Refugiados climáticos: en un limbo jurídico y ante una sentencia histórica

Unos niños juegan en la isla de Tarawa del Sur, en la nación de Kiribati. Kiribati es uno de los país más amenazados por la subida del nivel del mar.
Unos niños juegan en la isla de Tarawa del Sur, en la nación de Kiribati. Kiribati es uno de los país más amenazados por la subida del nivel del mar.
  • Un organismo de derechos humanos de la ONU ha resuelto que los gobiernos deben tener en cuenta las violaciones de derechos humanos causadas por la crisis climática al examinar casos de deportación de solicitantes de asilo.
  • Dado que la legislación internacional no recoge la figura de refugiado climático, esta sentencia abre la puerta a la protección de personas vulnerables a las consecuencias del calentamiento global.
  • Actualmente, las personas desplazadas por culpa del cambio climático encuentran grandes dificultades para que se les conceda asilo o protección subsidiaria.
  • La falta de reconocimiento jurídico resulta en que estas personas se encuentren en un limbo jurídico que les impide acceder a un contrato laboral en el país de destino.
  • En 2018 se registraron 17 millones de nuevos desplazamientos relacionados con desastres naturales y con los efectos del cambio climático.
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Es ilegal que los países devuelvan a sus estados de origen a personas cuyas vidas podrían verse amenazas por la crisis climática. Es, desde luego, ésta, una sentencia tan histórica como revolucionaria. La misma de la que dependían, y todavía dependen, las vidas de Ioane Teitiota y su familia. La misma que fue ratificada por el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas esta misma semana.

La historia de Ioane Teitiota es una de tantas. Pero, entre tantas, es esa una que marca un antes y un después. El fallo es el primero en este sentido y supone un punto de inflexión dentro de una legislación internacional parca al reconocer la figura (y deriva) del refugiado climático. Ahora, un organismo de derechos humanos de la ONU ha resuelto que los gobiernos deben tener en cuenta las violaciones de derechos humanos causadas por la crisis climática al examinar casos de deportación de solicitantes de asilo.

La sentencia es un paso adelante en marco legislativo internacional que no contempla la figura de refugiado climático y no hace más que dejar la puerta abierta a la protección de personas vulnerables a las consecuencias del calentamiento global.

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"El mundo debe prepararse para millones sean desplazados de sus hogares por el impacto del cambio climático", decía en Davos Filippo Grandi, el alto comisionado de Refugiados de Naciones Unidas. Sin ir más lejos, en 2018 se registraron 17 millones de nuevos desplazamientos relacionados con desastres naturales y con los efectos del cambio climático. Parece que la tendencia continuará al alza, ya que que otro informe, elaborado por el Banco Mundial, asegura que el cambio climático expulsará de sus casas a 140 millones de personas en los próximos 30 años. La cifra se traduce en que una de cada 45 personas se verá obligada a dejar sus hogares. 

Ioane Teitiota es natural de la isla Kiribati. Ubicada en el Pacífico, la nación es una de las más amenazadas y susceptibles de desaparecer por la subida del nivel del mar.  Ante tal casuística, fue en 2013 que Teitiota pidió protección a Nueva Zelanda, tanto para él como para su familia. La pidió porque la isla que habitan, Tarawa, del Sur está experimentando un aumento de la población sin precedentes. La isla se está superpoblando por las migraciones de otras islas cercanas y no contribuyen a mejorar la situación, tampoco, las recurrentes tensiones sociales, la violencia, la falta de agua potable o la merma de la agricultura. 

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Teitiota se aferró al argumento que predice que Kiribati será inhabitable en unos 15 años y pidió asilo a Nueva Zelanda. Una petición que las Cortes rechazaron en un primer momento. 

Falta una figura internacional a las puertas de la peor crisis de refugiados de la historia

Migrantes, en su mayoría de Centro América, caminando en caravana a su paso por Chiapas, México
Migrantes, en su mayoría de Centro América, caminando en caravana a su paso por Chiapas, México

Se avecina la peor crisis de refugiados de la historia, asegura un informe elaborado por la Fundación por la Justicia Medioambiental (Environmental Justice Foundation).  Y aun así, el concepto de refugio climático no está desarrollado todavía. El hecho de que la legislación internacional no contemple la figura de refugiado climático propicia, ya no sólo que estas personas encuentren dificultades para obtener asilo o protección subsidiaria, sino que las hace susceptibles de ver vulnerados sus derechos humanos. 

La Convención de Refugio de 1951 estipula que un refugiado es una persona que ha huido de su país, cruzando una frontera internacional, debido a un temor fundador, generalmente por razones de conflicto o persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social en particular u opinión política.

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“Te darás cuenta de que ninguno de estos cinco escenarios protegidos se acerca al tratar el problema actual del desplazamiento inducido por el cambio climático”,  aclara Amali Tower, fundadora y directora de Climate Refugees en una entrevista con Business Insider. Las causas climáticas no se contemplan como un motivo protegido y por el cual solicitar asilo.

La consecuencia, como cabe esperar, es que los migrantes climáticos se encuentran en un limbo legal. “Su situación de vulnerabilidad se acentúa y deben encontrar otras formas ingeniosas para solicitar asilo”, apunta Rebecca Scheurer, directora de Humanitarian Initiative, en una entrevista con Business Insider. 

"Las carencias en derechos humanos que, en muchas ocasiones, presentan los migrantes son el derecho a la dignidad, a la ciudadanía, a la salud, a la participación, a la propiedad material a la vivienda, a la familia, a la educación y al desarrollo profesional y a la religión", analiza Cecilia Carballo, directora de Programas de Greenpeace, que puntualiza en su discurso, "la migración no es un problema que tenga que ser solventado, sino una realidad que tiene que ser gestionada".

Lo cierto es que tal falta de reconocimiento jurídico resulta en que estas personas se encuentren en un limbo que les impide acceder a un contrato laboral. “Cuando llegas a un país, y ya sabemos cómo entra todo el mundo, tienes un periodo de entrada. Si no te acoges a él entras en un limbo en la que la legalidad de tu situación no aplica", introduce la situación Carballo.

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El problema para las personas que se encuentran en “este limbo jurídico es que no pueden trabajar. Si para un refugiado ya es complicado, para una persona de estas características la situación es muy distinta. No tienen respaldo alguno”, apunta Carballo. 

Personas desplazadas en el contexto de los desastres naturales y el cambio climático

Inundaciones en Katmandú, Nepal
Inundaciones en Katmandú, Nepal

La problemática está ahí: son millones de personas las que se trasladan cuando se produce una catástrofe natural y al no tener un reconocimiento jurídico no cuentan con un marco que pueda favorecer su tratamiento en términos económicos o sociales.  No fue hasta el pasado mes de diciembre cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el Pacto Mundial para los Refugiados, en el que se reconoce que "el clima, la degradación del medio ambiente y los desastres naturales interactúan cada vez más como impulsores de los desplazamientos de refugiados", relata la directora de programas de Greenpeace, Cecilia Carballo, en una entrevista con Business Insider.

Sin embargo, a pesar de este reconocimiento explícito, las instituciones internacionales no respaldan el término "refugiado climático" y se refieren a estos grupos como "personas desplazadas en el contexto de los desastres naturales y el cambio climático", matiza la responsable de Greenpeace.

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El Pacto Mundial de Migraciones (Global Compact for Migration) representa, a juicio de Tower, el primer paso para crear un marco sobre el desplazamiento climático. “Aunque no es vinculante, nos ofrece una herramienta por la que los países han reconocido las crecientes necesidades de protección de las personas desplazadas por el clima”, apunta la fundadora de la organización Climate Refugees, “Ofrece algunas vías para la posible admisión y reubicación en caso de que sea necesario”. 

Llama la atención que la directora de Humanitarian Initiative considera que, actualmente, el sector privado está más preparado para crear vías para los migrantes climáticos, que se verán atraídos cada vez más por las áreas urbanas donde hay más puestos de trabajo “donde las habilidades de estas personas coincidan con las necesidades económicas locales”, mantiene Scheurer. 

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“La comunidad internacional y las partes involucradas tienen la obligación de buscar un reconocimiento jurídico que, a su vez, conlleve un reconocimiento de estas personas en términos de derechos y condiciones económicas”, defiende la directora de Programas de Greenpeace.

Teitiota pidió asilo a Nueva Zelanda en 2013. Su argumento no era otro que la vida de su familia y la suya propia estaba en riesgo. Y si bien la figura de refugiado climático seguirá, por el momento, en su limbo; el dictamen de Naciones Unidas abre la puerta a futuras alegaciones pues reconoce que “los efectos del cambio climático en los estados receptores pueden exponer a los individuos a una violación de sus derechos,desencadenando así la obligación de no devolución de los estados emisores”. 

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