La pandemia de coronavirus lo deja claro: Europa debe elegir entre Estados Unidos y China

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de China, Xi Jinping, en una reunión en Pekín el pasado noviembre
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de China, Xi Jinping, en una reunión en Pekín el pasado noviembreREUTERS/Jonathan Ernst
Opinión
  • El impulso de China hacia el dominio económico y tecnológico mundial ha dejado a Europa a las puertas de una complicada decisión: elegir entre el gigante asiático y Estados Unidos, el socio habitual en las últimas décadas.
  • La pandemia de coronavirus pone en jaque a Europa, y especialmente a Alemania, que se está quedando sin tiempo para escoger entre Estados Unidos y China.
  • Los valores democráticos de Estados Unidos, en comparación con los valores autoritarios de China, deberían decantar la balanza.
  • Mathias Döpfner es CEO Axel Springer, la compañía matriz de Business Insider.
  • Este artículo es una columna de opinión. Los pensamientos expresador pertenecen únicamente a su autor.
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Las crisis siempre tienen la costumbre de aclarar algunas dudas. Lo mismo va a suceder con la pandemia de coronavirus.

Una vez que se vayan encontrando tratamientos para el virus, el debate sobre la reducción de las restricciones termine y la recesión enseñe las garras, toca arrojar luz sobre el orden mundial. Siendo más específicos: hay que aclarar las alianzas geopolíticas. ¿Dónde se encuentra Europa? ¿Del lado de Estados Unidos o de China?

Primero hay que desengranar algunas cuestiones y hechos. Estados Unidos, primera potencia de entre todos los países democráticos, se encuentra gobernado por un presidente narcisista, un hombre sin educación y con un carácter volátil que es poco práctico para las instituciones. La mitad de los norteamericanos y tres cuartas partes de los europeos no lo respetan.

Y sin embargo, ya sea por accidente, gracias a buenos asesores o a un instinto agudo, Donald Trump ha tomado algunas decisiones correctas. Bajó los impuestos para estabilizar la economía estadounidense, se retiró del acuerdo nuclear con Irán, dio su apoyo a Israel, aumentó la presión sobre Europa para que mostrase más solidaridad en la financiación de la OTAN y también ha presionado a una OMS que se ha mostrado poco eficiente.

China, por otro lado, es una potencia mundial no democrática, y actualmente está gobernada por un presidente poco vanidoso: un hombre que se muestra sensible, altamente educado y culto; una personalidad que piensa y actúa con una actitud consistente y altura de miras. Es decir, gobierna con una perspectiva a largo plazo que tiene en cuenta los intereses del estado chino.

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Se suele decir que Xi Jinping guarda cierto parecido con Winnie the Pooh, el oso de la conocida serie de dibujos animados. Debido a ello, la censura china prohíbe el uso y la imagen de Winnie the Pooh. Cualquiera que critique explícitamente al gobierno es castigado.

Supremacía gracias a la vigilancia digital

Xi Jinping ha sido Secretario General del Partido Comunista Chino y Presidente de la Comisión Militar Central desde 2012. En 2013, fue nombrado Presidente de la República Popular China, y en 2018 se levantaron todas las limitaciones en su mandato, lo que significa que puede continuar al mando de China durante toda su vida.

A lo largo de este tiempo, se ha dedicado a acelerar las reformas económicas que puso en marcha Deng Xiaoping en la década de los 70 y que adquirieron una nueva dimensión bajo el mandato de Jiang Zemin. Gracias a la vigilancia digital más severa, Xi Jinping ha conseguido empujar a China a una posición de dominio en todo el mundo, una expansión internacional que siempre ha mantenido una apariencia amigable y pacífica

El presidente chino, Xi Jinping
El presidente chino, Xi JinpingReuters/Pool

La fecha clave de esta estrategia es el 11 de diciembre de 2001, cuando China fue aceptada como miembro de pleno derecho de la Organización Mundial del Comercio (OMC), después de 15 años de negociaciones. Una gran decisión para China, pero quizás el mayor error que han cometido en los últimos años las economías de mercado occidentales.

Desde entonces, la producción de Estados Unidos en el producto mundial bruto (PMB) pasó del 20.18% en 2001 al 15.03% en 2019. La participación de Europa cayó del  23.5% al 16.05%, una reducción del 7.45% en menos de 2 décadas. Mientras tanto, la participación china ha aumentado del 7.84% al 19.24% en el mismo período, con una tasa de crecimiento anual del 9%.

El gran error fue exponer las economías de mercado democráticas a un capitalismo de estado que no es democrático, y que explota condiciones comerciales y competitivas de forma más fácil, ya que no sigue las mismas reglas. El resultado ha sido la asimetría, en lugar de la reciprocidad.

Después de aceptar a China en la OMC, no han ocurrido los cambios que esperaba occidente. China se ha vuelto más autoritaria, y se ha reforzado económicamente, mientras que los países occidentales se debilitan.

¿Y cuál es la conclusión de todo esto? Estados Unidos ha puesto en marcha una política de "desacoplamiento" de China. Por tanto, si Europa no quiere verse sometida por Pekín, debe decidir con cuál de los 2 países aliarse, y debe hacerlo pronto.

Suele decirse que lo más inteligente es tomar las mejores políticas de ambos sistemas. En esta ocasión no es así. Hay que tomar una decisión política fundamental: China o Estados Unidos. Ya no es posible caminar de la mano de ambos. La geopolítica ha llegado a un punto crítico con Donald Trump, aunque ya no se trata sólo de él.

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Por ello, la política exterior que mantiene Estados Unidos con China no cambiaría con el Partido Demócrata en el poder. Políticos de ambos bandos defienden la misma estrategía.

La Presidenta de la Cámara de los Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, del Partido Demócrata, no cede ni un ápice ante Donald Trump, y sin embargo, repondiendo a mi pregunta en la Conferencia de Seguridad de Munich sobre si estaba a favor de la política de Trump con China, contestó que tenian "un acuerdo al respecto", para sorpresa de los presentes.

Pelosi describió a China como "un gobierno que no comparte nuestros valores", e incluso los tachó de autoritarios. Muchos de los que permanecían en la sala de conferencias eran hombres de negocio que mantienen trato con China. Desde entonces, a todos les parece ingenuo pensar que un presidente del Partido Demócrata vaya a ser más amigable con China.

Mathias Döpfner
Mathias DöpfnerMax Threlfall

De hecho, un presidente demócrata podrían distanciar aún más a Estados Unidos de China, a pesar de los intentos de Trump de tachar al candidato a las primarias demócratas, Joe Biden, de ser blando con China. Biden fue uno de los primeros políticos internacionales en hablar en contra de los campos de reeducación chinos, que albergan a cientos de miles de presos.

El ascenso de China para convertirse en potencia económica mundial empieza a verse como una verdadera amenaza para los intereses de Estados Unidos. Y el amigo de tu enemigo también es tu enemigo. Por ello, si Alemania decide expandir su estructura 5G con Huawei, estaría ejerciendo una enorme presión sobre las relaciones transatlánticas. Sería un punto de inflexión, porque Estados Unidos dejaría de confiar en Alemania.

La alianza transatlántica está en riesgo

El presidente francés, Emmanuel Macron, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en la reunión del G20 en Hamburgo, en el norte de Alemania, en julio de 2017
El presidente francés, Emmanuel Macron, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en la reunión del G20 en Hamburgo, en el norte de Alemania, en julio de 2017JOHN MACDOUGALL/AFP via Getty Images

Washington ha dejado claro que no habrá cooperación en asusntos de Inteligencia con aquellos países que permitan que sus datos altamente sensibles queden en manos del Partido Comunista Chino.

Si Washington renuncia a este tipo de cooperación con Europa, las consecuencias serían devastadoras. Que Europa se alejase de Estados Unidos sería mucho más dañino que poner distancia con China, tanto en lo económico como en asuntos de seguridad.

Enfriar las relaciones entre Alemania y Estados Unidos significaría mandar al basurero de la historia la alianza que ayudó a construir una Alemania democrática después de la Segunda Guerra Mundial; un pacto que aseguró el suministro a Berlín durante el bloqueo de la ciudad, y que directa e indirectamente hizo posible la reunificación alemana.

Europa ha estado evitando esta cuestión geopolítica durante mucho tiempo, y ha llegado el momento de tomar una decisión. No está necesariamente relacionado con la crisis del COVID-19, y desde luego no tiene nada que ver con las dudas sobre dónde ha surgido el virus.

La pandemia ha puesto el foco en otro tipo de asuntos, especialmente en las diferencias a la hora de comunicar y en la propia gestión de la crisis, también en el concepto que cada sociedad tiene sobre lo humano. Los investigadores del Instituto Robert Koch (Alemania) estiman que China mantuvo el virus en secreto durante varias semanas que fueron decisivas, después minimizó su importancia, y al hacerlo facilitó su propagación por todo el mundo.

Empresas en crisis a precio de ganga

Sin embargo, es la recesión global lo que ha llevado a formular preguntas: ¿Debe permitirse que el capitalismo de estado de un país totalitario se infiltre o incluso se adueñe de industrias clave como la banca (Deutsche Bank), la automovilística (Daimler, Volvo), la robótica (Kuka) y los puntos clave del comercio (Puerto del Pireo)?

¡Esa es la razón por la que la cuestión de la alianza debe aclararse ahora y rápido! La crisis actual está debilitando enormemente la economía europea, lo que muy pronto podría colocar a los gobernantes ante decisiones extremadamente desagradables: ¿deberían ofrecer las empresas europeas a China por precios de ganga por culpa de la depresión económica? ¿O quizás se deben establecer ya unos límites claros?

Ha de aplicarse el principio de verdadera reciprocidad, es decir, China sólo podrá hacer en Europa lo que en China se permite hacer a Europa. Si no se traza esta línea, Europa podría sufrir un destino similar al de África y convertirse en una suerte de colonia China.

En palabras de Henry Kissinger:"si Estados Unidos y Europa no logran establecerse nuevamente como una comunidad de intereses compartidos, Estados Unidos se convertirá en una isla gigante y aislada, y la Unión Europea en un apéndice de Eurasia".

La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente chino, Xi Jinping, asisten a una firma de contrato en la Cancillería de Berlín, Alemania, el 5 de julio de 2017.
La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente chino, Xi Jinping, asisten a una firma de contrato en la Cancillería de Berlín, Alemania, el 5 de julio de 2017.Reuters

Hasta ahora, Europa prefiere situarse a medio camino entre ambos bandos, haciendo caer la balanza a uno u otro lado dependiendo de la situación, incluso creyendo que este oportunismo es signo de valentía e independencia. Sin embargo, esta equidistancia no puede mantenerse eternamente.

A la economía europea le gusta hacer tratos con China. Incluso los italianos han aceptado el ridículo eufemismo chino de la "Nueva Ruta de la Seda".

Cada vez se escuchan más alabanzas en Europa hacia la eficencia de la economía de mercado china, siempre ignorando que este éxito radica en un sistema de vigilancia digital hacia la población que no es más que una extensión de los métodos de la Stasi y la KGB en el siglo XXI.

Europa tiene dos opciones: puede continuar profundizando en la alianza transatlántica a pesar de Donald Trump, incluyendo la participación explícita y más cercana de un Reino Unido posterior al Brexit y otros aliados como Canadá, Australia, Suiza y los países democráticos de Asia. O puede estrechar lazos económicos con China, teniendo en cuenta que estos lazos económicos también son lazos políticos.

Si se escoge este último camino, los europeos podrían terminar abocados a vivir en una sociedad espantosa, del lado de China y de otros países asociados, como Rusia e Irán. Sería un cambio total de paradigma.

Las relaciones económicas con China parecen inofensivas para muchos europeos, pero pronto podrían conducir a la dependencia política y, en última instancia, al fin de una Europa libre y liberal. La Unión Europea tiene la posibilidad de evitarlo. Pero, sobre todo, Alemania, el motor económico de Europa, alberga esta responsabilidad.

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¿Debería potenciarse un pacto con un régimen autoritario o se debería fortalecer la comunidad de economías de libre mercado, que permiten sociedades democráticas y liberales? Es digno de destacar que la política alemana, con un indudable apego a lo moral, parezca tirar sus valores a la basura cuando China aparece en el horizonte. No sólo está en juego el tipo de sociedad en la que desean vivir los europeos, sino el propio concepto de humanidad.

Alemania y Europa deben tomar la decisión de estrechar sus lazos con Estados Unidos, y seguir un estricto proceso económico por el que se acabe dependiendo menos de China. Los detalles exactos de este proceso serán las grandes preguntas a formular en el futuro.

Sucedería tarde, pero no demasiado tarde. Sería caro, pero no demasiado caro. Alemania, por ejemplo, tiene un volumen comercial anual de alrededor de 200 mil millones de euros con China. Todo el comercio alemán está valorado en 2,4 billones de euros, por lo que la pérdida del comercio chino sería masiva, pero no insoportable. La recesión del coronavirus ya está llevando a Alemania a un nuevo y devastador escenario, pero esto brinda una oportunidad única para volver a elegir el camino correcto.

La cuestión sobre qué líder - Trump or Xi Jinping - resulta más simpático a ojos de la sociedad no es importante en esta decisión. Aunque hay que reconocer que el presidente norteamericano se empeña en dificultar este proceso.

Pero la alianza transatlántica, la comunidad de intereses y valores que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, debería ser más importante que la frustración generalizada por la forma de actuar de Donald Trump. De hecho, ya hay que empezar a pensar en la época posterior al gobierno de Trump. A pesar de todas sus dificultades, Estados Unidos sigue siendo la potencia más grande y exitosa del mundo libre.

Igual de engañosas son las referencias al hecho de que Estados Unidos también viola las leyes de protección de datos, o los principios del estado de derecho, que ignora los derechos humanos y comete muchos errores terribles. Hay una diferencia: China no tiene leyes de protección de datos para sus ciudadanos, ni estado de derecho. China no tiene oposición en el parlamento, ni libertad de prensa, ni libertad de opinión. Y China no respeta los derechos humanos tal y como se entienden en occidente.

La democracia muere en la oscuridad

From L-R, European Council President Donald Tusk, Canadian Prime Minister Justin Trudeau, German Chancellor Angela Merkel, U.S. President Donald Trump, Italian Prime Minister Paolo Gentiloni, French President Emmanuel Macron, Japanese Prime Minister
From L-R, European Council President Donald Tusk, Canadian Prime Minister Justin Trudeau, German Chancellor Angela Merkel, U.S. President Donald Trump, Italian Prime Minister Paolo Gentiloni, French President Emmanuel Macron, Japanese Prime MinisterReuters/Philippe Wojazer

Cuando ambos bandos cometen errores, no quiere decir que el camino correcto se encuentren en el punto intermedio. En realidad, depende del contexto en el que se cometen estos errores.

Los estados necesitan una constitución adecuada como mecanismo de autocorrección. La democracia puede morir en la oscuridad, pero la dictadura prospera en ella. En Estados Unidos, la gente se ríe de su presidente. Algo que está prohibido en China. Y el poder autoritario de este último incluso se extiende hasta Alemania. Cuando el Grupo Daimler (cuyo mayor accionista único es chino) citó al Dalai Lama, enemigo de China, en una publicación de Instagram, el CEO de la compañía, Dieter Zetsche, tuvo que disculparse 2 veces con el gobierno de Pekín. 

¿Es este el futuro de Europa?

Si la política europea, y especialmente la alemana, continúa dando los mismos pasos en un acercamiento hacia China, la situación acabará provocando que se enfríen las relaciones con Estados Unidos; también una subyugación a los intereses chinos.

La dependencia económica solo es el primer paso. En el futuro, quien domine el campo de la inteligencia artificial dominará económica y políticamente.

La gran ventaja de China es que no dispone de ninguna regulación que funcione como corrector democrático. Todo lo que sirva para fortalecer el estado unitario chino está permitido. Esto hace que China sea menos escrupulosa, pero también que avance a mayor velocidad.

Es probable que, en algún momento, Pekín supere a Silicon Valley. En este punto, Europa puede convertirse en factor decisivo para desiquilibrar la balanza. ¿Hacia qué lado se decantará?

La cuestión es bastante sencilla. ¿Qué tipo de futuro desean los europeos? ¿Una alianza con una democracia imperfecta o con una dictadura perfecta? El asunto va más allá de lo económico y la decisión debería ser fácil de tomar. Se trata del propio concepto de libertad, del Artículo 1 de la Ley Fundamental de Alemania, el término legal más grande que jamás haya existido: dignidad humana.

Esta es una columna de opinión. Los pensamientos expresados ​​pertenecen a su autor.

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