acceso a las hipotecas era realmente sencillo, de hecho, mucho más sencillo que hoy en día.

Se generó una auténtica furia hipotecaria en la que, desafortunadamente, muchas personas se vieron atrapadas y, con la crisis de 2008, y sobre todo con los efectos posteriores a comienzos de la pasada década, se convirtieron en trampas financieras muy complejas de las que, aún día, muchas personas no han conseguido salir.

Una de las características de aquella época fue el concepto de hipoteca abierta capaz de financiar cualquier cosa. 

Esto se traducía en que, no era infrecuente, encontrar personas que habían incluido en su hipoteca no solo los gastos relativos a la vivienda, gastos de constitución, etc., sino otros bienes como, por ejemplo, la adquisición de coches, e incluso, en casos extremos, gastos como el pago de unas vacaciones. Esto queda mismo nos parece ciencia-ficción, puede hecho una práctica extendida.

Como es obvio, con la distancia, y con el tremendo resultado de la crisis hipotecaria, no parece muy interesante incluir el coche en un préstamo hipotecario a 25 o 30 años, cuando probablemente ya ni siquiera tenemos en coche, y con unos intereses brutales. Sin embargo, entonces aquello parecía natural.

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