Adam Neumann, el fundador de WeWork que dejó la empresa tras perder 1.600 millones de euros en 2018, vuelve a la carga: ahora quiere salvar el planeta mediante el blockchain

El fundador de WeWork, Adam Neumann.
El fundador de WeWork, Adam Neumann.

Jackal Pan/Getty Images; Jacqueline Larma/AP Images; Samantha Lee/Business Insider

  • Adam Newmann ha recaudado 70 millones de dólares (65,4 millones de euros) con Flowcarbon, su nueva empresa.
  • Esta quiere usar la tecnología blockchain para mejorar la compraventa de créditos de carbono, un mecanismo financiero que permite compensar la emisión de gases de efecto invernadero de las empresas pero que también es objeto de especulación.
  • Es la primera aventura de Newmann después de haberse visto forzado a abandonar WeWork, una ruinosa empresa de alquiler de espacios de coworking que llegó a ser considerada una estafa piramidal.
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Adam Newmann, el hombre que en 2019 pasó en cuestión de semanas de ser el próximo gran gurú de la economía del nuevo siglo a ser considerado poco menos que un estafador y un vendedor de humo de primer orden, vuelve a la carga.

Lo hace a través de Flowcarbon, una empresa que busca utilizar la tecnología blockchain para mejorar el mercado de compraventa de créditos de carbono, un instrumento financiero con el que las empresas pueden medir la emisión de gases de efecto invernadero y compensarlos.

Contemplados en el Protocolo de Kioto, auspiciado por la ONU y firmado por la UE en 2002, en esencia estos créditos dan a las empresas permiso para emitir dióxido de carbono a la atmósfera a cambio, por ejemplo, de la reforestación de una determinada zona del Amazonas.

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El problema viene en los mercados secundarios. Dado que se pueden comprar y vender, estos créditos son frecuentemente objeto de especulación entre las empresas. 

El pasado verano, sin ir más lejos, el desorbitado precio que alcanzaron en los mercados especulativos fue una de las razones aducidas por los expertos para explicar el alza de precios de la luz

Las centrales eléctricas de carbón, se dijo entonces, estaban repercutiendo al consumidor el sobrecoste de comprar unos carísimos créditos de emisión de dióxido.

Ni corto ni perezoso, Neumann, el hombre que creyó ver antes que nadie que el futuro de las oficinas estaría en el coworking, asegura haber dado con la solución a los problemas de estos mercados. Como tantos otros emprendedores, fía el futuro del planeta a una palabra: blockchain.

Junto con su esposa, Rebekah Neumann, y con la CEO de la empresa, Dana Gibber, ha fundado Flowcarbon. 

Se trata de una empresa que se define a sí misma como pionera tecnológica y que busca, mediante la tokenización de los créditos de carbono y el uso de la red blockchain Celo, acabar con buena parte de las ineficiencias del actual sistema de compraventa de créditos de carbono.

Pero no todo el mundo ve tan claro que esta sea la solución. Un amplio artículo del periodista Neel Dhanesha en el medio de comunicación Vox aborda esta cuestión.

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"Neumann quiere introducir los créditos de carbono en el blockchain. Pero hacer que los créditos de carbono sean más fáciles de comprar y vender no resuelve el verdadero problema de los créditos de carbono y las compensaciones, que es que se trata de un sistema roto. Facilitar el comercio de un producto roto no lo hace menos roto", empieza diciendo Dhanesha.

"Este es el argumento clásico que sostiene a casi toda empresa de criptomonedas, por cierto. La respuesta para todo en el mundo de las criptomonedas parece ser una mayor mercantilización. Pero, cuando se trata de salvar el planeta (como con la mayoría de las cosas en la vida), eso no es necesariamente cierto".

Flowcarbon, explica este medio, funcionará mediante la creación de un nuevo token criptográfico, llamado Goddess Nature Token o GNT (que se puede traducir como "token de la Diosa Naturaleza"). 

Esos tokens representarían créditos de carbono y los usuarios de Flowcarbon que quieran comerciar con créditos de carbono lo harían comprando y vendiendo esos tokens.

Y ahí empiezan los problemas. 

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A diferencia de las acciones o las criptomonedas, los créditos de carbono tienen que ser retirados del mercado para que tengan un impacto duradero y rastreable en la huella de carbono de una empresa o un individuo.

Es sabido que Google, por ejemplo, retira los créditos de carbono que compra poniendo fin a su comercialización para que nadie más pueda reclamar sus beneficios climáticos. 

Los usuarios de Flowcarbon, en cambio, no solo tienen la opción de retirar sus tokens, sino que también los pueden canjear por créditos de carbono convencionales fuera de la red blockchain o seguir comerciando con ellos. En resumen, pueden especular todo lo que quieran.

"Creo que están tratando de resolver algo que no es un problema", dice a Vox Robert Mendelsohn, profesor de Política y economía forestal en Yale (EEUU). 

"El tipo de cosas para las que el blockchain es bueno, como asegurarse de que nada se pierda, no es realmente un problema con el mercado actual. No es ahí donde se rompe el sistema. Lo que falla es que los créditos en sí mismos pueden no estar causando ninguna reducción de carbono".

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Estas reservas no han impedido al menos a un par inversores apostar fuerte por el nuevo proyecto rompedor de Neumann. 

En el momento de redacción de este artículo, cuando faltan todavía algo más de 9 horas para la puesta en marcha del proyecto, Flowcarbon presume ya de haber levantado 70 millones de dólares (65,4 millones de euros). 

Entre sus socios figuran, por ejemplo, los inversores de Silicon Valley Marc Andreessen y Ben Horowitz, que han entrado en el proyecto a través de su empresa de capital de riesgo de criptomonedas a16z. Otros inversores son la empresa de capital riesgo General Catalyst y Samsung Next.

La fe en Neumann contrasta con el último precedente

Tras fundar WeWork en 2010, una empresa especializada en el alquiler de espacios para coworking que llegó a a estar valorada en 47.000 millones de dólares, Neumann, el hombre llamado a ser el nuevo Steve Jobs, vio cómo su imperio se derrumbaba en semanas.

Ocurrió en 2019. Animado por unas rondas de financiación que veían a WeWork como la próxima gran empresa tecnológica, el emprendedor quiso sacar su empresa a bolsa. Al hacerlo, tuvo que hacer públicas sus cuentas. 

Estas revelaron unas pérdidas de 1.800 millones de dólares (1.600 millones de euros) en 2018. Todos los inversores supieron entonces que, con más de 4 millones de metros cuadrados de oficinas bajo gestión, lo que Neumann había creado no era la gran empresa tecnológica del mañana, sino una inmensa máquina de quemar dinero.

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El hallazgo no solo obligó a Neumann a dimitir en septiembre de 2019, apenas 6 semanas después de ver la luz, sino que sacudió los cimientos del mundo de las startups.

¿De verdad eran interesantes todas las empresas que los inversores decían que eran interesantes o era todo parte de una inmensa burbuja en la que perdían los últimos en llegar? ¿Son empresas como WeWork una especie de estafa piramidal?

Con estas preguntas todavía en el aire, Neumann se ha lanzado ya a su siguiente proyecto empresarial dispuesto a demostrar que es el visionario que muchos creyeron ver en él la década pasada. El tiempo dirá si lo es o si lo que ocurre en Silicon Valley es que existe una moneda que cotiza por encima incluso del dólar: la desmemoria.

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