¿Es realmente necesario ir a la Universidad hoy en día?

Redacción TICbeat,
Estudios universitarios

No podemos negar que cuando se tiene cero experiencia, un título ayuda a tener un poco más de peso a la hora de incorporarse al mercado de trabajo. Lo mismo ocurre en el caso contrario, en el que si se opta a un puesto para el que no se ha estudiado, es muy posible que nuestro currículo quede por debajo del de las personas que solicitan lo mismo pero sí están graduadas en la materia en cuestión. Aún más si tienen un master o alguna clase de título superior.

Sin embargo, eso no significa que se necesite un título universitario, algo que requiere de un tiempo y un coste que no todas las familias pueden afrontar. Lo del dinero es algo tradicional en el escenario educativo de Norteamérica y que hasta ahora poco o nada tenía que ver con el caso español, pero en los últimos años, con las políticas de recorte y las modificaciones en el ámbito universitario, la situación empieza a ser similar, con la consecuencia de que ya no siempre está al alcance de cualquiera sufragarse una carrera universitaria.

Lo usual es que un joven de 18 años no esté en condiciones de diseñar con precisión cuál va ser su “plan de vida”, por lo que lo lógico es que haga lo que le dicen sus padres y amigos y lo que la sociedad tiene como norma desde hace décadas: Ve a la universidad... Pero ¿es realmente necesario hoy día?

Algo más que educación

Antes que nada debemos considerar que la Universidad ofrece mucho más que solo educación. Es un gran lugar donde encontrarse a uno mismo y tratar de descubrir qué es lo que quiere ser en la vida. No ya a qué quiere dedicarse (que eso debería haberlo decidido ya y en función de ello estudiar una cosa u otra), sino qué tipo de persona quiere uno ser. En esta etapa probablemente el estudiante hará amigos que luego se convertirán en un círculo de apoyo y una posible red de contactos.

La Universidad es mucho más que estudiar, es prepararse para la vida. Sobre todo en el caso de los jóvenes que tienen que desplazarse a muchos kilómetros del hogar familiar. En estos casos, la Universidad suele ser el lugar donde empiezan a valerse por sí mismos y eso puede ser liberador y aterrador al mismo tiempo.

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Para el filósofo Ortega y Gasset, en su ensayo “Misión de la Universidad”, las dos tareas que debía tener la Universidad de su tiempo era formar profesionales competentes y cultivar el desarrollo del saber científico. Sin embargo, ya en aquella época (el texto data de 1930), el pensador echaba en falta la misión con la que se creó la Universidad en la Edad Media: formar personas con una cultura humanista que les permita transitar por la vida con coherencia: "Comparada con la medieval, la Universidad contemporánea ha complicado enormemente la enseñanza profesional que aquélla en germen proporcionaba, y ha añadido la investigación, quitando casi por completo la enseñanza o transmisión de la cultura”.

Estemos de acuerdo o no con Ortega, la etapa universitaria suele ser una experiencia que se recuerda el resto de la vida y unos años que muchas veces marcan la frontera entre la inocencia de la juventud y la madurez de la edad adulta.

A mejor puesto, mejor retribución

Según la Encuesta Anual de Estructura Salarial publicada por el Instituto Nacional de Estadística (los últimos datos se publicaron en 2015 y corresponden al año 2013), la ocupación es una de las variables que más influyen en el nivel salarial. Así, destaca la gran diferencia que se daba en dicho año entre el grupo de Directores y gerentes con el resto de ocupaciones. El salario de dicho nivel fue un 127,3% superior a la media (alcanzando la cifra de 51.594,26 euros anuales), y destaca mucho frente a las ocupaciones menos remuneradas, que corresponden a los Trabajadores no cualificados en servicios y los Trabajadores de los servicios de restauración y comercio (que se movieron entre los 12 y 14 mil euros anuales).

En esta encuesta ya no se alude a la diferenciación según el nivel de estudios, cosa que sí reflejaba la anterior edición (referida al año 2010). En aquélla se afirmaba que los trabajadores sin estudios, o que no han completado la Educación primaria, tuvieron una remuneración inferior en un 25,1% al salario medio, mientras que los licenciados universitarios percibieron un salario anual un 57,4% superior. Así, para el INE las diferencias salariales entre distintas titulaciones oficiales son notables y el salario anual crece a medida que aumenta dicho nivel.

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Si salimos de nuestras fronteras y miramos a los EEUU, los datos estadísticos también son reveladores. En 2014, el Instituto de Política Económica norteamericana difundió que los graduados universitarios ganaban un 98% más por hora que los no graduados. Claro que en este territorio está muy implantado el valor de tener unos estudios superiores ya que, como decíamos al principio, en general los que tienen un título universitario han invertido tiempo y mucho dinero en una formación que en EEUU es notablemente costosa.

Inteligencia emocional Vs Inteligencia académica

Si tener una carrera fuera una garantía de ganar más dinero, entonces los profesores universitarios deberían ser ricos… Pero desde luego no es así. ¿Por qué? Porque no es lo mismo inteligencia emocional (o práctica) que inteligencia académica. La primera consiste en saber aprovechar el talento y las habilidades de uno de la manera más adecuada en cada momento, aportando el máximo valor en el trabajo y sabiendo transmitirlo a los demás. Eso que se suele denominar como “la escuela de la vida”.

La inteligencia académica sólo demuestra que uno ha sido capaz de absorber muchos conocimientos, quizá más que otras personas, pero no significa que los puedas poner en práctica de la mejor forma posible. Estudiar en la Universidad o sacarte un master puede darte inteligencia académica, pero la emocional dependerá de muchos otros factores.

Se trata de algo que han estudiado muchos autores a lo largo de los últimos años, y la conclusión parece que es que para triunfar en la vida lo mejor es echar mano de la inteligencia práctica. Algunos estudios incluso han concluído que el nivel de cociente intelectual no tiene nada que ver con la posibilidad de ganar más dinero en tu vida profesional. Esto no significa que debamos desechar los estudios universitarios, pero sí que hay que pensar un poco más cuál sería la educación correcta para nosotros, es decir aquella que nos permita potenciar nuestras habilidades al máximo y, al tiempo, potenciar nuestra inteligencia emocional.

¿A qué te quieres dedicar?

En los tiempos que corren, esta crucial pregunta ha cobrado más importancia que nunca, no ya para elegir la carrera universitaria a cursar sino también para plantearse si realmente es necesario hacerlo. Si tienes muy claro que quieres ser directivo o ejecutivo de una gran empresa probablemente no tendrás muchas dudas y tendrás que cursar Administración y Dirección de empresas y/o un MBA. Pero si quieres dedicarte a otro tipo de profesiones como, por ejemplo, diseñador o programador, tendrás que plantearte primero si quieres formar parte de una gran empresa de forma exclusiva o prefieres trabajar de una forma más libre, como autónomo.

Si eliges el segundo caso, en principio podríamos decir que no es necesario acudir a la Universidad, porque es menos probable que te haga falta un título superior cuando trates de conseguir que alguien te encargue un trabajo, aunque éste sea para una gran empresa. En este caso, tus estudios y tu curriculum interesarán mucho menos que tu portfolio y tu capacidad para demostrar que eres capaz de hacer frente al proyecto que te proponen en base a tus trabajos anteriores.

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Si por el contrario te decantas por el mundo empresarial, probablemente te será imprescindible mostrar el título. Ten en cuenta que este ámbito suele estar compuesto de gente de generaciones anteriores que siguen creyendo firmemente que un título universitario te hace más adecuado para ciertos quehaceres profesionales.

¿Y si quieres emprender?

Si ya te has planteado a qué te quieres dedicar, existe la posibilidad de que tu elección esté relacionada con emprender. Aunque en España (y en Europa en general) sigue existiendo un déficit en cuanto a educación para el emprendimiento, en los últimos años es un tema candente y que poco a poco irá a más. Así, no serán pocos los estudiantes que vean en el emprendimiento una futura salida profesional.

En estos casos, el futuro emprendedor debe plantearse si realmente es necesaria la carrera para lograr sus objetivos. Al fin y al cabo, ¿por qué gastar esos preciosos años que se necesitan para sacar una carrera y endeudarse estudiando algo que probablemente no necesitemos y nos suponga estancarnos? Después de todo, puede que una ventaja inicial de unos años (los que dura la carrera) nos otorgue una ventaja importante para encontrar el éxito profesional.

La universidad, en rasgos generales, no prepara a los alumnos para ser emprendedores, incluso está muy extendida la idea de que ni siquiera les prepara para el verdadero trabajo, para la calle, para la vida, ya que los planes de estudio son usualmente demasiado teóricos. La universidad ofrece conocimientos relevantes y estructurados, que son muy importantes, pero que probablemente no son esenciales para un emprendedor. El emprendedor se forma haciendo, no diciendo. En la universidad se piensa, se repite y se dice, pero pocas veces se hace.

Para muchos, ser emprendedor es algo que se lleva en la sangre, y que más que estudios necesita fomentarse. Existen muchísimos ejemplos de personajes exitosos que no obtuvieron un título universitario, y aunque desde luego no es nuestra intención decir que ésta no sirve para nada, no está de más recordar algunos de ellos como Henry Ford o Walt Disney, o personajes más contemporáneos como los mismísimos Bill Gates y Steve Jobs.

Cambiar la perspectiva

Por tanto, hay que preguntarse ¿Realmente necesito estudiar ese máster y luego este otro para lograr ese trabajo? ¿Es realmente necesario empezar de becario, trabajar gratis no se cuantos meses para hacer méritos en conseguir un contrato? Y yendo un pasito más allá, ¿realmente necesito ganar mucho dinero para ser feliz? ¿O necesito un trabajo en el que me pueda desarrollar profesional pero también personalmente? Que me dé dinero, por supuesto, pero con el que poder vivir bien, sin lujos pero haciendo lo que me gusta, siendo feliz. La respuesta es complicada, qué duda cabe, pero es algo que hoy más que nunca debemos plantearnos antes de decidir si nos merece la pena o no, ir a la Universidad.

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