Europa está gastando mucho dinero para hacer frente al problema de la energía, pero los economistas temen que eso pueda desatar una nueva crisis financiera

Jennifer Sor,
Bolsa con el símbolo del euro

Reuters/Francois Lenoir

Europa se enfrenta a una tormenta macroeconómica. En medio de una crisis energética, una inflación altísima y una posible recesión, algunos expertos creen que podría avecinarse una nueva crisis financiera para algunas naciones europeas, a medida que los gobiernos aumentan el gasto para proteger a los consumidores del aumento de los costes de energía.

La crisis se ha debido en gran medida a que Rusia recortó el suministro de gas al continente, lo que elevó los precios de la energía y obligó a los gobiernos a intervenir con recortes de impuestos, controles de precios, subsidios al consumidor y otras medidas para aliviar el dolor, todo mientras equilibraba grandes cantidades de deuda. 

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El Reino Unido, cuya deuda representó el 143% de su PIB en 2021, ha desembolsado el equivalente a 178.000 millones de euros para luchar contra la crisis energética hasta el momento, la mayor cantidad de cualquier país de Europa, según datos del centro de estudios Bruegel

Francia, cuya deuda representó el 145% de su PIB, destinó 71.000 millones de euros, y Alemania, cuya deuda es el 77% de su PIB, repartió 100.000 millones de euros antes de aprobar otro paquete de ayuda de 200.000 millones de euros.

En el caso de España la deuda alcanzó los 1,49 billones de euros en agosto, y representa más del 115% del PIB. Hace solo unos días el Gobierno de Pedro Sánchez anunciaba 3.000 millones de euros adicionales de los Presupuestos Generales del Estado para proteger a los hogares frente a la crisis energética, que ya ha supuesto 35.000 millones de gasto para las arcas públicas.

"Los países más endeudados podrían tener una crisis financiera"

Gran parte de ese gasto está siendo financiado por más préstamos públicos. Pero en el desafío de pagar esas deudas en el futuro es donde surgen los problemas, según Michael Boskin, economista de la Universidad de Stanford.

"Creo que varios países tendrán dificultades para evitar problemas de deuda en los próximos años y el resultado será doloroso", apunta Boskin a Business Insider. "E históricamente ha ocurrido que los países muy endeudados acaban teniendo problemas. Pueden tener una crisis financiera, pueden avivar la inflación. Podría, y a menudo lo hace, resultar en un crecimiento lento a largo plazo".

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Aunque la situación de la deuda de cada país es única, Boskin señala que el gasto es una gran preocupación en su conjunto para Europa: los países del sur de Europa, como Grecia, históricamente han tenido niveles de deuda y déficit más altos que los países del norte de Europa. 

Pero los países del norte de Europa se enfrentan a un invierno más frío, lo que significa que corren el riesgo de tener que desembolsar gran cantidad de dinero para mantener seguros a sus ciudadanos.

La crisis energética le ha costado a Europa 700.000 millones de euros

Se estima que la crisis energética ya le ha costado a Europa alrededor de 700.000 millones de euros. Eso puede traer más debilidad a las economías europeas por 3 razones, comenta Boskin.

En primer lugar, la inflación ya ha conmocionado al continente. La inflación de la eurozona registró un 10% en septiembre. Combinado con una alta carga de deuda, eso significa problemas, porque la deuda en sí misma también es inflacionaria.

 

Además, algunos países están lidiando con la debilidad de sus sistemas bancarios. Boskin señala a Italia como un ejemplo, donde los bancos han necesitado ayuda del Gobierno. El gasto adicional y la deuda de la crisis energética podrían resultar en un mayor estrés ejercido sobre el sistema financiero.

El tercer motivo para el experto es que algunas naciones están lidiando con tensiones políticas. 

Boskin apunta al Tratado de Maastricht, que establece un tope de déficit presupuestario del 3% para los países de la UE y una regla de no más del 60% para la relación deuda pública/PIB. Elevar esos requisitos para acomodar gastos adicionales podría desencadenar más agitación política.

¿Se avecina una crisis de deuda?

El camino para superar la macrotormenta no está del todo claro, y la respuesta no es necesariamente frenar el gasto público para aliviar la crisis energética, según Jennifer Lee, economista del Banco de Montreal.

"Creo que es muy probable que se produzca una crisis de la deuda, dadas las enormes cantidades que se gastan como porcentaje del PIB. Sin embargo, es necesario, al igual que el gasto de la pandemia, pero se sumará a la enorme pila de deuda que ya se ha ido acumulando", subraya Lee. 

Otros expertos creen que la probabilidad de una crisis de deuda es baja y que la prioridad debería ser aliviar los altos precios de la energía, que ha sido el principal impulsor de la inflación en la eurozona, según Eurostat.

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"La inflación es la amenaza masiva", dice a Business Insider David Wech, economista jefe de Vortexa. Apunta a las recientes caídas en el consumo de gasolina, una señal de que la inflación ya ha estado golpeando la actividad económica. Las importaciones de gasolina a la cuenca del Atlántico, que incluye a Europa, cayeron un 15% mes a mes en septiembre, 4 veces la disminución estacional habitual.

"Ayudar a los consumidores y a las empresas a hacer frente a un aumento mucho más drástico de los precios de la electricidad es esencial para moderar el impacto en la actividad económica... El mayor riesgo son los altos precios y la inflación. Personalmente, creo que una crisis de deuda es una preocupación menor", subraya.

Y en el caso de que las altas cargas de deuda lleven a Europa a un punto crítico, el resultado puede no ser una crisis financiera, señala Boskin, aunque podría desencadenar un cambio rápido en el gasto público o los impuestos en algunos países.

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Boskin cree que si el BCE eleva la tasa por encima del 4%, podría ser muy duro para los hogares, en particular para las viviendas que se han endeudado con hipotecas de tasa variable. Y si la inflación se dispara aún más durante un período prolongado, la política monetaria requerida para estabilizar la economía podría ser aún más disruptiva.

"No creo que sea inevitable. Pero una vez que se es consciente de los riesgos que existen, sería mucho menos arriesgado abordar pronto las causas subyacentes", sentencia Boskin.

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