La insulina podría conservarse sin refrigeración, lo que acercaría este medicamento a millones de personas sin acceso a la electricidad

Jessica Brown,
Mohamed Hussein Bule, de 27 años, enseña ciencias en un campo de refugiados en Kenia.
Mohamed Hussein Bule, de 27 años, enseña ciencias en un campo de refugiados en Kenia.

Paul Odongo para Médicos Sin Fronteras.

  • Para las personas con diabetes que viven en zonas del mundo en vías de desarrollo, la falta de electricidad puede dificultar la conservación de la insulina de manera correcta.
  • Un proyecto en Kenia ha demostrado que la insulina se puede mantener en climas cálidos sin refrigeración.
  • Los investigadores consideran que esto es un gran avance y han pedido a la Organización Mundial de la Salud que informen sobre este hecho para hacer accesible esta medicina en estas nuevas condiciones a todo el mundo. 
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Para las personas que viven con diabetes en partes del mundo en vías de desarrollo, obtener su dosis diarias de insulina depende directamente del acceso a la electricidad. 

Una vez que se abre un frasco, los fabricantes recomiendan guardarlo en el refrigerador hasta que caduque, que suele ser después de 4 semanas. Pero se estima que 470 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a la electricidad ni a refrigeradores, lo que dificulta el almacenamiento de insulina en casa.

Ahora, un nuevo programa podría ayudar a revolucionar los tratamientos en todo el mundo. 

Comenzó en el campo de refugiados de Dadaab en el norte de Kenia, donde las temperaturas pueden alcanzar los 37 grados centígrados y muchas personas no tienen acceso a la electricidad. Como consecuencia, la vida de los pacientes prácticamente ha girado en torno a ir y volver del hospital para recibir la dosis de insulina. Para estas personas tratar su diabetes supone faltar al colegio o al trabajo.

Los médicos del campamento notaron que cada vez eran más los pacientes que llegaban al hospital con complicaciones respecto a la diabetes, por lo que pidieron ayuda a los investigadores de la Universidad de Ginebra. Comenzaron a monitorizar qué ocurría si se guardaba la insulina en ambientes similares a los del campamento.  

Los investigadores replicaron las temperaturas del campamento en el laboratorio —de 25 a 37 grados centígrados— y probaron la efectividad de la insulina. 

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Descubrieron que, incluso sin refrigeración, la insulina mantenida a las temperaturas tropicales del campamento era seguras para usar durante 4 semanas. Esta revelación que podría cambiar la vida de los pacientes con diabetes de todo el mundo. 

Después de esta investigación, el equipo decidió hacer seminarios para dar más información a las personas diabéticas para que pudieran automedicarse, les enseñaron cómo inyectarse, a controlar su propio nivel de azúcar en sangre y a qué síntomas debían estar más atentos ya que podían ser perjudiciales para su salud. Además, mostraron a los pacientes cómo almacenar la insulina en casa usando un recipiente de plástico con una toalla húmeda alrededor.  

Esto solo trajo buenas noticias, bajaron notablemente el número de pacientes diabéticos que llegaron al hospital con complicaciones agudas. "Pudieron ir al trabajo y la escuela y no pasar todo el día buscando atención médica para mantenerse con vida", dijo Philippa Boulle, de Médicos Sin Fronteras.

Aunque la insulina puede dañarse cuando se almacena a altas temperaturas, los investigadores se dieron cuenta de que temperaturas más frías durante la noche podrían mantener la insulina segura.

Los refugiados somalíes asisten al mercado en el extenso campo de refugiados de Dadaab en el norte de Kenia. TONY KARUMBA / Getty Images.
Los refugiados somalíes asisten al mercado en el extenso campo de refugiados de Dadaab en el norte de Kenia. TONY KARUMBA / Getty Images.

"Todas las proteínas se degradan cuando se calientan, pero hay proteínas que pueden volver a su estado original cuando las enfrías de nuevo, y la insulina parece ser una de ellas", explicó Leonardo Scapozza, profesor de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas de la Universidad de Ginebra y uno de los investigadores que trabajó con MSF en el campamento de Dagahaley, a Business Insider.

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Sacapozza también dijo que los hallazgos podrían aplicarse a países de altos ingresos como Estados Unidos, por ejemplo, cuando ocurren desastres naturales y tormentas que cortan el suministro de energía.

Los investigadores han realizado más estudios para probar la insulina en diferentes climas y están ayudando a apoyar a los refugiados entornos como Sudán del Sur para que también se lleven la insulina a casa. Ahora, MSF está pidiendo a las corporaciones farmacéuticas que modifiquen las pautas y que la Organización Mundial de la Salud respalde y divulga sus hallazgos.

Por ahora, a OMS ha dicho que no hará ninguna recomendación basada solo en este estudio, pero Gojka Roglic, médico oficial de la OMS responsable de las actividades sobre el control de la diabetes, dijo que se incluirá en una revisión de todas las investigaciones a finales de este año.  

Ali Bishar, quien está a cargo del programa de manejo de insulina de MSF en el campo de refugiados de Dadaab en Kenia, dijo que la educación sobre diabetes e insulina es "primordial" para el funcionamiento del programa.

"Una vez capacitados, los pacientes deben aprobar una especie de examen práctico. Luego se les administra la insulina y se les brinda atención dentro y fuera de las salas", dijo Bashar. Sin embargo, el almacenamiento de insulina es solo el comienzo del manejo de la diabetes en entornos con recursos más bajos. 

Otra gran preocupación es cómo una mala alimentación puede contribuir a los síntomas de los pacientes. "Hay que comer cuando se inyecta insulina. En algunos entornos, los pacientes temen la inyección si no han comido ese día", dice Boulle.

Rahmo, un paciente, de los primeros en comenzar el programa de MSF en 2015, dijo a Business Insider que obtener suficiente comida y tener una buena dieta a veces era todo un desafío. Pero independientemente de su dieta, su salud había mejorado. "Antes de esto, estaba confundida acerca de cómo continuar con mi vida y si sobreviviría", explicó. "Hoy, estoy muy feliz de controlar mi diabetes en casa". 

Mohamed Hussein Bule, de 27 años, es una persona refugiada de Somalia que trabaja como maestro en una escuela primaria en Dagahaley, se inscribió en el programa de MSF en 2015. Le diagnosticaron diabetes en 2014 después de que su peso se desplomara de 68 kilos, a menos de 40. Desde que se unió al programa, su peso ha vuelto a subir a unos 64 kilos.

"Antes debía recoger la insulina en el hospital temprano por la mañana para llevarla a casa y luego ir a trabajar. Faltaba continuamente al trabajo. Ahora, tomo un vial por la mañana, registro mi glucosa y sigo con mi vida con normalidad", dijo. "Ni siquiera me siento como un paciente con diabetes. Estoy muy contento de estar en el programa".

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