Me diagnosticaron autismo con casi 40 años: ahora todo tiene sentido para mí

Shannon Dingle.
Shannon Dingle.

Cortesía de Shannon Dingle. 

  • Me diagnosticaron trastorno de estrés postraumático en 2014, TDAH un año después y autismo este año.
  • Mi marido era quien me traducía el mundo, hasta que murió. El diagnóstico tiene sentido para mí y explica gran parte de mi vida hasta ahora.

Cuando mi amiga Jenn vino a hablar conmigo la mañana después de salir del armario con su marido, la reacción en mi cabeza fue: "¿Estás segura?".

No lo dije en voz alta porque una mujer como Jenn, criada en un contexto conservador, no le dice a su marido que es homosexual y pone patas arriba su vida con cuatro hijos si no está segura.

Últimamente he pensado mucho en Jenn porque ahora espero algún tipo de "¿estás segura?" de parte de la gente que solo sabe la mitad sobre mí.

Soy autista.

Y, sí, estoy segura, al igual que mi terapeuta, mi psiquiatra y otras personas que tienen profesiones en las que es apropiado opinar sobre el diagnóstico.

He vivido sin diagnóstico durante casi 40 años

He vivido sin diagnóstico durante casi 40 años

Tener Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) sin diagnosticar y vivir con Trastorno de estrés postraumático (TEPT) sin saberlo eran cosas a las que estaba acostumbrada.

He trabajado 25 años con personas con autismo y me he visto reflejado en 'Especiales', una película que muestra la realidad de jóvenes dentro del espectro

Fue en 2016 cuando me diagnosticaron Trastorno de estrés postraumático complejo de por vida, algo que tuve presente desde mi infancia, pero al que no se le puso nombre hasta los 34 años. Luego vino mi diagnóstico de TDAH hace menos de un año y finalmente, este año, en un proceso que se desencadenó con el diagnóstico de autismo de mi hijo mayor, me diagnosticaron autismo a mí misma.

Enterarme de que soy autista a punto de cumplir 40 años fue un golpe duro, y sigue siéndolo. Pero, sobre todo, da sentido a muchas cosas.

Siempre me he visto como una persona defectuosa y equivocada. El TEPT explicaba algunos de mis comportamientos y mis dudas, pero no todas. El TDAH también me ayudó a encontrar más piezas en el rompecabezas de quién soy. Pero ahora, al utilizar la lente del autismo para reflexionar sobre mis experiencias vitales, siento que es quizá la primera vez que puedo darme un respiro.

Al fin y al cabo, las cosas que a mí me resultaban extrañas y que no me salían de forma natural son resultado de no ser una persona neurotípica y nunca lo fui. Ese cambio de pensamiento me permite entender mi vida como una persona plena, no rota, no deficiente, no carente de nada. 

Toda mi vida he observado a la gente y me he reflejado en ella. Mi hermana mayor fue la primera, después mi mejor amiga, Hannah, y su familia. Luego todos los compañeros que tuve en el colegio y más tarde, que usé como modelos.

Puedes estudiar a todo el mundo como si fuesen un libro de texto mirándolas fijamente, pero yo tenía que intentar no ser así de espeluznante cuando me fijaba en qué hacían otros niños. A los personajes de los libros no les importa que les copies, sin embargo, a los compañeros del colegio sí.

Mi marido fue mi apoyo hasta que murió

Conocí a Lee cuando tenía 18 años y, aunque no fue un salvador, sí se convirtió en mi mayor apoyo. Él ejercía como moderador entre el mundo y yo. Cuando yo no podía hablar el mismo lenguaje social que los demás, él me lo traducía todo.

Cuando murió, no solo perdí a mi marido, perdí el mecanismo de apoyo para dar sentido a todo lo que me rodeaba y estaba fuera de mí.

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5 meses después de su muerte, el covid-19 entró en escena y entonces ya no tenía a nadie en quien reflejarme mientras mi familia se encerraba en casa para protegerse del virus.

Era una interacción tras otra sin saber lidiar con ellas. Era como hablar con gente que tenía otro idioma y no entender nada porque Lee ya no estaba allí para traducirme. No supe lidiar con el cierre de los colegios ni con los contratistas cuando se inundó nuestra casa. 

Ahora por fin tengo claro que hablo un idioma diferente al del resto del mundo. Por fin me doy cuenta de que a veces necesito a alguien que me ayude con la traducción. Por fin tengo un nombre y una explicación de por qué nunca he tenido éxito intentando ser como todo el mundo. 

Estoy aquí y soy autista. No soy defectuosa, ni estoy rota, ni soy menos que los demás, y estoy segura de ello.

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