La recesión puede pararse: es probable que la economía de EEUU se salve, pero la bolsa no lo hará

Puede que la economía estadounidense evite una recesión, pero incluso si lo hace el mercado de valores está muy jodido.

Tyler Le/Insider

  • Tras 12 años de fiesta, las acciones de la bolsa estadounidense están pagando el precio de la adicción del mercado a la deuda, y seguirán cayendo hasta 2024.
  • Cada pocas semanas, y sin ninguna prueba real, Wall Street tratará de convencerte (a ti y a sí misma) de que el mercado bajista está terminando: no hagas caso.

Da igual si la economía estadounidense entra en recesión o no: la bolsa (en el futuro previsible) está jodida de todas formas.

A priori, los problemas a los que se enfrentan el mercado y la economía pueden parecer los mismos. Ambos están tratando de hacer frente a los excesos, aunque la realidad es que esos excesos son muy diferentes. 

En lo que respecta a la economía, Estados Unidos está experimentando una violenta inflación creada por la pandemia; la demanda reprimida chocó con la falta de oferta a nivel general, desde trabajadores hasta aparatos. Como si de una plaga de langostas se tratase, la inflación se está comiendo el crecimiento económico, elevando los precios y anulando los aumentos salariales. 

Sin embargo, algunos de los factores derivados de la pandemia que nos han traído hasta aquí (como los cuellos de botella de las cadenas de suministro) se están normalizando. Y existe la posibilidad de que podamos resolver los desajustes de los 2 últimos años sin entrar en una recesión propiamente dicha.

Pero, las turbulencias que experimenta el mercado bursátil son diferentes. Se trata de una feroz corrección de más de una década de duración, la caída tras un ciclo alcista. Sabíamos que se había formado una burbuja y que iba a estallar cuando los tipos de interés subieran. 

Lo que no sabíamos era lo violenta que sería la caída: la inflación que asola la economía ha llevado a la Reserva Federal a subir los tipos más rápido de lo que Wall Street había imaginado. Eso, a su vez, ha empujado al mercado por un precipicio tan empinado que aún no somos capaces de ver el fondo.

"No importa si se trata o no de una recesión técnica. Es un mercado bajista", me comentaba un prestigioso gestor de fondos. 

La antigua China, con una economía que crecía rápidamente y una sociedad que se abría lentamente, ha desaparecido.

La economía puede salvarse...

La resaca que sufre la economía mundial es ya una historia conocida. Volver a ponerla en marcha ha sido como arrancar un coche viejo que llevaba años abandonado en la nieve. Las cadenas de suministro atascadas, la caótica demanda de vivienda, la escasez de mano de obra y la guerra han hecho subir la inflación en todo el mundo. 

El IPC en EEUU subió un 7,7% en octubre con respecto al año pasado, por debajo de la tasa prevista del 7,9%, lo que sugiere que quizá la inflación haya tocado techo y siga enfriándose. Es una señal positiva, pero sigue siendo mucho más alta que el objetivo del 2% de la Fed.

Cuanto más sube la inflación, más difícil es deshacerse de ella. Así que la Reserva Federal está tomando medidas drásticas para combatirla: en pocos meses ha subido los tipos al 4% desde el 0%. Al hacerlo, espera encarecer el acceso a los préstamos a particulares y empresas, lo que contribuirá a frenar el flujo de dinero y a enfriar la demanda de viviendas, coches, trabajadores, etc.

Si la economía se ralentiza, la demanda (en teoría) se ajustará a la oferta y hará bajar la inflación. Y está claro que la Reserva Federal y su presidente, Jerome Powell, están comprometidos a hacer lo que sea necesario para volver a situar la inflación en su objetivo del 2%. 

¿Cómo sé esto? Porque Powell lo dice cada vez que puede. De hecho, ha afirmado explícitamente que prefiere pasarse subiendo los tipos y arriesgarse a una recesión que bajarlos demasiado pronto y ver cómo se mantiene alta la inflación.

"Si apretáramos demasiado, podríamos entonces utilizar nuestras herramientas con fuerza para apoyar la economía, mientras que si no conseguimos controlar la inflación porque no apretamos lo suficiente, la inflación se afianzará. Queremos asegurarnos de no cometer el error de no apretar lo suficiente o de aflojar la política demasiado pronto", explicaba en una rueda de prensa.

A pesar de este duro discurso, hay indicios de que la economía puede ser capaz de sobrevivir a esta embestida de la inflación y a la dura medicina de la Fed. El crecimiento del empleo sigue siendo sólido: Estados Unidos añadió 261.000 puestos de trabajo en octubre, superando las estimaciones de los analistas de 200.000. 

Los ingresos medios por hora aumentaron un 4,7%, por debajo del 5% de agosto, pero siguen siendo fuertes. El gasto de los consumidores se ha mantenido, y muchas empresas esperan una buena temporada de compras navideñas. Y, en lo que respecta a la inflación, los problemas de la cadena de suministro que hacen que los precios se disparen parecen estar disminuyendo, y los elevadísimos alquileres de apartamentos y casas están empezando a bajar. 

En una nota a sus clientes, los analistas de Goldman Sachs comentaban que las finanzas del sector privado estaban más sanas "que en la víspera de cualquier recesión estadounidense desde la década de 1950", y añadían que esta fortaleza ayuda a "aumentar las probabilidades de un aterrizaje suave".

Payasos de Wall Street

... pero la bolsa no

Aunque los expertos parecen ver una posibilidad de que la economía salga indemne de esta situación, no se puede decir lo mismo del mercado. Esto se debe a que la bolsa no está tratando de corregir un par de años de excesos; su situación se parece más al de una enfermedad que se ha cronificado.

Todo esto se remonta a la medida de la Fed de mantener los tipos de interés al 0% tras la crisis financiera de 2008. Aquel momento nos dejó sin demanda, sin apetito de riesgo y con una inflación demasiado baja en lugar de demasiado alta. Así que la Reserva Federal decidió hacer todo lo posible para empujar a inversores y empresas a ser más arriesgados, a gastar más e intentar hacer crecer la economía. 

Y funcionó, quizás demasiado bien. El mercado se calentó tanto que Wall Street acuñó el término TINA: "There is no alternative"(No hay alternativa). Había que estar sí o sí invertido en acciones, concretamente en las tecnológicas, porque eran las que más crecían. Como los tipos de interés eran tan bajos, las empresas que no ganaban dinero podían pedir préstamos para mantenerse a flote.

Las acciones estaban al alza, por lo que los inversores estaban dispuestos a esperar con paciencia que las empresas obtuviesen beneficios, siempre que pudieran mostrar crecimiento. Este modelo de negocio se vio especialmente en Silicon Valley. Desde Uber hasta DoorDash o Carvana, las compañías que no ganaban dinero no solo podían sobrevivir, sino prosperar

El resultado ha sido un mercado en el que un joven apasionado y sonriente llamado Adam Neumann puede levantar una empresa de 45.000 millones de euros; o un mercado en el que Tesla se convierte en el fabricante de automóviles más valioso del mundo a pesar de vender menos de un millón de coches al año.

En 2018, Wall Street tuvo un adelanto de lo fea que sería esta burbuja una vez que estallara en serio. El intento de subir gradualmente los tipos de interés provocó una implosión sistemática en estas acciones sobrealimentadas. 

La economía era lo suficientemente fuerte como para soportar las subidas (el desempleo era históricamente bajo y la inflación estaba controlada), pero la bolsa tuvo su peor año desde el colapso financiero de 2008. Así que la Fed dio marcha atrás. Después de 10 años de política de tipos de interés cero, estaba claro que los cimientos del mercado no eran sólidos.

Se suponía que el año 2020 serviría para que la bolsa se adaptase a una pequeña subida de tipos. Pero la pandemia ha dado al traste con todo eso. Para sostener la economía durante los paros, la Fed volvió a su libro de jugadas posterior a 2008. Ello implicó que el mercado bursátil volviese a disfrutar de las condiciones que lo habían impulsado al alza durante más de una década, pero más exageradas. 

Esta vez, los inversores retail abieron cuentas de Robinhood y compraron todo tipo de empresas sin fundamento, inflando la burbuja aún más que antes. Desde la mayor caída durante la pandemia, en marzo de 2020, hasta el punto álgido de la subida, en diciembre de 2021, el S&P 500 obtuvo una rentabilidad del 107%. El Nasdaq, con un alto componente tecnológico, ganó un 130%. 

Esto nos lleva a este año. Al igual que en 2018, una vez que la Fed comenzó a subir los tipos, el mercado cayó, pero esta vez con más fuerza.

 

El S&P 500 ha caído un 17% desde que los tipos empezaron a subir. El Nasdaq ha bajado un 29%. Incluso con alguna mejora reciente, esto es lo que Wall Street considera clásicamente un mercado bajista, y apenas ha hecho mella en los beneficios obtenidos mientras todos compraban como un grupo de marineros borrachos de permiso en tierra. 

Hace unas semanas, Justin Simon, fundador de la empresa de inversión Jasper Capital, me explicó que para que el mercado vuelva a los niveles anteriores a la crisis le queda una caída de entre un 30% y un 40%. 

Podría bajar más, y podría tardar años en hacerlo. El momento no está claro, porque este es un mercado bajista y no funciona según nuestro calendario, pero es seguro decir que las cosas se pondrán feas durante el próximo año, si no más.

La caída será un proceso espantoso para los inversores. Los mercados bajistas se mueven a trompicones, con enormes caídas y repuntes. Lo aconsejable es ser escéptico. La maquinaria de Wall Street se encargará de dar un sinfín de tontas razones por las que el supuesto alivio está a la vuelta de la esquina, pero no será así. 

Si no reconoces el mercado bajista como lo que es, malinterpretarás cada nuevo mínimo del mercado, lo que puede complicar notablemente las inversiones. Lo que parecerá obvio dentro de 2  años puede ser difícil de aceptar ahora mismo.

"Estas subidas se recordarán como oportunidades. Pero lo que realmente hacen es absorber a la gente", me seguía contando el legendario gestor de fondos.

Falacias y cuentos de hadas

Cada pocas semanas, y sin ninguna prueba real, Wall Street tratará de convencerte (y de convencerse a sí mismo) de que Powell está perdiendo los nervios, de que el mercado bajista está terminando. No hagas caso de todo eso. Aunque se reduzca el ritmo de las subidas de tipos de la Fed, Powell no dejará de subir, porque la salud de la economía está en juego. Las acciones pueden desplomarse.

En 2018, las pequeñas subidas hicieron tambalearse a la bolsa porque estaba en una burbuja. La única diferencia ahora es que la burbuja es mayor y (gracias a la inflación) las subidas son más pronunciadas, lo que significa que la caída es aún más brutal de lo que habría sido antes. 

Pero esos son solo los precios de las acciones. No cuentan toda la historia de lo que ocurre en la economía estadounidense, ni siquiera en las empresas del país. FactSet pronosticó que el S&P 500 registraría un descenso de los beneficios interanuales este trimestre. Eso es malo para las acciones, porque las empresas necesitan la actividad económica para obtener beneficios. 

Pero esta desaceleración se produce después del mejor año de beneficios empresariales desde 1950, cuando se emitían series como El Llanero Solitario. Las empresas tienen un colchón, aunque no lo hagan tan bien como el año pasado, cuando gastábamos dinero en efectivo como un grupo de niños de 14 años en el Claire's de su centro comercial local.  Es posible que los despidos se limiten solo a las empresas más dinámicas.

Si la economía será capaz de soportar más subidas de tipos sin caer en una recesión es una pregunta abierta que el mercado no puede responder. Lo único que pueden hacer las acciones es caer de una manera espectacular que no ha sido ni trimestral, ni de años, sino de más de una década. Y lo único que podemos hacer los demás es quitarnos de en medio.

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