La inflación de la eurozona no da tregua y pone al BCE contra las cuerdas: se dispara a un nuevo máximo histórico del 8,6% en junio

Christine Lagarde, presidenta del BCE.
Christine Lagarde, presidenta del BCE.

La inflación no da tregua a las economías europeas. En junio, los precios se dispararon un 8,6%, alcanzando un nuevo máximo histórico, después de haberlo batido ya en mayo.

El encarecimiento de la energía y de las materias primas lleva meses presionando precios, hasta el punto de que la inflación está llegando a cotas nunca vistas desde la creación de la eurozona. El precio de la energía se disparó un 42% en junio, y el de los alimentos un 8,9% en los países del euro.

Si a finales de 2021 estaba en el 5%, y en marzo tocó el 7,5%, reflejando los primeros efectos de la guerra en Ucrania, en mayo superó el 8% y en junio roza ya el 9%, según los últimos datos publicados hoy por Eurostat.

El impacto es generalizado en todos los países. Es más, si hasta hace unos meses España sufría una inflación comparativamente más alta, debido a su mayor dependencia energética; hoy son varios los países que sufren incrementos mucho más elevados.

Entre los Veintisiete, la tasa de inflación se aceleró en junio en todos los países, salvo en Alemania, donde se moderó al 8,2% desde el 8,7%, y Países Bajos, donde pasó al 9,9% desde el 10,2% de mayo.

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Las mayores subidas de los precios en la UE se registraron en Estonia (22%), Lituania (20,5%) y Letonia (19,2%), mientras que los aumentos menos fuertes correspondieron a Malta (6,1%), Francia (6,5%) y Finlandia (8,1%).

La espada de Damocles, sobre el BCE

Esta tensión de precios sostenida en el tiempo y en su virulencia ha puesto contra las cuerdas al Banco Central Europeo. La inflación actual está más de 6 puntos por encima de los objetivos del organismo (en el 2%), y sigue apretando, poniendo en evidencia el papel del banco central como garante de la estabilidad monetaria.

El organismo es el encargado de mantener la estabilidad de precios, que según sus objetivos, debería mantenerse en un crecimiento del 2%. 

Ya a finales de mayo, el organismo presidido por Christine Lagarde anunció una primera subida de tipos en julio, del 0,25. Se trata de una subida histórica, después de 11 años de tipos de interés por los suelos.

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Pero ya entonces se sabía que esa subida sería insuficiente para frenar la escalada de precios, por eso Lagarde adelantó que habría una segunda subida en septiembre. Ahora, el problema parece ser que el BCE podría quedarse corto, lo que podría llevar al organismo a aplicar una subida mayor de lo esperado.

Hace un mes, Lagarde avanzó que si la escalada de la inflación continuaba a pesar de la subida de tipos prevista de julio, habría que aplicar una subida mayor de lo esperado en la próxima reunión del Consejo de Gobierno, que tendrá lugar en septiembre.

El equilibrio es complicado: el riesgo de no actuar contra la inflación podría llevar a una peligrosa espiral de subidas de precio, pero hacerlo podría arrastrar a las economías a una recesión.

Así las cosas, había que elegir: encarrilar la inflación antes de que fuera demasiado tarde subiendo tipos (a costa de frenar el crecimiento económico) o dejar que la economía continuara recalentándose sin subir tipos (a riesgo de caer en una peligrosa espiral de precios, en estanflación o incluso en recesión).

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