De tomarse una cerveza a pedir muebles, ahora todo es lento y más molesto: por qué los economistas no tienen forma de medir algunos de los efectos de la inflación

Camarero trabajando en una terraza
  • La inflación puede anticipar muchos problemas a futuro sobre el bolsillo de los españoles, pero hay otros factores que no puede medir.
  • Los problemas de suministros y de escasez de mano de obra en algunos sectores repercuten también negativamente sobre los consumidores.
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El aumento de los precios, o inflación, es un término que puede resultar denso y alejado de la realidad. Es cierto.

Es difícil poder aterrizar a la tierra esos efectos. Funciona como un virus: silencioso en el inicio y cuando se empieza a incubar, pero desagradable cuando se desarrollan los primeros síntomas. Que la compra salga paulatinamente más cara es como la tortura China de la gota. Cuando te quieres dar cuenta tu presupuesto no alcanza lo mismo que antes. Sobre todo, si el sueldo no ha mejorado ostensiblemente. 

Estos meses de recuperación pandémica están permitiendo a la gente de a pie darse algunos caprichos como salir a cenar. De hecho, es posible que quizá sea una de las actividades preferidas de los usuarios españoles en cuanto al ocio se refiere. 

Seguro que nadie puede evitar fijarse en los precios ahora. Algunos dobles de cerveza han pasado de los 1,5 euros a los 2 euros. Es el pan de cada día y no solo en la bebida. En algunos de los bares típicos se ha incrementado el precio de las raciones. Es el efecto directo de la inflación y lo que los economistas definen como la automatización de estos patrones cuando los precios tiran al alza

Es una situación habitual, claro está. 

No obstante, también se deben poner sobre la mesa otras preguntas que hacen plantearse que la situación actual es diferente a la de otros periodos inflacionarios sobre dichas experiencias particulares: ¿por qué se está esperando mucho para ser atendido? ¿Por qué los platos tardan más de la cuenta en llegar a la mesa? Y la excusa no tiene que ser siempre decir “está el sitio a tope”. No al menos con la tasa de desempleo actual. 

Aunque resulte paradójico, esas cuestiones responden a algo que impacta directamente la economía, pero que ningún economista tiene datos reales para contrastarlo. 

Las principales medidas de inflación del país, el IPC, rastrea los cambios de precios en una amplia gama de bienes y servicios. Se han mantenido elevados en los últimos meses a medida que los cuellos de botella de la cadena de suministro empeoraron y el sector energético se tensionó, pero no cuentan la historia de la lenta y molesta experiencia descrita anteriormente.

Los tiempos de espera para ir a cenar a un restaurante, recibir un mueble en casa o poder conducir un coche nuevo se han disparado en los últimos meses. Es un problema complejo. En algunos sectores los empresarios apuntan a una escasez de mano de obra que, sin embargo, a veces contrasta con unas condiciones salariales que no incentivan las contrataciones. En otros casos se trata de un problema de 'stock', ya sea por la tensión de las cadenas de suministro o por la escasez de chips a nivel global.

Por ejemplo, en Madrid es casi imposible ya salir a comer o cenar si no se ha reservado previamente. Empresarios de la restauración están abriendo varios turnos de comida para poder organizarse. Todo, por el repunte de la demanda y por las carencias en la parte de la mano de obra.

Prueba a encargar un mueble y a ver cuánto tiempo tarda en llegarte a casa. O trata de hacer el pedido de un lavavajillas nuevo. Los tiempos están trastocando la capacidad de generar ingresos.

La inflación está cambiando el tablero del juego. Lo que obtenías por el mismo precio antes de la pandemia ya no lo puedes asumir. El problema va más allá de la cesta de la compra. Redunda en el dinamismo de muchas actividades.

Además, en España, a diferencia de Estados Unidos, aún no está habiendo mejora en la parte de los salarios, lo cual agrava aún más el problema.

¿Qué se puede anticipar y no desde la teoría económica?

Una de las características clave de los índices de inflación como el IPC es el conocido como el "ajuste hedónico". Consiste en tratar de averiguar cuánto ha cambiado la calidad del producto y ajustar la inflación para tener en cuenta el hecho de que los productos más caros no son solo inflación, sino también calidad mejorada. 

A medida que la calidad de los bienes y servicios cambia con el tiempo, se busca el ajuste de precios para ver si estás consiguiendo más o menos “productos” con el dinero.

El ejemplo clásico es, efectivamente, las televisiones: en la década de los 90, un televisor de pantalla grande costaba más de 1.000 euros, pero también era enorme, incómodo y, en general, tenía una calidad de imagen borrosa. En 2021, puedes obtener una televisión de 50 pulgadas por menos de 500 euros. Una gran disminución en el precio en sí mismo, pero que también tiene un efecto fotorrealista.

La resolución es mayor, permite conectarse a internet… De este modo, para sentir ese aumento en la calidad se tiene en cuenta en las estimaciones de precios de la Oficina de Estadísticas Laborales para Estados Unidos para los televisores, que han experimentado una disminución del 98% en su índice de precios desde 1990.

Sin embargo, no es realmente posible medir los cambios hedónicos para muchas cosas. Contar el número cada vez mayor de píxeles en una pantalla de televisión es una cosa, pero cuantificar el efecto del servicio en un restaurante con exceso de trabajo es otra.

La Oficina de Estadísticas Laborales en Estados Unidos, por ejemplo, solo mide el ajuste hedónico para una fracción de los bienes y servicios de la cesta del IPC, debido a esas dificultades. Incluso, sin tener en cuenta esos cambios de calidad difíciles de medir, los precios de actividades como las comidas en un restaurante han estado aumentando desde la pandemia.

Algunos analistas, al respecto, sí han notado una posible inflación hedónica oculta. Alan Cole, economista de Full Stack Economics, puso el ejemplo del desayuno complementario insatisfactorio durante una estadía reciente en un hotel, mientras que Neil Irwin, analista de The New York Times, citó recientemente varios ejemplos de este tipo de "inflación sombra" en un artículo, según recoge Business Insider.

El camino de la recuperación tras el COVID-19 no ha estado dictado por la actividad económica, sino por la propagación del coronavirus. Ahora, a medida que la inflación emerge en áreas más allá de los precios simples, está obligando a repensar la efectividad de los indicadores típicos de la economía. Es un momento completamente anómalo. 

El IPC y otros indicadores son referencias claras. Pero hay otras cosas que están sucediendo en la actualidad que son difícilmente medibles.

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