Mercados duales, 'pay as bid', subastas y tasas que acaben con los beneficios caídos del cielo: estas son algunas de las soluciones que proponen los expertos para abaratar la luz desde el origen

Ingeniero en una estación de electricidad
  • El precio de la electricidad en España en los mercados mayoristas marca máximos históricos día tras día y la factura se eleva ya casi un 25% por encima de la de 2020, según la OCU.
  • Este encarecimiento de la electricidad afecta sobre todo a los mercados regulados, que son los que se pueden permitir los consumidores con menos poder adquisitivo.
  • Como alternativa, los expertos plantean la necesidad de reformar el mercado eléctrico a través de instrumentos como los mercados duales, el 'pay as bid' o las tasas a los beneficios extraordinarios, entre otros.
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Desde que empezó el verano, se ha convertido en la pregunta del millón: ¿qué pasa con el precio de la luz? En estos meses, se han dado todo tipo de explicaciones para un incremento del precio de la electricidad que ha ofrecido, día tras día, cifras históricas

Hay quien culpa a las altas tasas de derechos de emisión de dióxido de carbono, unos bonos cuyo número es limitado y que se adquieren en mercados secundarios, con lo que estos quedan sujetos a las leyes de oferta y demanda: si la empresa debe pagar más por contaminar, el precio de la factura sube. 

Otros, por su parte, señalan el alto precio del gas, la materia prima de las centrales de ciclo combinado. Si Rusia cierra el grifo como lo está haciendo y China se dedica a acumularlo de cara a un invierno que los expertos creen que será aún más duro (durante esta época del año, el gas no solo genera electricidad, sino que calienta las casas), de nuevo, el precio sube. 

Al cóctel se añade una demanda disparada por el verano y por una ola de calor que ha dejado en España temperaturas superiores a los 47 grados. 

Se trata, en efecto, de una tormenta perfecta, de un cúmulo de circunstancias más o menos excepcionales que han coincidido para elevar el precio de la factura de la luz sobre todo en aquellos consumidores con menos poder adquisitivo que se ven obligados a acudir al mercado regulado, sujeto a los vaivenes del precio de la electricidad en su origen, el mercado mayorista.

Pero el problema no es solo para ellos. En el mercado libre, muchas facturas se indexan también con arreglo al precio de casación de la luz. Bajo esta modalidad, por tanto, solo algunos consumidores tienen la opción de poner pies en polvorosa y huir de la volatilidad con tarifas fijas. Lo hacen pagando un buen precio a cambio, claro.

El resultado es que, tomando como referencia una factura más o menos convencional, esta se ha elevado un 25% en lo que va de año con respecto a lo que se pagó por las mismas condiciones en 2020, según datos de la OCU. Pero detrás de este incremento hay algo más que eventos coyunturales.

El mercado eléctrico, un sistema en discusión

A pocos expertos escapa estos días que detrás del pico de precio de la energía en los mercados mayoristas de estos últimos meses hay un sistema de casación de precios marginalista. En él, simplificando mucho, los generadores de electricidad ofertan su energía a un determinado precio y los comercializadores exponen lo que están dispuestos a pagar en dos ejes distintos que, al juntarse, fijan el precio de casación del megavatio hora para todos. Quien entra dentro del rango queda casado y quien se pasa o se queda corto, queda fuera sin poder comprar o vender durante esa hora.

Se trata de un sistema de contrapesos que debía fomentar de un modo eficiente la obtención de una energía lo más limpia y lo más barata posible. El sistema, sin embargo, está ofreciendo dudas acerca de su capacidad para conseguir lo primero y está fracasando con estrépito en lo segundo.

Hubo quien lo vio venir. En abril del año pasado, con España cumpliendo sus primeras semanas de confinamiento, Natalia Fabra, catedrática del Departamento de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid, se lanzó a opinar sobre el sistema en una charla organizada por la Unión Española Fotovoltaica que aún se puede consultar en YouTube: "El sistema es ineficiente. Genera ineficiencias retributivas, tanto cuando hay beneficios como cuando hay pérdidas". 

En aquellos días, con casi toda la actividad económica detenida a causa de la pandemia, el precio de la electricidad en los mercados mayoristas andaba por los suelos a causa de la falta de demanda. "No puede ser que el sistema nos guste en unos momentos y nos parezca mal en otros", explicó Fabra. 

La experta ahondó además en que, desde el punto de vista estrictamente económico, el sistema flojea porque el coste de la producción de la compañía que sirve para casar el precio no equivale a la media de los costes de quienes entran dentro del mismo.

Hay expertos que no ven tan claro el cambio en el sistema: "No creo que quepa reformar el sistema de mercado marginalista. Es la modalidad de los mercados más evolucionados. La teoría dice que es el más eficiente porque aúna las expectativas de generadores y distribuidores. Otras opciones generan otro tipo de dinámicas de precios", explica al respecto José Luis Sancha, experto en el mercado eléctrico y autor de Presume de entender (a fondo) las facturas de la electricidad y el gas.

Corto plazo: una cuestión regulatoria

Conviene recordar, en todo caso, que existen mercados más allá del mayorista, que fija para cada hora de cada día el precio de la luz. Un ejemplo es lo que se conoce como mercados a plazos, que permiten pagar un fijo por la electricidad a meses vista. Pero de nuevo, huir de la volatilidad tiene un coste: "No sé si se podría obligar a las empresas a acudir más a estos mercados. En realidad, la teoría dice que les interesan, son la base de una buena gestión", detalla Sancha.

Enrique García, de la OCU, se muestra algo más proactivo. Desde la organización proponen varias medidas que creen que pueden aliviar el precio de la electricidad en el corto plazo. Entre ellas destaca, por ejemplo, que se mantenga la rebaja del IVA del 21% al 10% puesta en marcha hace unos meses por el Gobierno para aliviar algo la carga de las facturas y sacar de la misma todas las tasas que no tienen que ver con el propio gasto de energía, como el 5% del impuesto de electricidad y el 7% del impuesto de generación.

No obstante, uno de los grandes caballos de batalla de la OCU son los famosos beneficios caídos del cielo, es decir, la diferencia entre los costes de generación de electricidad de las centrales que no tienen que adquirir bonos para emitir dióxido de carbono y el precio de mercado que marcan en el pool tecnologías como los ciclos combinados.

"“Queremos garantizar que los consumidores se vean también beneficiados por el precio al alza del CO2 y que los beneficios que hoy van directamente a las cuentas de resultados de las empresas puedan también generar un beneficio positivo en la factura eléctrica de los consumidores domésticos e industriales”, dijo Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, a principios de junio, cuando el Gobierno puso sobre la mesa un anteproyecto de ley para abordar la cuestión.

"Hay muchas maneras de plantear mecanismos de compensación, desde imponer precios fijos hasta plantear tasas adicionales. Son necesarios para compensar un sistema que es privado pero que en realidad funciona como un oligopolio. Porque, en la práctica, si alguien que tiene mucho dinero y quiere poner una central hidroeléctrica, no le dejarán ponerla", recuerda García.

Largo plazo: las nacionalizaciones plantean más dudas que la necesidad de mercados alternativos

Todas estas cuestiones lleva explicándolas desde hace años Marcial González, doctorando del departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Carlos III de Madrid.

Pensando a largo plazo, para este experto existen maneras alternativas de organizar el mercado de la electricidad, aunque cada una de ellas plantea sus ventajas y sus inconvenientes. Se puede pensar, por ejemplo, en un mercado dual en el que se genere energía por un lado a través de nucleares y renovables y a la luz generada por estas se añada posteriormente la electricidad que procede de combustibles fósiles. El proceso es más barato y se dan menos beneficios caídos del cielo, pero en él se privilegia energía nuclear: no parece lo más ecológico.

Otra opción, explica González, es optar por el pay as bid, un sistema en el que cada uno recibe con arreglo a lo que ofrece. Mismo problema: se paga menos por la electricidad, pero se dejan de incentivar las energías limpias. Y otra dificultad: las empresas pueden formar cárteles para acordar precios, una práctica ilegal ante la que tendría que estar muy vigilante la CNMC.

Esto, por no hablar del notable problema que tendrían bajo este sistema las nucleares, que actualmente ofrecen su energía a coste 0 porque están dispuestas a aceptar cualquier precio de casación con tal de entrar en la subasta y no tener que apagar y encender su central, lo que les cuesta mucho más caro que regalar su electricidad. Con el pay as bid tendrían que ajustar sus precios a sus expectativas reales y podrían quedarse fuera.

Una tercera opción serían las subastas, que se pueden hacer de manera directa negociando directamente un precio fuera de mercado o fijando un precio mínimo de manera regulada. Estas, al ser a más largo plazo, explica González, entrañan el riesgo de que se pueden llegar a contratar más energía de la que se necesita, lo que obligaría a tirar dinero y electricidad. "Todas estas reformas, claro, tendrían que llegar impuestas desde la la UE", aclara el experto.

Más en el aire quedan otras opciones que se han planteado en las últimas semanas desde el Ejecutivo. Entre ellas, la creación de una sociedad estatal que gestione las centrales hidroeléctricas cuyas concesiones a empresas privadas vayan terminando. 

"Puede ser interesante para controlar el precio, sobre todo si funcionan no con la lógica del mercado, como hacen ahora, sino bajo una lógica en la que generen más electricidad precisamente cuando el precio está barato", explica González en alusión a episodios como los protagonizados en las últimas semanas por empresas como Iberdrola, que ha vaciado algunos de sus embalses más importantes aprovechando que las centrales de ciclo combinado ofrecen su electricidad muy cara y tiran del precio hacia arriba.

"Una de las mejores cosas de las centrales hidroeléctricas es que pueden elegir cuándo turbinar su agua y producir electricidad. Siempre lo han hecho bajo la idea de optimizar beneficios, no es nada nuevo", detalla González.

Ahora bien, considerando que algunas de las concesiones hidroeléctricas terminan dentro de 50 años, poner en marcha un proyecto así requerirá una planificación muy a largo plazo. Lo mismo sucede con otra palabra que se ha vuelto recurrente en las últimas semanas: nacionalización.

Invocada por unos como la panacea para todos los problemas y por otros como una maldición que atrae todos los males que hay en la Tierra, como en cualquier solución a largo plazo para el mercado eléctrico, todo depende de cómo se ejecute.

"A mí, antes, me deberían explicar qué entienden por nacionalizar. ¿El Estado va a endeudarse para adquirir acciones? ¿Se va a hacer por decreto? ¿Lo permite Europa? Una vez hecho, ¿cómo va a ser esa empresa? ¿Va a comercializar electricidad o solo la va a generar? ¿Va a ser pública o va a ser privada con participación del Estado, como Enel en Italia? A mí, por ahora, la finalidad de esa empresa pública no me queda clara", plantea González.

Mientras algunas de estas incógnitas se disipan, por ahora la UE se ha mostrado reacia a repensar el sistema. Por ahora, los consumidores tendrán que apañárselas solos para rebajar la factura de la luz, algo para lo que solo existe un camino: aprender sobre cómo funciona la electricidad. 

"En la OCU tenemos encuestas que dicen que solo uno de cada 4 consumidores saben que existe un mercado regulado y otro libre. Hay consumidores que han pagado durante todo un año una factura similar a la que tuvieron cuando llegó la tormenta Filomena. La mejor manera de pagar poco por la luz en este momento es tener una buena factura", zanja García.

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