La economía del miedo: cómo los shocks extremos nos llevan a tomar decisiones absurdas

Homer Simpson en su trabajo en la planta nuclear de Springfield.

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A la hora de tomar decisiones, tendemos a pensar que somos como Sheldon Cooper o el comandante Spock: calculadores y precisos. La realidad es que nos parecemos bastante más a Homer Simpson.

El premio Nobel de Economía Richard Thaler expuso en su teoría del comportamiento hasta qué punto los factores psicológicos, como la tentación o el miedo, influyen en nuestra toma de decisiones de consumo, haciendo que "nos parezcamos más a Homer Simpson que a Mr. Spock". 

Los Homer economicus, como Thaler los llamaba, tendemos a tomar decisiones absurdas, a veces motivadas por puro placer y, otras, por las circunstancias que nos rodean. Y cuando en ellas entra en juego el pánico, pasamos directamente a ser Homer en la central nuclear de Springfield, apretando botones al azar.

Pasó en marzo de 2020 con el papel higiénico y la levadura, y ha vuelto a ocurrir en 2022, con la guerra de Ucrania: las estanterías de los supermercados se han vaciado de aceite de girasol, a pesar de que España es el principal productor mundial de aceite de oliva, y de que en los hogares apenas se consume aceite de girasol.

Que haya temor al desabastecimiento de aceite, cuando España es principal productor mundial de aceite de oliva, es absurdo, avisaban desde la OCU.

La situación se ha agravado con el paro de transportes. En estos momentos, el riesgo no es de desabastecimiento, pero sí hay un temor creciente a que los productos no lleguen a los supermercados por las huelgas. 

El viernes, representantes políticos como Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid, salieron a pedir a los ciudadanos que "no hicieran acopio" de alimentos, porque si bien no había riesgo de desabastecimiento en Madrid, dejarse llevar por el pánico sí podría provocarlo. El sábado, en Gijón, la huelga de los transportes llevó a Lidl a cerrar puntualmente dos supermercados por falta de stock.

"En los momentos de alteraciones externas, y este es uno, porque hay una amenaza, la gente se asusta, y el principal motivo de las decisiones económicas es hacer acopio o dejar de invertir", explica Octavio Granado, analista de la Fundación Alternativas y ex secretario de Estado de Seguridad Social.

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Cuando se produce un crack bursátil, esa misma lógica lleva al común de los mortales a salir en estampida o dejar de invertir, cuando según el razonamiento financiero es el momento óptimo para hacerlo, dado que los valores están por los suelos.

80 años después seguimos comprando con mentalidad de posguerra

Granado cuenta cómo en la facultad uno de sus primeros trabajos fue estudiar qué compró la gente de su ciudad en el supermercado el 23-F. Ese lunes en que Antonio Tejero perpetró un Golpe de Estado fallido, los españoles compraron sobre todo harina, legumbres y aceite. Precisamente los biene de los que hubo escasez durante la Guerra Civil. 

Con el final de la Guerra Civil, en mayo de 1939, la falta de alimentos llevó al régimen de Franco a imponer un régimen de racionamiento. Durante más de 10 años se limitó el consumo de patatas, arroz, pan, legumbres o aceite. 

En 1981, los españoles hicieron compras de lo que habían tenido racionado 40 años antes. En 2020, más de 80 años después, las compras de harina se llegaron a disparar un 200%.

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Es el mercado, amigo

Pero, ¿y qué ocurre con los mercados? La teoría económica clásica argumentaría que los mercados acabarán con estos comportamientos aberrantes. "Creo que esa idea es una muestra de no entender cómo funcionan los mercados", apuntó Thaler.

Cuando los consumidores cometen errores en sus compras, "las empresas pueden tratar de enseñarles cuál es el coste de su descuido o pueden diseñar una estrategia para explotar esa situación y conseguir más ganancias. Esta última opción siempre será más rentable".

En plena burbuja inmobiliaria, no había muchos bancos aconsejando a hogares poco solventes no embarcarse en la compra de una casa. Todo lo contrario, llegó el fraude de las preferentes, los impagos, los embargos hipotecarios. Según datos de los registradores, en 2012 los bancos se quedaron con 30.034 viviendas.

En 2022, y a raíz del pánico a la escasez de aceite, los supermercados han empezado a racionar el aceite de girasol. Un cartel con la frase "limitación de compra de aceite de girasol y semillas por persona y día" cuelga de las estanterías vacías de diferentes cadenas de supermercado. 

Esa limitación de compra no sólo es ilegal (según la Ley 7/1996 del Comercio minorista, no están autorizados), sino que tampoco tiene lógica, teniendo en cuenta que, de haber menor producción de aceite, los efectos no se notarán en el corto plazo.

"Muchos operadores aprovechan de forma especulativa el temor de la población, que a su vez toma decisiones absurdas por puro miedo. Es lo que pasó con el papel higiénico y la levadura en 2020, y ahora está pasando con el aceite, incluso de oliva. Se han vaciado las estanterías", explica Granado.

El fracaso del ensayo-error en situaciones de vida o muerte

En nuestras acciones cotidianas, tendemos a movernos por ensayo-error. En su teoría, Thaler pone el siguiente ejemplo:

"Considera la siguiente lista de actividades económicas: decidir cuánta leche comprar, elegir un suéter, comprar un coche, una casa, seleccionar una carrera, elegir una pareja, ahorrar para la jubilación. La mayoría de los hogares dominan el arte del inventario de leche a través de la prueba y el error. Si compras demasiado, se echa a perder; si compras muy poco, harás un viaje extra al supermercado".

Pero no es posible seguir esa misma mecánica con todos los bienes. "Pocos de nosotros compramos coches con la frecuencia suficiente para dominar cuál es la mejor decisión de compra", añade.

De la misma forma, cuando la vida coloca al ser humano ante un shock extremo, el miedo y la incertidumbre no permiten jugar al ensayo-error, porque sentimos que es una cuestión de vida o muerte.

La teoría económica clásica, defendida desde Adam Smith hasta Milton Friedman, se apoya en la tesis de que los individuos tomamos decisiones de forma racional en un mercado eficiente, con el objetivo de sacar el mayor beneficio de cada situación.

Esto, en palabras de Thaler, implicaría asumir que los individuos somos "tan inteligentes como el economista más inteligente", y que además tenemos "una fuerza de voluntad infinita, ya que eligen lo que es lo mejor, no lo que es momentáneamente tentador".

Esa clase de individuos, a los que Thaler llama econs, no existen. Simplemente somos humanos.

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