Los directivos autoexigentes fijan objetivos más estrictos a las personas que trabajan para ellos, según un estudio

Sawdah Bhaimiya,
Un jefe enfadado agitando el brazo a un trabajador dormido en su oficina.
Un jefe enfadado agitando el brazo a un trabajador dormido en su oficina.

Los trabajadores de mayor rendimiento no siempre son los que mejor dirigen a las personas que tienen a su cargo, ya que suelen fijan objetivos demasiado exigentes. 

Así lo ha reseñado un nuevo estudio que se ha centrado en la observación del Principio de Peter y que ha sido coordinado por el profesor adjunto de la Universidad de Economía y Empresa de Viena, Christoph Feichter. El estudio se ha basado en investigar la manera en que los directivos fijan objetivos basándose en sus propias experiencias

En los experimentos, en los que participaron 144 estudiantes voluntarios y 181 voluntarios en activo, Feichter estudió el rendimiento de los participantes de edad universitaria en tareas de nivel inferior antes de "ascenderlos" a la supervisión de otros. Estas tareas incluían la resolución de problemas matemáticos y una prueba de memoria. 

Cuando los voluntarios ascendieron y tuvieron que fijar objetivos para otros en esas mismas tareas, el investigador descubrió que los participantes se vieron influenciados por su propia experiencia. 

Los que hacían bien las tareas solían establecer objetivos más altos para los que realizaban las mismas funciones, lo que mostraba un sesgo. En cambio, los supervisores que fijaban objetivos para tareas diferentes a las suyas no tenían ese sesgo observado anteriormente.

Este "sesgo de experiencia", ha explicado Feichter a Business Insider, se produce cuando un directivo se basa demasiado en sus propias experiencias a la hora de establecer objetivos para sus empleados.

"La gente tiende a dar demasiada importancia a sus propias experiencias y a menudo no tiene en cuenta otra información porque piensa: 'Yo mismo lo he vivido, sé cómo funciona'", indicó el investigador.

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Consecuencias de este sesgo

El "sesgo de experiencia" corre el riesgo de ser un problema generalizado en sectores muy jerarquizados como la banca o el derecho, donde los jóvenes deben trabajar cientos de horas antes de poder ascender, apuntó Feichter. 

También puede generar que los empleados se sientan frustrados. Establecer objetivos poco realistas significa que hay un "punto de fuga" para los trabajadores en el que las tareas se vuelven completamente "desmotivadoras".

"La gente entiende que no tiene ninguna posibilidad de lograr sus tareas y simplemente se rinde", aseguró el experto. "Entonces se convierten en un problema. Si los trabajadores no tienen la sensación de poder alcanzar los objetivos, esto puede disminuir su motivación y su rendimiento."

El investigador ha señalado que este sesgo puede perjudicar a departamentos y empresas enteras: "No es sólo un empleado el que sufre por unos objetivos demasiado altos, sino todo un departamento o un grupo más amplio".

Feichter ha indicado que el primer paso para combatir este sesgo es la empatía; los directivos que son conscientes de su propia exigencia son menos propensos a fijar objetivos injustos a sus trabajadores.

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