Ya es oficial: la pandemia nos ha convertido a todos en idiotas

Adam Rogers,
Las catástrofes naturales suelen sacar lo mejor de las personas. Pero las investigaciones concluyen que la pandemia nos ha hecho más malos, perezosos e introvertidos.
Las catástrofes naturales suelen sacar lo mejor de las personas. Pero las investigaciones concluyen que la pandemia nos ha hecho más malos, perezosos e introvertidos.

Vicky Leta/Insider

Seguramente lo has sentido. Tras más de 2 años de pandemia, las personas parecen estar de peor humor. La gente se pelea en los aviones, conduce a toda velocidad, y todos parecemos tener menos tiempo para las tonterías de los demás. Aparentemente, la sociedad vive con esa sensación generalizada de que alguien va a estallar en cualquier momento. Y, ese alguien, puedes ser tú.

Pues bien, no te equivocas. Una nueva investigación publicada en la revista PLOS One revela que, al menos en EEUU, la personalidad de la gente ha cambiado. Se han vuelto más desagradables, irascibles, menos diligentes en la vida doméstica y laboral, menos propensos a entablar una conversación con un desconocido o a llamar a un viejo amigo, y menos entusiasmados con las cosas nuevas. El COVID-19 nos ha convertido en idiotas.

Está claro que no es algo exclusivo de EEUU, ya que, en general, todo el mundo parece más crispado tras lo sucedido. Puede parecer evidente. Desde luego, nuestros nervios están crispados después de lo que hemos pasado. Pero la cosa es que las características de la personalidad no suelen cambiar tan rápido. Y lo que es más extraño, se supone que los desastres naturales no nos empeoran, sino todo lo contrario. De hecho, durante más de medio siglo, la sociología ha defendido que, ante una catástrofe, las personas no se convierten en saqueadores salvajes ni en defensores de recintos amurallados con escopetas.

Ayudamos. Nos volvemos más amables. Nos apresuramos a acudir al lugar de los hechos y hacemos lo que podemos. Según la teoría, no nos negamos a llevar mascarillas en lugares públicos durante un brote de una enfermedad transmitida por el aire, ni nos negamos a vacunarnos aunque ello pusiera en peligro a bebés y a personas mayores, ni dejamos de dotar a las escuelas de purificadores de aire. Esta catástrofe, por alguna razón, no nos unió como suelen hacerlo las catástrofes. Nos destrozó.

Sin gracia bajo presión

Para ver cómo afectó la pandemia, los investigadores han analizado los llamados 5 grandes rasgos de la personalidad: amabilidad, conciencia, extraversión (o extroversión), neuroticismo y apertura. Normalmente, estos rasgos son bastante estables, por eso se denominan como los 5 grandes. Pueden mejorar después de la terapia o empeorar después de un gran trauma en la vida, y cambian de forma predecible desde que somos niños hasta que llegamos a la edad adulta. Sin embargo, la investigación ha apreciado un cambio brusco durante la pandemia, más o menos equivalente a lo que se esperaría de 10 años de vida, no de 2. En lo que respecta a la psique humana, los últimos 2 años han sido como una década infernal.

Los resultados coinciden con esa sensación de que la amabilidad está en declive. Angelina Sutin, científica del comportamiento de la Universidad Estatal de Florida y autora principal del mencionado estudio, invita a relacionar esa sensación con las anécdotas que escuchamos constantemente de quejas sobre el trabajo, los servicios y otras cuestiones. No es casualidad que todo el mundo se esté quedando con la parte negativa.

Antes del COVID, la investigación sobre la psicología de las catástrofes se centraba sobre todo en la salud mental o el estrés postraumático. Si bien es relativamente sencillo observar la prevalencia de algo como la depresión o la ansiedad, la personalidad es diferente. Por un lado, a la gente se le da bastante mal recordar cómo era su personalidad antes. Por eso, el equipo de Sutin utilizó información del estudio Understanding America, un conjunto de datos longitudinales de miles de personas dirigido por la Universidad del Sur de California. Eso les proporcionó una línea de base prepandémica con la que podían medir y comparar.

Lo que encontró parece bastante convincente. Los cambios en los 5 grandes rasgos de la personalidad que su equipo documentó fueron aproximadamente la mitad del aumento de la depresión y la ansiedad que se produjo durante la pandemia. Resulta que esa es más o menos la misma magnitud del cambio que se espera ver en alguien que recibe terapia. Parece que el COVID ha alterado la personalidad al igual que lo haría la terapia con un psiquiatra, aunque para peor.

Pero Sutin no está segura de que los cambios puedan achacarse únicamente al COVID. Es imposible separar la pandemia de todo lo demás. En los últimos 2 años, en el mundo en general, y en España en particular, han sucedido muchas cosas graves: el Black Lives Matter, el asalto al capitolio, olas de calor y frío récord (como Filomena), el volcán de la Palma, una inflación descontrolada... ¿ya estás deprimido? ¿Menos amable? ¿Más introvertido?

Para algunos, como los manifestantes contrarios al uso de mascarillas, lo más estresante era ayudar a gente que no les gustaba.
Para algunos, como los manifestantes contrarios al uso de mascarillas, lo más estresante era ayudar a gente que no les gustaba.

Education Images/Getty Images

Por si sirve de algo, hay otras catástrofes que han ido seguidas de cambios en la personalidad, aunque nunca como ésta. Dos años después de los terremotos en Christchurch, Nueva Zelanda, en 2010 y 2011, los residentes mostraron pequeños aumentos en el neuroticismo, lo que se traduce en una mayor inestabilidad emocional. Después de que el huracán Harvey pasara por Houston en 2017, los estudiantes universitarios también mostraron muchos cambios en su personalidad, aunque estos no se dieron tanto en el resto de la población.

"Medimos literalmente centímetros de agua en su casa", dice Rodica Damian, la psicóloga de la Universidad de Houston que dirigió el estudio sobre Harvey. Su equipo analizó lo preparada que estaba la gente y lo mucho que les afectó la tormenta. Nada se correlacionó. Las catástrofes definitivamente cambian los diales de la personalidad de las personas, solo que no todos en la misma dirección, o en la misma cantidad. "Cada persona cambia de forma diferente", dice Damian. "No sabemos por qué".

Pero el equipo de Sutin descubrió que casi todo el mundo cambiaba de forma constante. Entonces, ¿qué hizo que esta catástrofe fuera diferente de casi todas las demás? Los datos proporcionan una pista. 

Durante los primeros meses de la pandemia, el equipo de Sutin encontró pocos cambios en la personalidad. "Sí se produjo una disminución del neuroticismo, pasando a ser algo menos emocionales y sensible al estrés", explica Sutin. La gente, en otras palabras, se volvió emocionalmente más fuerte. "Nuestra hipótesis es que sí hubo un momento de unión social al principio de todo: 'tenemos que luchar juntos contra el virus', aclara la experta. "Tener esa respuesta colectiva pudo haber ayudado a sostener la personalidad en términos de otros factores de estrés que empujaban contra ella", subraya. La gente cosía mascarillas y se ofrecía como voluntaria para llevar comida a las personas confinadas en sus casas y golpeaba ollas y sartenes para mostrar su apoyo a los sanitarios. Ante la adversidad, hicimos lo que hacen los humanos: nos unimos.

Sin embargo, hay una diferencia clave entre este episodio y otros anteriores, y es la duración. Una catástrofe natural suele desarrollarse en cuestión de días, pero la pandemia fue mucho más larga. "Lo único que salió mal, es que la maldita pandemia siguió adelante", dice Brent Roberts, psicólogo y experto en cambios de personalidad de la Universidad de Illinois. En esta teoría, el tiempo es la variable que no se tiene en cuenta en la ecuación desastre-personalidad. Nuestro espíritu inicial dio paso a la desesperación. Y nuestras personalidades dieron un giro a peor.

No es útil

Por otro lado, la culpa puede aflorar como otro factor que afecta a la personalidad. En la pandemia-tal vez en todos los desastres- sólo algunas personas son útiles. Además, la situación se politizó rápidamente y la sociedad comenzó a dividirse. Esta brecha es lo que otros expertos defienden como la causa principal de los cambios en la personalidad. No es una cuestión de tiempo, sino de cultura. A muchos, no les molestaba ayudar en general, sino ayudar a gente que no les gustaba, quizás incluso por razones políticas.

Puede que incluso yo tenga parte de culpa en esta división social. Empecé a cubrir el tema del COVID a principios de 2020, y en cuanto descubrí que tanto la población pobre como los ciudadanos negros estaban siendo los más perjudicados, comencé a subrayarlo en cada historia que escribía. Me imaginé que si la gente lo leía, arrimaría el hombro para ayudar.

Pero no lo hicieron. "La unión social durante una catástrofe nace de la empatía, pero cuando se mezclan cuestiones raciales y de clase social, esa empatía desaparece", señala David Jones, historiador de medicina en la Universidad de Harvard.

Cuando San Francisco tuvo un brote de peste bubónica en 1900, los primeros casos se dieron en Chinatown. Las autoridades públicas colgaron una cuerda alrededor del barrio y dijeron a todos los blancos que seguían dentro que podían irse; los chinos tenían que quedarse. Durante un brote de viruela en Boston en 1902, Jones afirma que "la ciudad envió bandas de matones a los barrios pobres para vacunar obligatoriamente, pero no hizo lo mismo en los barrios ricos". Por otro lado, en el momento álgido de la epidemia de VIH, los dirigentes del país abandonaron básicamente a la comunidad gay. Y así, a lo largo de la historia.

Como todos los buenos estudios de ciencias sociales, la investigación de Sutin puede haber puesto nombre a algo que siempre estuvo ahí. El COVID ha dado alas a nuestros demonios internos. "Las sociedades suelen responder con gran compasión a los que están dentro de su 'comunidad moral', pero se resisten a extender los recursos más allá", resume Jones. ¿Los idiotas en los aviones, los manifestantes antivacunas, la gente que grita a los dependientes de las tiendas y a los camareros? Siempre han sido así. La pandemia les ha llevado al límite.

Pero eso no significa que tengamos que unirnos a ellos. Sea cual sea el caos que se está produciendo en el panorama cultural y político, cada uno de nosotros puede tomar una decisión sobre cómo afrontar el estrés en nuestras vidas. Un principio central de la teoría de la personalidad es que todo lo que se necesita para cambiar un rasgo son pequeños pasos, dados con diligencia. Así que: discute menos. Cuida de ti mismo y de los demás. Llama a un viejo amigo. Yo sigo siendo un optimista del desastre. Sigo creyendo que los días más oscuros a los que nos enfrentamos, como individuos y como nación, pueden acabar uniéndonos en lugar de separarnos. La mezquindad acabará retrocediendo a la media. Sólo hace falta trabajar, y algo de tiempo.

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