De la 'gran burbuja' al 'gran fraude': por qué Sam Bankman-Fried y FTX son solo el principio

La dureza de la bolsa empujará a algunas empresas a disimular sus malos resultados recurriendo al fraude.
La dureza de la bolsa empujará a algunas empresas a disimular sus malos resultados recurriendo al fraude.

Tyler Le/Insider

  • Cuando el dinero escasea, las empresas y los directivos buscan la forma de conseguirlo. En este momento, los responsables de las empresas se están viendo presionados para obtener resultados. Y algunos harán lo que sea para conseguirlos.
  • FTX fue sólo el principio: las tendencias económicas actuales y la caída del mercado de valores reforzarán la economía del engaño.

Prepárate para lo que puede ser una oleada de fraude empresarial.

Con la difícil situación económica, el mercado está preparado para castigar los balances de las empresas, lo que puede empujar a los ejecutivos a hacer trampas para cumplir las expectativas de Wall Street. 

Esto es lo que ocurre cuando se hace más difícil conseguir liquidez, por ejemplo, tras una caída sostenida de la bolsa o un enorme aumento del coste de los préstamos, debido a la subida de intereses. En primer lugar, se produce lo que Bank of America denomina "miseria corporativa", ya que las cifras a futuro son inferiores a las previstas. (Eso ya está ocurriendo.) Entonces, esa miseria golpea a una empresa dirigida por ejecutivos que piensan que cometiendo fraude pueden salvar su calamitosa situación financiera.

El riesgo de toparse con empresas que han transitado de momentos difíciles a casos de fraude es mayor cuanto más tiempo se mantengan las condiciones financieras restrictivas, comenta Howard Scheck, antiguo contable jefe de la División de Control de la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés). Ahora es socio de la consultora StoneTurn, donde dirige investigaciones contables para clientes corporativos que se enfrentan a acusaciones de fraude por parte de organismos reguladores (como la gente de su antiguo trabajo) o accionistas.

"Creo que este año vamos a estar muy ocupados", resume.

Se está poniendo feo ahí fuera

Después de años de ganar dinero a raudales y aumentar las reservas de liquidez, ha llegado la sequía. Cada vez es más difícil conseguir financiación, y estamos a punto de descubrir lo que ocurre cuando las empresas y otros agentes de los mercados financieros tienen sed.

La Reserva Federal ha subido los tipos de interés para combatir la inflación, lo que, por definición, se supone que limita el flujo de liquidez en la economía. Unos tipos más altos implican el encarecimiento de los préstamos, por lo que las empresas tienen que pensárselo 2 veces antes de endeudarse para financiar sus operaciones. 

Esta subida, ha provocado además el desplome del mercado, lo que dificulta la captación de nuevos inversores o la oferta de acciones. Y, dado que la inflación sube los precios, la poca financiación que se consigue no sirve de mucho. El aumento del coste de los materiales y los trabajadores se está comiendo los ingresos y poniendo contra la pared la contabilidad de las empresas.

Cuando escasea el dinero en las empresas, los clientes tienden a asustarse y los beneficios a reducirse. Según FactSet, se prevé que las compañías que componen el S&P 500 registren una caída de beneficios del 5% en el cuarto trimestre, la primera desde principios de la pandemia. 

Por otro lado, el número de empresas que registran beneficios superiores a las estimaciones de Wall Street (un listón que se suele superarse sin esfuerzo) es ya 10 puntos porcentuales inferior a la media de los últimos 5 años. Hay muchas otras señales que advierten que el pozo de liquidez se está secando: los márgenes de beneficio han disminuido por sexto trimestre consecutivo y se prevé que el crecimiento de los ingresos sea el más lento desde finales de 2020.

Las grandes predicciones de Wall Street para 2023 no parecen muy acertadas.

Estas condiciones forman lo que la gente de finanzas corporativas llama "el triángulo del fraude": un momento en que la presión para cometer fraude se encuentran con la racionalización y la oportunidad. Cuando el agua escasea, las empresas y los directivos buscan la forma de conseguirla. En este momento, se están viendo presionados para obtener resultados, ya sea por su propia remuneración, que suele vincularse a la cotización de las acciones de su empresa, o por Wall Street.

Es posible que piensen que solo tendrán que manipular las cifras durante unos pocos trimestres, hasta que la economía se recupere, o que su empresa está siendo castigada injustamente por el mercado. Si tienen el poder de manipular esas métricas, es bastante probable que lo hagan.

Las burbujas estallan

Es probable que los directivos se hayan acostumbrado a que las acciones suban. La década pasada, especialmente los años de la pandemia, ayudaron al mercado a alcanzar un "pico de estupidez", como escribí hace un año, un momento en el que hablar de burbujas se consideraba una tontería. 

Hubo negociaciones que no tenían sentido, salidas a bolsa sin beneficios y muchas proclamaciones de que "esta vez es diferente". Los tipos de interés no son la única razón por la que estamos en época de sequía. También hemos creado una burbuja, y cuando estalle, el dinero desaparecerá por todo el mercado.

A pesar de la afirmación de Scheck de que el riesgo de fraudes empresariales ha aumentado, no quiere entrar en analogías históricas. Los contables trabajan con puntos y decimales, y para muchos de ellos la comparación carece de precisión. Sin embargo, analogías hay muchas.

La más clara es la burbuja puntocom de finales de los 90 y principios de los 2000. Por aquel entonces, la colonización inicial de Internet impulsó un auténtico delirio en el mercado. En 1999, ya salían a bolsa empresas sin clientes ni ingresos. La locura se vio coronada por la fusión de AOL y Time Warner en el año 2000, por valor de 164.000 millones de dólares (150.000 millones de euros), hoy considerada una de las fusiones más estúpidas de la historia de Wall Street. El índice Nasdaq, de gran peso tecnológico, alcanzó su máximo en marzo de 2000 y luego cayó en espiral hasta que finalmente tocó fondo en 2002.

La quiebra de las puntocom, como todas las quiebras, supuso la pérdida de muchísimo dinero y, al agotarse este, algunas empresas que se habían dejado llevar por el frenesí se hundieron antes de tiempo: los FTX de su época. Las empresas con negocios reales también se vieron perjudicadas, y algunas acabaron recurriendo al fraude para parecer sanas. Por ejemplo, la empresa de telecomunicaciones WorldCom.

Cuando el declive llevó a las empresas a recortar sus presupuestos de telecomunicaciones, los resultados de WorldCom se resintieron. Para que pareciera que seguía creciendo a un ritmo saludable, los directivos empezaron a hacer trucos contables, registrando gastos como inversiones y manipulando las reservas de efectivo hasta sumar 3.300 millones de dólares (3.000 millones de euros) en beneficios falsos entre 1999 y 2001. Al final, todo acabó estallando por la falta de liquidez, el castigo de la bolsa y las fuerzas del orden. El CEO, Bernard Ebbers, fue a la cárcel. Cuidado con las empresas que parecen nadar en beneficios cuando otras se hunden.

Los bancos luchan como locos por atraer talento tecnológico, pero los obstáculos culturales los frenan, según los expertos.

Habrá icebergs

Por supuesto, hay fraudes que pasan desapercibidos en tiempos de dinero fácil: empresas que estiran la verdad por el mero hecho de existir. Cuando todo el mercado se enfría, el fraude es más difícil de ocultar. Es entonces cuando vamos a ver cómo las empresas experimentan "crisis repentinas que en realidad no son repentinas en absoluto", explicaba Francine McKenna, profesora de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania y autora del blog de contabilidad The Dig

Recordemos que Bernie Madoff, que dirigió un esquema Ponzi de 65.000 millones de dólares (59.000 millones de euros), fue descubierto un año entero después de que comenzara un mercado bajista en 2007. Pudo parchear y tapar agujeros durante un tiempo, pero cuando un número considerable de clientes que perdían dinero le pidieron que devolviera más de 6.000 millones de euros, él no los tenía. Después de reunir suficiente dinero durante meses (incluso de su propia cuenta corriente), Madoff se estrelló contra un muro en diciembre de 2008 y fue arrestado unas semanas más tarde.

También se puede ir más atrás en la historia para ver esta dinámica. En 1932, los inversores estadounidenses perdieron el equivalente a 4.300 millones de dólares (3.900 millones de euros) apostando por Swedish Match, una empresa de cerillas propiedad de uno de los hombres más ricos del mundo, Ivar Kreuger. Kreuger había logrado ocultar su fraude financiero. Sin embargo, cuando la bolsa se desplomó en 1929, le resultó imposible mantener la farsa. Al igual que Madoff, sus inversores querían el dinero de vuelta, y aunque Kreuger fue capaz de seguir cojeando un poco después del crack, finalmente quedó al descubierto.

En un reciente artículo publicado en la revista Review of Accounting Studies, unos profesores intentaron averiguar la cantidad de fraudes que pasaban desapercibidos en el mercado en un momento dado, es decir, cuánta gente estaba, según la analogía de Warren Buffett, nadando en el océano sin bañador. 

Para ello, se centraron en un extraño caso de liquidez: la quiebra de la empresa de contabilidad Arthur Andersen. El gobierno de EEUU descubrió en 2002 que Arthur Andersen había obstruido la justicia para ayudar a su cliente (Enron, que cometió un fraude de 74.000 millones de dólares o 67.000 millones de euros) a encubrir su propia estafa. 

Esto provocó una crisis de confianza en los demás clientes de Arthur Andersen: ¿A cuántas empresas ayudó a mantenerse a flote? Todos sus clientes tuvieron que asegurar a los inversores que sus finanzas eran sólidas. WorldCom fue una de ellas.

"Lo bueno de la quiebra de Arthur Andersen es que cundió el pánico entre sus clientes", me comentaba uno de los autores del estudio, el profesor de la Universidad de Chicago Luigi Zingales. "Necesitaban hacer todo tipo de limpieza", añadía.

Analizando los riesgos resultantes, Zingales y sus compañeros descubrieron que, en un año cualquiera, el 10% de las empresas cometen fraude y que el 41% "falsean" sus informes financieros. Como en la estafa de Madoff, puede parecer que experimentan una repentina crisis de liquidez que en realidad no es tan repentina. 

En un mercado bajista, las empresas necesitan un flujo de caja real para sobrevivir, y las que cometen fraude no lo tienen.

 

¿Quién teme a los federales?

Si un árbol cae en el bosque y nadie lo oye, ¿hace ruido? Utilizando esa analogía, si se produce un fraude y no hay suficiente personal para detenerlo, ¿realmente se ha estafado a alguien? Esta pregunta puede determinar cuántos fraudes saldrán a la luz en los próximos meses y años. Las condiciones son óptimas para que se descubra, pero el número de empresas que falsean sus cifras dependerá de la SEC o, en algunos casos, de la Comisión de Comercio de Futuros sobre Materias Primas.

"La idea de que cuando la economía se tensa se descubren más fraudes presupone que el organismo encargado de hacer cumplir la ley tiene margen para perseguirlos. Y esa suposición es, en el mejor de los casos, dudosa", explica Dan Taylor, profesor de contabilidad de la Universidad de Pensilvania. 

El fraude ha subido en el último año, pero está fuera de los mínimos históricos durante la Administración Trump. Con la falta de personal encargado de investigarlo, es fácil confundir el fraude con la mala toma de decisiones durante una recesión. Pero Taylor dice que aumentar la aplicación de la ley (y las sanciones por malas acciones) es fundamental para proteger a los inversores y garantizar un elemento disuasoria para que las empresas no caigan en prácticas engañosas.

"Tiene que haber consecuencias por violar la ley, o las empresas seguirán haciéndolo", defiende Taylor.

McKenna, de Wharton, opina que las consideraciones legales se han visto empañadas porque las autoridades han dudado en calificar un fraude de fraude, lo que podría acarrear penas como fuertes multas o cárcel para los individuos. 

En su lugar, los organismos encargados de hacer cumplir la ley han calificado este comportamiento fraudulento de "omisión de divulgación", que solo da lugar a una multa para la empresa.

"Si las empresas revelan la información sobre cómo obtienen sus cifras, no es fraude, pero lo habría sido hace 15 o 20 años", afirma.

Puede que eso fuera suficiente cuando la bolsa estaba en alza y los inversores ganaban, pero no lo es cuando la bolsa cae, la economía se ralentiza y todo el mundo, desde los reguladores a los legisladores, pasando por los niños de TikTok, quiere respuestas. 

Es entonces cuando los directivos sienten la presión y, de repente, miras a tu alrededor y parece que hay fraude por todas partes.

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