Mucho más que petróleo: así puede afectar a la economía española la guerra del petróleo entre EE.UU. e Irán

Pavel Ramírez
Una central petrolífera en Irán

Las consecuencias del reciente anuncio de EE.UU. de abandonar el acuerdo nuclear con Irán son casi tan difíciles de medir como lo fue el Brexit hace dos años. No es una exageración, ya que si en el caso de Reino Unido los implicados van más allá de la UE ─incluyendo a terceros como China, que podría convertirse en el principal socio del país británico tras su salida─, en el caso de Irán hay tantos o más actores que podrían salir perjudicados por la decisión unilateral de Donald Trump.

En cualquier caso, la decisión de Trump ha desatado una escalada del precio del petróleo que no beneficia a España. La alta dependencia energética del exterior hace que un aumento del precio del barril incremente la factura que tiene que pagar España. Esto además puede tener consecuencias en el crecimiento económico que en los últimos años se ha visto beneficiado por un petróleo barato. 

En los últimos dos días, el barril de brent se ha situado en torno a los 77 dólares, mientras que a lo largo de 2017 el precio medio se situaba en los 55 dólares. Teniendo en cuenta que antes de la crisis abierta por la cancelación del acuerdo nuclear el precio se situaba por debajo de los 70 dólares y asumiendo que se mantendrá en una media de unos 75 dólares como máximo durante este año ─según el escenario más pesimista del Gobierno en el programa de estabilidad para el período 2018-2021 remitido a la UE─, España podría perder hasta 9.000 millones de dólares ─ 7.500 millones de euros─ sólo por el encarecimiento del crudo.

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El problema no es que se encarezcan las importaciones desde Irán, sino que la gran subida del precio del crudo que se produjo a raíz del anuncio de Donald Trump ha encarecido los aproximadamente 450 millones de barriles que España importa de todo el mundo. Es decir, que aunque el 6,7% del crudo total importado provenga de Irán ─que aglutinó algo más de 30 millones de barriles en 2017─, el gran problema es el encarecimiento del barril a nivel global.

Desde que se aprobase el acuerdo nuclear con Irán en verano de 2015, España ha aumentado sus importaciones desde el país árabe, especialmente de crudo. Un intercambio que, en teoría, no tendría por qué estancarse, ya que la Unión Europea anunciaba inmediatamente después del desplante de Trump que seguiría cumpliendo el acuerdo y no reactivaría las sanciones a Irán. 

Hay algunos visiones más optimistas por parte de analistas que estiman que precio del crudo pueda estabilizarse en unos 70 dólares por barril de media durante 2018. En este escenario, la cantidad que perdería España ─que pagaría de más a los exportadores de petróleo─ sería de unos 5.500 millones de euros.

En cualquier caso, siempre serían pérdidas mayores a las contempladas por el Gobierno en su programa de estabilidad, que en su momento hizo las cuentas con una previsión de 67 dólares por barril en el escenario más probable.

A esto se suma que el crecimiento económico de los últimos años ha estado espoleado en parte por los bajos precios del petróleo, por lo que podría sufrir un revés importante. De hecho, las previsiones del Gobierno en su programa de estabilidad incluyen un descenso del 0,8% en el PIB y un retroceso del 0,7% en el empleo ─unos 150.000 parados más─ si durante 2018 el crudo se mantiene a 75 dólares por barril.

Otro de los efectos del incremento del petróleo sería una subida de la inflación. La última previsión de Funcas publicada tras abrirse esta nueva crisis ha elevado en dos décimas sus previsiones para el IPC. "La acusada subida del precio del petróleo en las últimas semanas y la pérdida de valor del euro frente al dólar han conducido a revisar al alza las previsiones de inflación", señalan los analistas que apuntan que en el nuevo escenario central con el petróleo en 75 dólares y el euro en 1,18 dólares, la tasa de inflación superará el 2% en verano, moderándose posteriormente.

La presión de Israel para forzar la ruptura del acuerdo

El acuerdo nuclear suscrito el 14 de julio de 2015 entre EE.UU., los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas —China, Francia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos—, la Unión Europea e Irán, y llamado Plan de Acción Conjunto y Completo, supuso el fin de las sanciones económicas al país árabe, así como un progresivo desmantelamiento de los embargos energéticos vigentes, a cambio de la desnuclearización del país. En la práctica, supuso la reintegración de Irán en el comercio internacional, especialmente con su materia prima más valiosa y abundante: el petróleo.

Sin embargo, desde que Barack Obama impulsase este acuerdo durante su mandato, Donald Trump lo ha calificado en varias ocasiones de "desastre" e, incluso, llegó a hablar de "el peor de todos los acuerdos" por no incluir en él el programa de misiles balísticos de Irán o el apoyo de Teherán a Siria o al grupo Hezbollah en Líbano. Ya entonces, Trump afirmó que el acuerdo "le dio a la dictadura de Irán un sustento político y económico".

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En este contexto, la semana pasada Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel y socio de excepción de Trump, realizó una presentación en la que aseguraba que Irán mantenía un programa nuclear secreto. Sin embargo, la secuencia de diapositivas ─que recordó sobremanera a la que mostró el exministro de Defensa estadounidense Colin Powell ante la ONU en 2003 para tratar en vano de demostrar la existencia de armas de destrucción masiva en Irak─ no convenció a los demás implicados en el acuerdo nuclear.

La comisionada de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, Federica Mogherini, indicó ese mismo día que el mandatario israelí no había ofrecido pruebas de que Irán ha estado violando el acuerdo, mientras que todos los gobiernos nacionales implicados argumentaron que, precisamente por la amenaza de un posible desarrollo nuclear en secreto por parte de Irán, había que mantener el acuerdo. Sólo el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, afirmó que EE.UU. estudiaría las acusaciones. Unos días después, se produjo la salida de EE.UU. del acuerdo.

La guerra del petróleo entre EE.UU. e Irán

De 2007 a 2011, el comercio entre la UE e Irán osciló entre los 20.000 y los 30.000 millones de euros anuales. A partir de ese momento y hasta 2015, el intercambio se redujo a poco más de 7.000 millones de euros. Sin embargo, la firma del acuerdo nuclear con Irán permitió reactivar el comercio hasta los 21.000 millones que se registraron en 2017. En esa misma década, EE.UU. apenas varió su nivel de importaciones desde Irán, con unos 200 millones anuales de media.

En el caso del petróleo, algo tiene que ver la obsesión de nacionalizar la producción por parte de Donald Trump, con su máxima expresión en la guerra comercial abierta con China. En 2017, un informe apuntaba que el fracking ─la técnica de extracción de petróleo por fracturación hidráulica que en estos momentos sitúa a EE.UU. por delante de sus competidores─ sólo resulta rentable para las empresas estadounidenses si el precio del crudo se sitúa por encima de los 41,5 dólares por barril.

Con la salida de EE.UU. del acuerdo nuclear con Irán, Trump no sólo evita importar petróleo desde el país árabe ─y, de este modo, depender menos de productores exteriores─, sino que también ha provocado una subida generalizada del precio del crudo que, sin duda, beneficiará a los productores estadounidenses que utilizan el fracking. Sin embargo, más allá del precio del crudo, por el momento resultan impredecibles las consecuencias de la salida de EE.UU. del acuerdo nuclear.

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