Contrabando y productos falsificados: las claves en la financiación de un ataque terrorista

Pavel Ramírez
Militante del Estado Islámico (ISIS) en Raqqa, Siria, en el año 2014.
Militante del Estado Islámico (ISIS) en Raqqa, Siria, en el año 2014.

El exjuez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón ha comentado este miércoles en Hoy por Hoy de la Cadena Ser su paso por el congreso Contrabando, Falsificación y Financiación Terrorista que se celebró la semana pasada en Bruselas y en el que participó como experto para hablar de la financiación de los grupos terroristas. Un ámbito crucial para combatir el terrorismo.

En dicho congreso, organizado por la Fundación Schuman, "se trató de poner en común experiencias desde diferentes ámbitos para ver esa multiplicidad de medios de financiación y cómo se aplican al terrorismo global y, en definitiva, al terrorismo yihadista. Y, también, para ver cómo se emplean no necesariamente grandes medios, pero sí todos los medios".

En este sentido, Garzón ha destacado que los métodos de captación son "de lo más variopintos, jugando no sólo con los mecanismos tradicionales, sino también con otros más sofisticados, como por ejemplo las criptomonedas, la financiación a través de mecanismos alternativos como el hawala [un tipo de transferencia informal utilizada en gran parte del mundo árabe], que es ancestral pero que está fuera de todo el circuito de control económico occidental".

Llevar a cabo el 11-M costó 9.441 euros

María Garzón, hija del exjuez de la Audiencia Nacional y autora del libro Suprema injusticia, también ha estado presente en el programa conducido por Toni Garrido, en el que ha especificado cuánto costó financiar el peor ataque terrorista en Historia de España, el 11-M. "A veces cuesta muy poco hacer una acción terrorista. En el caso del 11-M, apenas 9.441 euros. Pero, en el caso [del atentado de] Niza, alquilaron una furgoneta", ha explicado.

Es más, incluso el mayor ataque terrorista registrado en Occidente hasta la fecha, el 11-S, costó "no más de 500.000 dólares", según ha recordado Baltasar Garzón, quien ha señalado que "hay dos tipos de financiación [de los grupos terroristas]: la macrofinanciación y la microfinanciación. Financiar un atentado dentro de los grupos autóctonos dentro del movimiento de la yihad global puede valer nada; prácticamente, el autoabastecimiento de un arma, de un cuchillo o de una furgoneta de alquiler para atropellar a gente".

Por el contrario, el exjuez ha destacado que "en la macrofinanciación se usan recursos naturales, la compra de petróleo, obras de arte...". Una serie de bienes fácilmente intercambiables en una economía de mercado globalizada. De ahí las suspicacias hacia ciertos gobiernos de Oriente Medio e, incluso, de Occidente ─Wikileaks llegó a publicar hace un par de años cables que vinculaban a la CIA con el ISIS─ por sus lazos con grupos considerados como terroristas pero con capacidad de adquirir y vender bienes de dudosa procedencia.

Contrabando y productos falsificados, claves en la financiación

Así, el contrabando y la compraventa de artículos falsificados se ha convertido en una de las insignias del terrorismo moderno. Y, volviendo al ISIS, aunque este grupo haya sido capaz de destrozar por completo el patrimonio histórico de lugares como Palmira, lo cierto es que en general obtiene mayores beneficios vendiendo obras de arte usurpadas que destruyéndolas.

Hace menos de un mes, la Policía Nacional detuvo en Barcelona a un anticuario y un marchante de arte por traficar con obras robadas en ciudades expoliadas por el Estado Islámico en Libia. Un sistema que permite al grupo terrorista financiarse y a los vendedores de arte obtener obras a un precio mucho menor que el estipulado por el mercado.

El último estudio de la Oficina de la UE para la defensa de Propiedad Intelectual estima que el valor de los bienes importados de contrabando, en 2013, fue de 461.000 millones de dólares. O, lo que es lo mismo, un 2,5% del comercio mundial de ese año. Sin embargo, según la Asociación Internacional de Cámaras de Comercio, esta cantidad podría dispararse hasta los 991.000 millones en 2022. Y buena culpa de ello la tendrán los grupos terroristas que continúan expoliando bienes en los territorios que controlan.

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