Glovo crea su tercer centro tecnológico, que estará en Madrid y para el que contratará a 100 ingenieros

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Glovo

  • Glovo abrirá en Madrid su tercer centro tecnológico, para el que contratará a 100 ingenieros.
  • La compañía de reparto levantó a principios de abril la mayor ronda de financiación de una startup española, de 450 millones de euros.
  • Las entregas ultrarrápidas (Q-Commerce) es uno de los elementos clave de la estrategia de Glovo, que quiere ir más allá de la alimentación y tiene el desafío de afrontar los efectos de la Ley de Riders en España.
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La startup de entrega de pedidos a domicilio barcelonesa Glovo, protagonista hace dos semanas de la  mayor ronda de financiación de una startup española al recibir 450 millones de euros, ha anunciado este lunes la creación de su tercer centro tecnológico, que estará situado en sus oficinas en Madrid y para el que contratará a 100 ingenieros.

Este hub tecnológico, que se une a los que la compañía ya tiene en Barcelona y Varsovia (Polonia) estará centrado en la mejora de la experiencia de los usuarios de Glovo y el desarrollo de las entregas ultrarrápidas de todo tipo de productos, lo que la compañía denomina Q-Commerce (por el inglés quick commerce o comercio rápido), y que fue una de las claves de la última ronda de financiación.

Según el director tecnológico de la compañía, Narek Verdian, la apertura de este centro tecnológico forma parte de la "enorme apuesta estratégica" que Glovo pretende hacer para "consolidar su posición de liderazgo e innovación en el sector del delivery". 

Glovo capta 450 millones en la mayor ronda de la historia de una startup española

"Queremos contratar a los mejores 100 profesionales de todo el mundo que quieran sumarse al proyecto de Glovo", añadió Verdian, a través de un comunicado, en el que se explica que la empresa va a ampliar su equipo de ingenieros a nivel global de 300 a 500 personas antes de final de año.

El reto de ir más allá de la alimentación y ley de 'riders'

Repartidores de Glovo en un establecimiento de Barcelona recogiendo pedidos
Repartidores de Glovo en un establecimiento de Barcelona recogiendo pedidos

REUTERS/Nacho Doce

Glovo lleva tiempo insistiendo en que su objetivo estratégico es ir más allá de la entrega de comida a domicilio para entrar en sectores como moda, libros, salud, electrónica o juguetes, y combinar las entregas de tiendas y restaurantes con el objetivo de construir un centro comercial en el bolsillo de su usuario

Para ello creó esta división de Q-Commerce en la que incluye los servicios para comercios, la tienda virtual y sus almacenes (dark stores), en los que pretende pasar de los 20 actuales a un centenar al cierre de 2021. Su objetivo es hacer entregas en 35 minutos dentro de una ciudad, para competir con Amazon, para lo que en noviembre anunció unas inversiones de 20 millones para reforzar su oferta de distribución.

Según los últimos datos que compartió la compañía, entre octubre de 2019 y el mismo mes de 2020 aumentó su facturación un 318%. El 60% corresponde a alimentación, el 30% a productos de sus almacenes propios (dark stores) y el 10% a pedidos de otros comercios retail.

Al mismo tiempo, la compañía barcelonesa, que opera en 850 ciudades de 20 países, de las cuales 280 son ciudades españolas, afronta el reto de adaptarse a la Ley de riders acordada el pasado mes de marzo por el Ministerio de Trabajo, los sindicatos y las patronales, que recoge la sentencia del Tribunal Supremo que consideraba a los repartidores falsos autónomos y establece dos claves: la presunción de laboralidad y la transparencia en los algoritmos que regulan su trabajo.

Así será la ley de 'riders' que acaban de acordar el Gobierno y los agentes sociales: presunción de laboralidad y transparencia sobre los algoritmos

Esta ley, que aún no ha sido aprobada, obligaría a Glovo y otras plataformas rivales —como Deliveroo, Uber Eats o Stuart— a regular a sus trabajadores, bien contratándolos por su cuenta o subcontratándolos a otras empresas. La Asociación de Startups ya se ha manifestado en contra de que se regulen los algoritmos, ya que bajo su punto de vista pone "en grave riesgo" la propiedad industrial de las compañías.

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