Google se gastó 100 millones al año en globos aerostáticos gigantes para llevar internet a todo el mundo: así fracasó el proyecto, contado desde dentro

Astro Teller y Larry Page
Astro Teller y Larry Page

Jamie McCarthy/Getty Images; Justin Sullivan/Getty Images; Loon/Alphabet; Emmanuel Dunand/AFP/Getty Images; Samantha Lee/Business Insider

  • Alphabet anunció en enero que iba a cerrar su negocio de globos de internet, Loon.
  • El cierre se produce después de años de inflación de costes y dolores de cabeza geopolíticos para el equipo.
  • La compañía sigue intentando crear nuevas formas de ganar dinero con las líneas de crucero, las plataformas petrolíferas en alta mar, etc.
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Durante años, las imágenes de los globos de Loon eran frecuentes en los campus de Google. En ocasiones, los empleados encargados de presentar propuestas a clientes publicitarios introducían una imagen o una mención al proyecto en sus aburridas presentaciones cargadas de estadísticas. De vez en cuando, se podía ver un globo a la deriva en la presentación de bienvenida a los nuevos empleados de la empresa.

Sin importar dónde se divisase, significaba siempre lo mismo: Google es mucho más que una máquina de publicidad.

Pero el mes pasado, tras casi una década de desarrollo, la empresa matriz Alphabet puso en tierra el proyecto Loon. El deseo de la empresa de crear una internet global impulsada por globos aerostáticos quedó empequeñecido por los problemas financieros, la incapacidad de atraer más capital externo y el naufragio derivado del aumento de los costes.

Loon, que formaba parte de los "moonshots" de Alphabet –conjunto de proyectos enfocados más a largo plazo– era una idea especialmente próxima al cofundador y el antiguo CEO de Google, Larry Page.

Ahora, ha pasado a formar parte de un cementerio cada vez más grandes en el que descansan las ideas más audaces de la empresa.

En entrevistas con media docena de empleados, así como analistas, queda claro que cuando los ejecutivos de Loon empezaron a preocuparse por la financiación del proyecto, buscaban a su vez mejoras con la esperanza de atraer inversiones.

"Mi recuerdo de Loon es que la palabra arrogancia se utilizaba mucho", explica un exempleado que, como los demás en esta historia, ha hablado con Business Insider de forma anónima porque no está autorizado a hablar con la prensa. "Hablaban de sacar el experimento de la ciencia ficción y convertirlo en un producto comercial".

"El mensaje era que, para hacer algo audaz, tienes que tener un cierto grado de arrogancia".

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Mientras Loon quemaba unos 100 millones de dólares (83 millones de euros) al año, crecían las tensiones entre los empleados que querían gastar más en mejorar la tecnología y los que querían seguir adelante con lo que Loon ya había construido. La compañía sufría para conseguir cerrar contratos claves, pero a la vez exploraba nuevas líneas de ingresos como llevar internet a los grandes cruceros y a las plataformas petroleras en alta mar.

Esta es la historia de cómo Loon se convirtió en una de las ideas más ambiciosas y locas de Google – y cómo se estrelló contra el suelo.

Un portavoz de Loon ha rechazado comentar los detalles de esta historia.

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Instalaciones de Loon

Loon

En 2015, le pidieron a Larry Page en el Fortune Global Forum que nombrase uno de los proyectos a largo plazo del que más orgulloso estaba. Google había ampliado recientemente su estructura corporativa en Alphabet, la nueva empresa matriz que le permitía mantener sus experimentos más costosos al margen de Google, su principal motor financiero. 

Page no tardó en nombrar el "Proyecto Loon", dentro de la discreta división de moonshots de la empresa, conocida como X. La idea de Loon era extender el acceso a internet por todo el mundo utilizando una red de globos de helio que flotaban a 18 kilómetros del suelo, asociándose con empresas de telecomunicaciones para transportar sus servicios LTE a lugares de difícil acceso. 

Google sabía que parecía una locura, pero también creían que podría convertirse en un negocio por valor de más de 8.000 millones de euros.

"Hay muchos lugares en el mundo en los que aún no hay cobertura para teléfonos móviles. Creo que Loon podría cambiar eso", explicó Page, "de una forma que la mayoría de la gente no valora".

Otros competidores sí se habían dado cuenta de ello. Facebook también se apresuró a controlar la estratosfera mediante sus propios drones alimentados por energía solar, lo que supuso sus propios retos.

También estaba SpaceX, de Elon Musk, en la que Google acababa de invertir 900 millones de dólares (740 millones de euros) y que quería salvar la brecha digital utilizando una constelación de satélites que se elevaran mucho más en la órbita terrestre baja.

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Tal y como se supo más tarde, esto requeriría también al usuario en tierra firme la instalación de una antena especial. Con Loon, todo lo que necesitabas era un teléfono móvil.

En 2018, Loon se escindió en una empresa autónoma en el seno de Alphabet, lo que le dio su propia estructura corporativa, una plantilla y un esquema de incentivos, un proceso que a veces se denomina internamente "alfabetización." Si bien estas empresas disfrutan del respaldo de los profundos bolsillos de Google, también se ven empujadas a convertirse en viables comercialmente y a buscar inversiones externas.

Loon mantuvo su sede dentro de X, lo que le daba acceso a algunas de las mentes más brillantes y de los científicos más locos de Google cada vez que el equipo se encontraba con problemas de ingeniería. Entre ellos estaba el mismísimo capitán de los moonshots, Astro Teller.

Teller, que suele llegar a las reuniones en patines, defendió el proyecto aún más que Page, aunque fuentes cercanas a la compañía cuentan que su participación en el día a día de Loon tras la escisión fue mínima, más allá de formar parte de su consejo de administración.

La dirección de la empresa quedó en manos del CEO, Alastair Wingarth, y su equipo de ejecutivos, conocidos internamente como "A-Staff".

Loon se flexionó con los experimentos tempranos

Globo de Loon

Loon

Loon intentó mostrar su potencial pronto, a través de experimentos cortos.

En 2017, la  Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos (FTC, por sus siglas en inglés) cocnedió a Loom una licencia experimental para que los residentes de Puerto Rico volvieran a estar conectados después de que el huracán María destruyera la infraestructura de la isla. En 2019, Loon desplegó globos en Perú apenas 48 horas después de que el país fuera golpeado por un terremoto de magnitud 8 en la escala de Richter.

Pero los planes más importantes, los que realmente harían que Loon ganara dinero, estaban luchando por despegar, incluido un proyecto para llevar la cobertura LTE en su totalidad a Sri Lanka.

A principios de 2019 Loon levantó 125 millones de dólares (103 millones de euros) de la filial de SoftBank HAPSMobile, que estaba trabajando en la transmisión de acceso a internet desde drones a gran altura. El respaldo de SoftBank dio a Loon un importante apoyo y un socio estratégico en la estratosfera, de la que Facebook estaba ahora ausente.

"El equipo se había acostumbrado a ser un proyecto de I+D", comenta un antiguo empleado. "La entrada de SoftBank nos dio sentido de gobernanza y responsabilidad".

Al mismo tiempo, Loon invertía millones en investigación, desarrollo y en los salarios de los empleados sin obtener ingresos significativos.

La tecnología del proyecto fue mejorando poco a poco, pero cuando cerró sus puertas, los globos solo podían mantenerse a flote durante una media de 150 días, tras los cuales había que sustituir su película protectora y el helio. Algunos miembros del equipo opinaban que subir los globos más rápido y hacerlos durar más tiempo no solo los haría más eficientes, sino que haría a Loon más atractiva para los inversores externos.

Para conseguirlo, Loon construyó un nuevo y costoso sistema de lanzamiento en su sede de Winnnemucca (Nevada), una localización más alta que la que tenían, que hacía posible el lanzamiento de grandes globos, aunque nunca fue usada, según 2 extrabajadores.

Eso creó tensiones entre los líderes que creían que la compañía necesitaba más tiempo para perfeccionar la tecnología y los que querían que seguir con lo que tenían y conseguir acuerdos para atraer financiación, según afirman esos 2 mismos exempleados.

"No paraban de rediseñar la rueda", explica uno de ellos. "Yo no paraba de pensar que en algún momento alguien iba a entrar por esa puerta y empezaría a repartir cartas de despido. No se podía seguir así".

Los costes de Loon seguía creciendo. Al final de su vida útil, la empresa gastaba unos 100 millones de dólares (83 millones de euros) al año, según un reportaje de The Information del pasado noviembre. Otro exempleado familiarizado con las finanzas de Loon confirmó que esa cifra era exacta, y describe un gasto medio mensual de entre 10 y 15 millones de dólares (entre 8,25 y 12,4 millones de euros).

Loon exploró otras vías de ingresos para mantenerse a flote

Loon intentó conseguir ingresos dotando de internet a los cruceros

REUTERS/Lucy Nicholson

Otro antiguo empleado dice que dentro de Loon se entendía que, a medida que el mundo se volvía digital, la empresa no iba a ganar mucho dinero sólo con las comunidades desatendidas.. En cambio, veían más valor en construir una infraestructura de la que pudiesen sacar acuerdos más lucrativos. "El resultado final no iba a ser el globo", explica. "Este iba a ayudarnos a construir una estructura de hardware y software en la atmósfera".

"Había una especie de entendimiento por parte del equipo de que intentar ganar dinero con la gente que las compañías de telecomunicaciones había ignorado no era una buena estrategia", cuenta el empleado.

A principios de 2019, por ejemplo, Loon anunció un acuerdo para licenciar su software para los satélites de órbita baja de la empresa canadiense TeleSat.

Al mismo tiempo, los dirigentes pensaban en otras formas de ganar dinero.

En 2019, Loon comenzó a explorar la opción de transportar la conectividad a internet a los cruceros y mantuvo conversaciones con Carnival Cruises para un posible acuerdo, según 2 exempleados familiarizados con la estrategia. La empresa pensó que su tecnología podría ser complementaria a la cobertura por satélite ya existente, que a menudo puede ser lenta y poco fiable para los pasajeros. 

Esta colaboración tendría otra eficiencia: los globos que Loon iba a enviar a África sobrevolarían también el mar Caribe, por lo que la empresa podría hacer que suministraran internet a los cruceros durante su viaje, según un antiguo empleado. 

Loon también estudió la posibilidad de transportar la conexión a internet a las plataformas petrolíferas en alta mar, a las explotaciones mineras en tierra y a otros lugares de trabajo remotos, sobre todo a los que utilizaban equipos conectados a internet.

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Ninguno de estos proyectos llegó a ponerse en marcha. No fue hasta el verano pasado cuando Loon consiguió su primer despliegue comercial, al proporcionar cobertura de internet 4G LTE a casi 50.000 kilómetros cuadrados en Kenia junto a una empresa local de telecomunicaciones.

El CEO, Alastair Wingarth, dijo en declaraciones a The New York Times el año pasado que el equipo eligió Kenia porque era un país abierto a adoptar nuevas tecnologías, aunque les llevó 2 años aterrizar el proyecto. Al mismo tiempo, otro contrato para dar suministro a Perú estaba atascado en un infierno legal.

"¿Tener el visto bueno del gobierno y poner nuestros globos en la estratosfera? Eso fue complicado", cuenta un antiguo empleado. "Eso fue muy difícil".

Desbloquear más espacios hubiera permitido a Loon que los globos fueran compartidos por varios países. Por ejemplo, si un globo de Kenia se desviaba de su ruta, podría ser recolocado en Mozambique y ser utilizado allí. Clarificar esas rutas aéreas requería a Loon establecer sus destinos de forma eficiente – surfeando todos los vientos estratosféricos que pudiesen aparecer.

Pero a medida que fue pasando el tiempo, la compañía se dio cuenta de lo difícil que era cerrar esos acuerdos. Intentaron volar globos sobre Venezuela, que hubiera hecho más fácil acceder a otras partes de Sudamérica, pero el gobierno del país no les permitió hacerlo, cuenta un empleado.

Algunos gobiernos tenían reticencias para permitir que Loon estuviese en su espacio aéreo. Los empleados explican que no es raro que mandatarios extranjeros visitasen las oficinas e instalaciones de la compañía para supervisar su tecnología.

Mientras solucionaban los problemas geopolíticos, el dinero de SoftBank se agotaba rápidamente y pasaron todo 2020 intentando atraer nuevos inversores. Loon tenía algunas opciones, de las que la más prometedora era una segunda inyección de SoftBank, cuentan 2 empleados conocedores.

No se conoce la cantidad que Loon esperaba obtener en el nuevo acuerdo, pero uno de los empleados comenta que debía de ser superior a los 100 millones de dólares (83 millones de euros) para merecer la pena.

Cuando SoftBank y otras conversaciones se enfriaron, la compañía no veía un futuro en el que pudiese financiarse. Después de un turbulento 2020, el consejo de administración se reunió y decidió que era el momento de cerrar el grifo.

La decisión de acabar con Loon fue, finalmente, de Astro Teller.

Los empleados culpan al momento, la política y a las compañías de telecomunicaciones

Globo de Loon

Loon

Pocos proyectos de Google han atraído tanto el interés y la atención de la prensa como Loon en los últimos años. "Mantenía a Google sexy", comenta un extrabajador.

¿Qué mató a Loon? Depende de a quién le preguntes. Un empleado lo achaca a que subestimaron la complejidad de la geopolítica, otro que fueron las "estiradas" empresas de telecomunicaciones las que agravaron los problemas de regulación.

Mientras que la dirección parecía restar importancia a lo que hacían SpaceX y otros rivales en este ámbito, 2 de los antiguos empleados opinan que estas empresas representaban una gran amenaza a largo plazo. La decisión de Loon de jugar en un espacio incipiente significaba que destinaba más a I+D, pero la hacía menos atractiva para los inversores. 

"La viabilidad técnica de lo que hacía SpaceX estaba probada", cuenta uno de los antiguos empleados. "Llevamos lanzando satélites desde los años 60".

Incluso entre los moonshots con visión de futuro de Alphabet, como la división de ciencias de la vida Verily y la compañía de conducción autónoma Waymo, Loon fue difícil de vender a los inversores.

"Verily y Waymo tienen la ventaja de dirigirse a mercados que ya existen, por lo que es fácil de cuantificar", cuenta un exejecutivo que también pidió permanecer en el anonimato. "Es fácil argumentar la inversión y por qué tiene sentido".

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Mientras Loom sufría para encontrar financiación, miles de millones estaban siendo destinados a satélites que operaban a varios cientos de miles de metros de altura. En enero de este año, la empresa OneWeb anunció que había recaudado 400 millones de dólares (330 millones de euros) para seguir desplegando su red.

De ellos, 350 (casi 290 millones de euros) los puso SoftBank.

El caso de negocio de Loon también se ha hundido en los últimos años a medida que más partes del mundo se han conectado a internet, explica Ernesto Falcón, un alto consejero de la Electronic Frontier Foundation que se centra en la conectividad. También expone que creía que Loon tenía una batalla cuesta arriba para trabajar con las empresas de telecomunicaciones.

"Probablemente Loon fuese atractivo para las telecos porque ampliaba su red, pero si eras un gran jugador con un mayor alcance, no necesitas a nadie", comenta.

Alphabet se ha dado cuenta de que sus filiales queman efectivo con el tiempo. En una entrevista con Fortune el año pasado poco después de ser nombrado CEO de Alphabet, Sundar Pichai insinuó que habría más disciplina en lo que respecta a las moonshots. Pocos días después, Google cerró Makani, que trabajaba en cometas generadoras de energía.

"Creo que con las otras apuestas estamos en una fase en la que, aunque tenemos una visión a largo plazo, también queremos casar eso con la disciplina y asegurarnos de que lo están haciendo bien", explicó Pichai.

Tras 10 años de desarrollo, parece ser que Loon no ha conseguido alcanzar ese nivel. 

Quizás, al final, todo fue cuestión de tiempo. Otro antiguo empleado se preguntaba si Loon era simplemente demasiado ambiciosa y había nacido demasiado pronto. "Creo que buscaron antes de tiempo el camino a la comercialización, pensando que lo conseguirían con acuerdos con otras empresas de telecomunicaciones y la industria de los satélites", defienden los empleados.

"Si hubieran aguantado, todavía tendríamos un proyecto descabellado en Google X. Simplemente, intentaron crecer demasiado rápido".

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