Qué es la guerra cultural, un discutido concepto importado de EEUU que marca el año electoral y que ha convertido tus redes en un campo de batalla

Manifestación contra el Gobierno en Cibeles, Madrid, a principios de 2023.
Manifestación contra el Gobierno en Cibeles, Madrid, a principios de 2023.

REUTERS/Susana Vera

  • Varios sociólogos opinan en Business Insider España sobre un concepto de guerra cultural que se populariza en pleno año electoral.
  • Se trata de un vocablo importado desde EEUU por posiciones reaccionarias que "en lo económico no tienen ningún mensaje nuevo que dar".
  • "Debemos reconocer que tenemos un problema muy gordo con las debilidades del propio sistema democrático", advierten.

Multinacionales acusadas de promover el comunismo, polarización extrema en redes sociales, ciudadanos gritando "rojos de mierda" en la televisión pública. ¡Más madera, es la guerra cultural!

Hay un concepto que no para de aparecer en titulares y en declaraciones políticas. "La nueva guerra cultural de los museos británicos", "Dos papas convertidos en banderas de una guerra cultural en la Iglesia", "La batalla cultural de los barrios de Madrid". Estos 3 son ejemplos de las últimas semanas. La controvertida guerra cultural ha llegado para quedarse.

Pero, ¿qué es la guerra cultural? No hay una definición clara y la respuesta puede ser muy distinta dependiendo de a quién se le pregunte. El término hunde sus raíces en la política estadounidense de hace un siglo, país donde el concepto se ha vuelto a poner de moda en los últimos lustros y ha acabado importándose a España.

Hace 2 años, una tribuna en Business Insider lamentaba que cuando "cuestiones políticas se abordan como una guerra" se acaba "deshumanizando al oponente". Y hace tan solo unos días, una columna en El País denunciaba que esa guerra cultural "no es más que una batalla ideológica". Es polémica, pero la idea sigue clavándose en el imaginario. Y lo hace en pleno año electoral.

La guerra cultural tiene mucho que ver con otro concepto, el de hegemonía, que desarrolló un filósofo marxista italiano, Antonio Gramsci. Pero en España quienes más han empujado la idea de que se está librando una batalla cultural es Vox. Su eurodiputado, Jorge Buxadé, ya deslizaba a principios de 2020 que "la lucha de izquierdas y derechas ha desaparecido".

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2023 ha arrancado con varias polémicas en pos de esa supuesta guerra cultural. Una es la propuesta de Juan García Gallardo, el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, también de Vox, que propuso medidas antiabortistas como ofrecerle a las mujeres escuchar el latido del feto o enseñarles ecografías 4D.

También bajo ese término se han hecho lecturas de la última arenga que el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, ha hecho a los barones autonómicos del PP: salir a por la mayoría absoluta para no depender de Vox. Ir a la guerra cultural contra la formación de extrema derecha. Algo que ya ha tenido respuesta: "La guerra cultural es entre 2 culturas", respondió en esta ocasión Buxadé.

Configura los relatos políticos de la oposición; marca la precampaña y será el principal campo de batalla hasta las elecciones generales de finales de año. Por eso, Business Insider España se ha puesto en contacto con sociólogos, politólogos y demás académicos para explicar qué es la guerra cultural y cómo está afectando a la política en España.

"Un cajón de sastre" en el que cabe todo lo que no es economía

"Guerra cultural se suele definir como un cajón de sastre con todas aquellas cuestiones que no son puramente económicas". Habla Javier Carbonell, profesor asociado en el Sciences Po, el Instituto de Estudios Políticos de París, además de investigador doctoral en la Universidad de Edimburgo y parte del think tank Future Policy Lab. "Ese es realmente el problema, que es una amalgama de temas".

Pero "lo que sí está pasando" es que gran parte de esa amalgama de temas "se están estructurando en una sola línea". "Antes tu posición sobre el medioambiente no tenía tanto que ver con tu posición sobre el género". Ahora muchas posturas se asocian y se ligan entre sí, entiende Carbonell, que también apunta cómo se usa el término "cultural" a falta de un vocablo más adecuado.

Iago Moreno, sociólogo por la Universidad de Cambridge, se remonta a los textos de Gramsci, "que escribía en la cárcel, bajo la censura, y tenía que recurrir a dobleces y a eufemismos para expresar sus ideas". "En su día, a lo que se refería Gramsci es que la lucha de clases no tenía que ver solo con cosas institucionalizadas materialmente, sino también con el liderazgo moral de la sociedad".

"Esa es la definición que él hacía de hegemonía, que es una expresión que ahora se usa como cajón de sastre para todo. Esto hoy ha acabado representando un concepto obviamente desgastado y difuminado. No es una guerra ideológica. Es un conflicto en el seno de una sociedad por definir qué sentido toman las preocupaciones ordinarias de la gente", razona.

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A veces una anécdota puede ser ilustrativa para entender el concepto. "Me llamaron al telefonillo y un señor me preguntó qué pienso de la polarización. Me quedé pillada. Era un testigo de Jehová", cuenta Irene Lebrusán, doctora en Sociología, exinvestigadora posdoctoral en Harvard y también de Future Policy Lab.

La historia del testigo del Jehová le parece un "muy buen uso de la guerra cultural": "Tú te haces con el lenguaje y los conceptos para llevártelos a tu terreno. Para plantear cualquier tipo de divergencia se recurre a la guerra cultural. Y como socióloga, lo que más me preocupa es que nos la creemos. Surgen posicionamientos en torno a los prejuicios", avanza.

La popularidad del término viene de EEUU, enfatiza Jaime Caro, investigador doctor por la Autónoma de Madrid y la Universidad de Columbia, Nueva York. Sobre todo de la alt right estadounidense, que se empezó a centrar "en las políticas de identidad" al no percibirse diferencias entre las políticas económicas de los 2 grandes partidos, el demócrata y el republicano.

Precisamente en EEUU se da ahora un auge del sindicalismo —con énfasis en las grandes tecnológicas— y que parece anticipar un retorno desde lo cultural a lo material. "Ese magma material no se había perdido, estaba latente", se apresura en matizar Caro. Entiende, a fin de cuentas, que la batalla cultural surge porque "es la derecha la que ha perdido las propuestas materiales".

"Más que batalla cultural, es una reacción estructural y esperable"

Movimientos como el "feminismo de tercera ola", según Caro, están teniendo respuesta por parte de la extrema derecha a través de esta guerra cultural.
Movimientos como el "feminismo de tercera ola", según Caro, están teniendo respuesta por parte de la extrema derecha a través de esta guerra cultural.

Iago Moreno se explaya antes de compartir su análisis: "Tengo 24 años y me sorprende que seamos gente de nuestra edad los que a la hora de abordar este debate tengamos que parar el balón con el pie para recordar exactamente qué hay o no de nuevo, fascinante o novedoso en estas formas de batalla ideológica", lamenta.

Carbonell, por su parte, cree que "la guerra cultural la están ganando los valores liberales por una cuestión generacional, con actitudes a favor de movimientos como el LGTB, el antirracismo o el feminismo". "La gente que estaba en contra ve cómo su mundo cambia y ahora está más movilizada", contesta Moreno, que cita al filósofo César Rendueles cuando este habla de "la mirada ansiosa".

"Vivimos en un tiempo en el que se hace una plétora de libros centrados ansiosamente en el ascenso de la derecha reaccionaria". "Una mirada ansiosa que nos impide ver qué está pasando: más que una perfectamente diseñada batalla cultural, es una reacción estructural y esperable de un bloque de poder que estaba muy afianzado", incide el sociólogo de Cambridge.

Por eso se plantea bajar expectativas. "Nos dejamos fascinar mucho con cosas que son en realidad cambios de iniciativa. Ni Podemos en 2014 era una maquinaria perfecta de guerra cultural cuando juntaba a 40 personas en una sala para lanzar un Trending Topic, ni Vox es una nueva revolución cultura maoísta porque tenga a 14 chavales haciendo memes", critica.

La guerra cultural, el gran motor de la polarización

A Irene Lebrusán le preocupa cómo el impulso de esta pretendida guerra cultural está alimentando una polarización desbocada. "Se conceptualizan determinadas ideas, las que definen a la izquierda y las que definen a la derecha, y después cada uno, según considere, tiende a pensar que ellos son los buenos y los contrarios son los malos".

"Esto en realidad contribuye a crear más polarización y más diferencia, hasta el punto sobre el que hay temas sobre los que no se puede no tener una opinión. El hecho de que no tengas opinión sobre un determinado asunto te presenta ante un interlocutor como perteneciente al bando de los malos, una definición de bando que cambiará según con quién hables", enfatiza.

Así, se aprecian las consecuencias de esa pretendida batalla cultural en una conexión de RTVE en un pueblo de Toledo, Cazalegas. Se iba a entrevistar a un supuesto damnificado por un radar de tráfico móvil. Cuando entró en directo, el vecino empezó a gritar "socialistas, hijos de puta, rojos de mierda" mientras se alejaba, amenazando al cámara y al entrevistador.

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Lebrusán también llama la atención con otro caso muy mediático de estas últimas semanas que da pistas sobre cómo puede explotarse esta guerra cultural táctica y electoralmente. Es el de Macarena Olona, excandidata de Vox a la presidencia de Andalucía y ahora muy crítica con las políticas sobre la violencia de género del que era su partido. 

Con todo, esta batalla cultural tiene límites. Uno de ellos es el auge de las preocupaciones materiales, los asuntos económicos. En España está creciendo la idea de que se disputa una guerra cultural "porque más personas tienen un mayor nivel educativo" pero "el trabajo se ha precarizado y no hay sindicatos que pongan el foco en los temas materiales", razona Carbonell.

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Con todo, lo "cultural" puede ser algo muy distinto según dónde se mire, apunta el propio Carbonell. "Un tema cultural que domina en España por ejemplo es la cuestión territorial": el procés catalán que incluso explica el auge de determinados partidos en las elecciones de 2019. "En Francia muchos debates son sobre la inmigración. En EEUU, son cuestiones étnicas", recuerda.

Más allá de su discusión, lo que ejemplifica el éxito del concepto guerra cultural es cómo cada vez copa más titulares —sin ir más lejos, el de este artículo—. Pero sus impulsores no han tenido todavía el mismo éxito al tratar de importar otros términos que suelen ir de la mano a esta idea de campo de batalla político. Uno, en concreto, que define a mucha gente: los famosos woke.

Las guerras necesitan deshumanizar a sus rivales, como advierte Lebrusán. Crear un calificativo es la mejor manera de hacerlo. Pero woke no ha terminado de calar en España. ¿Por qué?

"Porque en España tenemos una traducción perfecta y apegada a lo nacional que es la palabra progre. La palabra woke procede de otras dinámicas socioculturales, aunque cada vez más gente lo intenta importar o adaptar, como izquierda caniche, izquierda brillibrilli", comparte Caro. "Se intenta usar woke para librar esa batalla cultural".

Una batalla cultural que ha llegado a España tras asumir primero en EEUU que las diferencias entre políticas económicas ya no existen. "Se importa el término porque la derecha, en lo económico, no tiene nuevos mensajes que dar", estima Jaime Caro. "Al Gobierno de coalición se le ha acusado de abandonar las políticas materiales", expone de ejemplo.

A pesar de todo, para Iago Moreno el de la batalla cultural es "un debate tramposo" que se podría solucionar "abandonando esa mirada ansiosa y acomplejada hacia las victorias propagandísticas de la derecha", "y reconociendo que tenemos un problema gordo con las debilidades del propio sistema democrático". 

"En el mundo en el que vivimos, la degradación de la atención, el tiempo de lectura, la calidad informativa o la profesionalidad de los medios impide que pensemos las cosas fuera de guiones hollywoodienses", critica. Por eso asume que se habla de guerra cultural incluso en pleno año electoral.

Se habla de guerra cultural "sin una ley de medios que combata la desinformación, sin incentivar la alfabetización mediática y sin fomentar la participación ciudadana a todos los niveles", denuncia. Se han producido avances como el matrimonio igualitario o el derecho al aborto. "Ahora la extrema derecha está respondiendo".

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