"El presentismo se lo pone más difícil a las mujeres en los despachos grandes": Lucía Goy, la joven que renunció a una de las firmas más prestigiosas del mundo para abrir su propio despacho

Lucía Goy, socia directora de la startup legal Goy Gentile.
Lucía Goy, socia directora de la startup legal Goy Gentile.

Lucía Goy

Lo suyo no son las fronteras. Nunca lo fueron. Hija de madre de familia italiana y padre español que crecieron en Argentina, Lucía Goy Mastromiechele nació en la ciudad escocesa y petrolera de Aberdeen en uno de los muchos viajes que la familia tuvo que hacer siguiendo los pasos del padre, cuya profesión estaba ligada precisamente al oro negro.

Hoy, esta abogada de apenas 35 años dirige Goy Gentile, un despacho con más de 20 abogados que tiene oficinas abiertas en todo el mundo y en el que la inmensa mayoría de los clientes son extranjeros que buscan asesoría fiscal para abrir algún negocio en España.

Es el punto y seguido en una trayectoria vertiginosa que ha convertido a Goy en rara avis en el mundo legal: una mujer que se encuentra entre la cúpula directiva de un despacho, alguien que ha roto el techo de cristal que pesa sobre las profesionales que ejercen la abogacía en España.

A pesar de que las mujeres son mayoría en las facultades de Derecho españolas desde hace años, tan solo el 5% de los directores de los principales bufetes de abogados de España son mujeres, según un informe de 2020 de la asociación Women in Legal World.

Para Goy, parte de la solución pasa por la conciliación: "Existe en la profesión, sobre todo en España, una idea muy arraigada de que el buen abogado es aquel que le echa más horas que nadie. Esto deja muy poco espacio para conciliar vida laboral y familia, algo que lastra sobre todo a las mujeres".

"Además, esta idea es mentira. Un buen abogado es el que resuelve y el que tiene su trabajo hecho. Si lo has hecho en 5 minutos, mejor, así nos vamos todos antes a casa. Yo siempre digo que el trabajo tiene que estar acabado, me da igual si lo has terminado en Hawái mientras te tomas un mojito", ahonda.

Una formación de ida y vuelta

El viaje que ha convertido a Lucía Goy en una excepción en el mundo de la abogacía empieza en la Universidad Pontificia Comillas, donde se enamoró del derecho tributario: "No es que me atrajera todo el Derecho, a mí lo que me atraía era la rama fiscal, posiblemente influida por mi madre, que era inspectora", recuerda.

"El derecho fiscal tiene de todo y es todo. Por una parte, tiene esa parte filosófica que habla de los fundamentos del pacto social, ese dar el dinero al Gobierno para que este lo gestione. Por otra, claro, también tiene un importante componente matemático, al final son números. Con una política fiscal determinada, puedes cambiar un área, una ciudad o un país".

Tras empaparse de esta disciplina de la mano de mentores como el experto Javier Alonso Madrigal, Goy acabó la universidad y empezó a dar sus primeros pasos en la profesión en el despacho Uría Menéndez.

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Tras algo menos de un año, se dio cuenta de que aquello no era suficiente para colmar su anhelo de entender cómo funciona el derecho tributario en el mundo: "Con los padres que tengo, no puedo concebir la vida de una manera que no sea internacional".

Goy cruzó el charco. En concreto, fue a parar en 2010 a la Facultad de Derecho de Harvard, donde cursó un máster que no solo la obligó a profundizar en el derecho anglosajón, menos rígido que el español por ser algo menos normativo y estar más asentado en jurisprudencia, sino que además abrió su mente.

"En España, la mayoría de los alumnos veníamos de una situación más o menos parecida. En Harvard me encontré un lugar en el que cada uno venía de una parte del mundo con una experiencia distinta y con distintos puntos de vista".

Pero pasar por Harvard, por muy Harvard que sea, no garantiza nada. Tras acabar su año de estudios, Goy quiso probar cómo era la experiencia de ejercer la abogacía en Nueva York. Mandó su CV al bufete Davis, Polk y Wardwell. Nada. Probó después en más de medio centenar de despachos. Tampoco hubo suerte.

Finalmente, fue el propio Davis, Polk y Wardwell, tras rechazarla en primera instancia, quien le dio su primera oportunidad de ejercer en mitad de la Gran Manzana.

"Cuando empiezas, es importantísimo insistir, tolerar los rechazos y volver a insistir. A mí me llegó la oportunidad de un lugar que me había rechazado de primeras. Creo que es una interesante lección para los más jóvenes", comenta la letrada.

De ahí tardó poco en dar el salto a Skadden, un bufete con más de 70 años de historia que proporcionaba a Goy el horizonte de poder tener, en no muchos años, una estable, prestigiosa y muy lucrativa carrera como abogada de uno de los despachos con más solera de EEUU.

Pero, de nuevo, sintió que aquellas fronteras eran demasiado estrechas.

Y Goy renunció. En 2016, sin haber cumplido todavía 30 años, Goy dejó de lado Skadden, su prestigio, sus contactos y sus importantes casos para cumplir un sueño que llevaba tiempo rondándole la cabeza: montar su propia startup legal.

"A lo que más renuncié cuando me fui de Skadden fue a la posibilidad de aprender. Estar en un sitio así es estar en el centro del mundo con gente absolutamente brillante", cuenta Goy. 

"Te pierdes, por ejemplo, operaciones como la fusión de Iberia y British Airways. Me dijeron infinidad de veces que me equivocaba, que me arrepentiría. Respondí lo mismo que cuando me lo dijeron en Uría, que unos días seguro que me arrepentiría, pero que otros, a lo mejor, no tanto".

Goy Gentile, un despacho sin fronteras

Goy tiene hoy una idea más o menos clara de lo que es el éxito: "Triunfar es poder disfrutar de lo que estás haciendo. No es que sea necesariamente un fracaso no hacerlo, pero sí que creo que el éxito es algo muy subjetivo, es conseguir las metas que te hayas puesto y disfrutar con ello".

Con esto en mente y con la extraña sensación de que, si debía fracasar, prefería hacerlo rápido, antes de cumplir 30 años Goy puso en marcha su propio proyecto, algo más parecido a una startup legal o a una boutique de asesoría que a un gran despacho de abogados tradicional y jerárquico.

Los comienzos, recuerda, fueron duros. Los primeros clientes tardaron en llegar, y, aunque los costes de mantener su empresa, que apenas contaba con un ordenador, una pequeña oficina y ella misma, no eran muy elevados, Goy se acostumbró a hacer cada mañana un ejercicio devastador: mirar su cuenta bancaria y calcular cuántos meses le quedaban a la aventura.

"Al principio, es fácil perder la confianza. Si pudiera, a la Lucía Goy de hace unos años le diría que si las cosas no salen bien, no pasa nada, pero que no se tome las cosas tan en serio, tan a lo personal. En general, le diría que con calma y tranquilidad las cosas salen mejor".

Pero los primeros clientes llegaron. Impresionados por la tenacidad y el talento que había demostrado Goy mientras estaba con ellos, muchos de sus mentores no dudaron en derivarle clientes cuando se enteraron de la idea que estaba intentando llevar a cabo.

El boca a boca hizo el resto.

Hoy, Goy Gentile es un despacho esencialmente internacional en el que uno de los perfiles más frecuentes es el de cliente de origen latino y de bolsillo potente que tiene interés sobre todo en el mercado inmobiliario y mira para España tras comprobar que lugares como Florida se han puesto imposibles.

El cliente americano y europeo, por otro lado, mira sobre todo hacia el mundo de las inversiones de capital privado y a la industria española. 

Entre unos y otros, subraya Goy, se encuentran los jóvenes y su interés casi obsesivo por las startups: la mayoría busca proyectos de marcado carácter tecnológico que, a su vez, guarden relación por ejemplo con ámbitos como el sanitario, que ha vivido una pequeña explosión tras la llegada de la pandemia.

Esto, por supuesto, sin olvidar el mundo cripto, donde, al igual que sucede con muchos otros ámbitos, Goy encuentra una administración que va muy por detrás de los últimos avances. 

"Por ejemplo, ahora se nos dice que hay que declarar las criptomonedas en el modelo 720, pero no hay apartado para ello y no se ha desarrollado un reglamento. También hay algo de miedo por parte del sector financiero, un miedo que creo que tiene algo de desconocimiento. Hay mucho que regular en este ámbito, pero creo que es bueno, porque, cuanto más regulado esté, más se aceptará".

Y cuando lo haga, ahí querrá estar Goy Gentile: "Queremos ser la firma de referencia para los inversores extranjeros", explica Goy sobre la hoja de ruta de su firma. Están en ello: para este año, anticipa Goy, está ya prevista la apertura de una oficina en Miami. Una frontera menos.

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