Por qué la motivación por aprender decrece con la edad, según un estudio del MIT

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  • El último estudio del MIT revela que a medida que se envejece se pierde la motivación por aprender nuevos conocimientos.
  • El hallazgo, probado en ratones durante los últimos 3 años, explica este cambio de tendencia como un proceso biológico de lo estriosomas, unas células cerebrales clave para la toma de decisiones.
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A medida que las personas envejecen, la motivación por aprender nuevos conocimientos.

Así lo revelan las últimas investigaciones del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde un grupo de neurocientíficos ha descubierto una serie de patrones comunes que, con el paso del tiempo, influyen en las necesidades de adquirir nuevos conocimientos.

El estudio, realizado con ratones en las instalaciones del centro y publicado en The Cell, aduce que esta toma de decisiones se debe a que, a medida que se envejece, se tiende a pensar que no merece la pena el esfuerzo-recompensa por aprender cosas nuevas, lo cual tiene su reflejo en la motivación.

"A medida que envejecemos se vuelve más difícil tener una actitud positiva hacia nuevos desafíos", resume Ann Graybiel, profesora del MIT y miembro del Instituto McGovern para la Investigación del Cerebro. "Este compromiso con el aprendizaje es fundamental para nuestro bienestar social:para sobrevivir —para hacer prácticamente cualquier cosa— necesitamos seguir aprendiendo cosas nuevas".

Graybiel, autora principal del estudio, explica este hallazgo como un proceso biológico en el que nuestra manera de pensar tiende a cambiar con el paso del tiempo. A medida que pasan los años, el cuerpo estriado del cerebro —un conjunto de áreas vinculadas con los hábitos, el control del movimiento, las emociones y la adicción— se van llenando de unas células llamadas estriosomas, claves para la toma de decisiones. 

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Concretamente, para las conocidas como "conflicto de aproximación-evitación", que son las que implican una elección entre dos alternativas, o evitar ambas. El caso más común, explica la científica, es el de aceptar un trabajo mejor remunerado pero que obligaría a alejarse de familiares y amigos, causando un conflicto entre el dinero y la situación personal. El uso prolongado de estas células —y, por tanto, de tomar estas decisiones— tiene como principal consecuencia las crisis de ansiedad.

Según replica el estudio, los estriosomas se conectan a la sustancia negra del cerebro —uno de los principales centros productores de dopamina— y actúan como un guardián que absorbe la información sensorial y emocional. Con ella, producen decisiones determinadas por el nivel de dopamina y el estrés. Cuanto mayor es el riesgo pero más alta la retribución, más estrés se genera.

La clave del asunto, probado en camadas de ratones durante los últimos 3 años, es que con el paso del tiempo el cuerpo "aprende" a manipular el cerebro para bloquear este proceso, obviando la toma de decisiones y optando por la vía de no hacer nada. Bajo esta sencilla premisa, la edad hace que las personas sean menos tendentes a "arriesgar" su tiempo y esfuerzo en aprender cosas nuevas.

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Durante los experimentos, los ratones escucharon dos tonos diferentes, uno de ellos acompañado de una recompensa (agua azucarada) y otro de estímulo desagradable (luz brillante). Rápidamente, los roedores aprendieron gradualmente que si lamían más un caño cuando oían el primer tono, obtendrían más agua azucarada, y si lamían menos durante el segundo, la luz no sería tan brillante. Esto es: asignar un precio a cada recompensa y saber hasta qué punto vale la pena realizar una acción.

"Para sobrevivir, para hacer lo que sea que estés haciendo, necesitas constantemente ser capaz de aprender. Necesitas aprender lo que es bueno y lo que es malo para ti", menciona Friedman. "Una persona, o en este caso un ratón, puede pensar que le merece la pena pagar el precio por una recompensa, mientras que otro desea evitarlo a toda costa. Esto es el aprendizaje".

Relacionado con la pérdida de motivación

Aquí está la clave del asunto. Los investigadores encontraron que los ratones más viejos —equivalentes a 60 años para un ser humano— preferían no hacer este ejercicio mental y obviar el análisis precio-recompensa. De este modo, su actividad estriosómica disminuía en comparación con la de los más jóvenes, perdiendo la motivación por entender qué merecía la pena y qué no.

Debido a este hallazgo, el estudio probó a medicar a los ratones para aumentar la actividad de sus estriosomas, descubriendo que cuantos más estriosomas tenían más se involucraban en el experimento.

Además del declive normal relacionado con la edad, muchos trastornos de la salud mental pueden sesgar la capacidad de evaluar los costos y las recompensas de una acción, desde la ansiedad y la depresión hasta afecciones como el trastorno de estrés postraumático. De este modo, una persona deprimida puede subestimar las posibles recompensas, mientras que otra adicta tendería a sobrevalorarlas.

"Si se pudiera señalar un mecanismo que subyace a la evaluación subjetiva de la recompensa y el precio a pagar, y se utilizara una técnica moderna que pudiera manipularlo, ya sea psiquiátricamente o con biorretroalimentación, los pacientes podrían ser capaces de activar sus circuitos correctamente", menciona Friedman. Esto es, fomentar que nunca se pierdan las ganas de seguir aprendiendo.

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