Las “experiencias adversas durante la infancia”, claves en la resistencia contra las vacunas COVID-19, sugiere un estudio

Movimiento antivacunas y contra restricciones por COVID-19, en España

Albert Gea/Reuters

  • Un estudio neozelandés analiza a personas contrarias a vacunarse contra el COVID-19 a través de información de sus vidas (salud, experiencias, capacidad intelectual, emociones...) desde la infancia.
  • "Muchos adultos resistentes a las vacunas tenían historias de experiencias adversas durante la infancia, como abusos, malos tratos, privación o abandono, o tener un padre alcohólico", señalan los autores, que aportan sus recomendaciones para futuras pandemias.
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"Las opiniones contrarias a la vacunación provienen de experiencias infantiles": es la conclusión de un estudio neozelandés que trata de entender por qué muchas personas se han mostrado contrarias a las vacunas del COVID-19 y han rechazado su administración, a pesar de las recomendaciones de expertos y autoridades y de los datos existentes sobre su seguridad y eficacia.

A partir de la aparición de las primeras vacunas contra el coronavirus, una minoritaria parte de la población se ha mostrado reacia, desde las manifestaciones en Wellington (Nueva Zelanda) hasta Estados Unidos o España, con distinta duración y fuerza de respaldo.

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Esa cuestión ha llevado a un grupo de investigadores a preguntar sobre la resistencia a la vacuna del COVID-19 entre los miembros del Estudio Dunedin, que ha seguido a más de 1.000 participantes nacidos en 1972-73 y acumulado una amplia información sobre sus vidas desde la infancia, como salud física, experiencias personales, valores, estilos de vida, capacidad intelectual y emociones.

Casi el 90% de los miembros respondieron, de los que el 13% decía no tener previsto vacunarse (número similar de hombres y mujeres) al ser preguntados entre abril y julio de 2021, justo antes del lanzamiento de las vacunas en Nueva Zelanda (agosto de 2021), donde ahora el 95% de los elegibles mayores de 12 años está vacunado (similar al 92,5% de España y un 20% superior al de EEUU). 

Al comparar las fases vitales tempranas de los pro y antivacunas, los autores han descubierto que "muchos adultos resistentes a las vacunas tenían historias de experiencias adversas durante la infancia, como abusos, malos tratos, privación o abandono, o tener un padre alcohólico".

"Estas experiencias hicieron que su infancia fuera imprevisible y contribuyeron a un legado de desconfianza en las autoridades durante toda la vida", concluyen.

A lo largo de la vida de las personas reacias a vacunarse, con pruebas desde su adolescencia, los investigadores han hallado personalidades vulnerables a las emociones frecuentes del miedo, la ira y el estrés; una visión fatalista de que no se puede hacer nada para mejorar la salud; malinterpretación de las situaciones y valoración de la libertad y autosuficiencia por encima de las normas sociales.

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"A medida que crecían, muchos experimentaron problemas de salud mental caracterizados por la apatía, la toma de decisiones erróneas y la susceptibilidad a las teorías conspirativas", añaden los autores, en un artículo publicado en The Conversation.

Además de las adversidades vitales desde temprano y las vulnerabilidades emocionales, los investigadores recogen "dificultades cognitivas desde la infancia" en las personas contrarias a las vacunas, como bajos rendimientos en lectura, comprensión verbal y velocidad de procesamiento.

Estos aspectos "ciertamente dificultarían la comprensión de información sanitaria complicada en las condiciones más tranquilas. Pero cuando las dificultades de comprensión se combinan con las emociones negativas extremas más comunes entre las personas resistentes a las vacunas, esto puede llevar a decisiones de vacunación que parecen inexplicables para los profesionales de la salud", explican.

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Los hallazgos del estudio podrían ayudar a superar el sentimiento antivacunas y mejorar las tasas de cara a la próxima pandemia, ya que estos "destacan la importancia de comprender las historias vitales individuales y las diferentes formas de pensar sobre el mundo, ambas atribuibles a las adversidades experimentadas por algunas personas en los primeros años de su vida".

Así, aparte de soluciones tecnológicas y económicas, los autores apuntan a la psicología para afrontar mejor la pandemia que está por venir, aunque aún no se sepa cuándo ni cómo: "La tercera herramienta vital debería ser una ciudadanía preparada", por medio de educación de los adolescentes y empatía hacia los adultos.

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"La resistencia de los ciudadanos a las vacunas es un estilo psicológico de toda la vida de malinterpretar la información durante las situaciones de crisis que se establece antes de la edad de la escuela secundaria", por lo que recomiendan que la preparación de un país para futuras pandemias pase por "una educación preventiva" sobre los virus, la infección y cómo comportarse para combatirla.

Esto aportaría conocimientos previos, reduciría la incertidumbre y el estrés y mejoraría la apertura a los mensajes sanitarios, según la investigación, como parte de una estrategia a largo plazo en las que las comunidades deberían desempeñar un papel destacado, pues ofrecen más confianza.

"No hay que despreciar ni menospreciar a las personas resistentes a las vacunas, sino intentar comprender mejor de dónde vienen e intentar abordar sus preocupaciones sin juzgarlas", afirman.

En una línea similar se expresa Margarita del Val, viróloga del CSIC, que explica en una entrevista a Business Insider España que hay muchos tipos de personas que desconfían o critican las vacunas contra el coronavirus: "De estas personas hay que intentar averiguar cuál es la razón de esa reacción a la vacuna y que se den cuenta de que da más miedo el virus, (...) que está aquí para quedarse".

"Hay que superar el miedo y superar el miedo es difícil, entonces hay que lograr ayudarles", añade del Val, quien recuerda que "las vacunas están siendo seguras".

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