Esto es lo que pasa realmente en tu cerebro cuando procrastinas

Un hombre joven aburrido o distraído mirando al horizonte en un escritorio

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Lavar los platos, hacer la declaración de la renta, empezar la dieta o estudiar para el examen. Seguro que alguna vez has dejado para mañana algo que debería y podría hacerse hoy.

Es la procrastinación. 

Buena parte de la humanidad lo hace en mayor o menor medida —como dato anecdótico, 3,5 millones de españoles dejan las compras de Navidad para el mismo día de papá Noel o Reyes por pereza— a pesar de las nefastas consecuencias. 

Seguramente si tienes tendencia a este comportamiento te habrás dado cuenta de que eso solo conduce a estrés, pensamientos negativos y un montón de obligaciones pendientes que no dejan de crecer. 

Acabar con la procrastinación no es fácil. Puede que pienses que solo actúas bajo presión, que es el resultado de ser perezoso, tener una mala ética de trabajo o incluso signo de ineptitud: ¿te suenan pensamientos del tipo "no puedo hacerlo", "no soy capaz"?

Sin embargo los estudios centrados en procrastinadores han descubierto que la manera en la que piensas en tus tareas puede influir a la hora de postergarlas

Qué pasa en tu cerebro cuando procastinas

Es precisamente lo que ha hecho un equipo de investigadores del Inserm, el CNRS, la Universidad de la Sorbona y la AP-HP del Instituto del Cerebro de París. Sus hallazgos, publicados en Nature Communications el mes pasado, revelan cómo se comporta el cerebro cuando procrastinas.

El estudio, realizado en humanos, combinó imágenes funcionales y pruebas de comportamiento, permitiendo a los científicos identificar el córtex cingulado como la región donde se toma la decisión de procrastinar.

Esta zona parece desempeñar un papel en una amplia variedad de funciones autónomas, como la regulación de la presión sanguínea y el ritmo cardíaco. También para ciertas funciones cognitivas racionales, como la anticipación del premio, la toma de decisiones, la empatía y las emociones.

"La función del aparato neural del córtex del cíngulo  anterior es realizar un cálculo de coste-beneficio integrando los costes (esfuerzo) y los beneficios (recompensa) asociados a cada decisión", señalan los autores.

Raphaël Le Bouc, uno de los directores del trabajo, explica que " ara una tarea como lavar los platos, los costes están relacionados con el aspecto largo y tedioso de la tarea y los beneficios con el hecho de que la cocina esté limpia al final. Lavar los platos es muy tedioso en este momento; pensar en hacerlo al día siguiente lo es un poco menos".

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En el estudio participaron 51 personas en una serie de pruebas de comportamiento durante las cuales se registró su actividad cerebral mediante resonancia magnética.

Primero se pidió a cada participante que asignara subjetivamente un valor a las recompensas (pasteles, flores, etc.) y a los esfuerzos (memorizar un número, hacer flexiones, etc.). A continuación, se les pidió que indicaran sus preferencias entre obtener una pequeña recompensa rápidamente o una gran recompensa más tarde, así como entre un pequeño esfuerzo a realizar de inmediato o un mayor esfuerzo a realizar pasado un tiempo.

La tendencia a procrastinar se midió tras esto mediante 2 tipos de pruebas. En la primera, los participantes debían decidir si producir un esfuerzo el mismo día para obtener la recompensa asociada inmediatamente, o producir el esfuerzo al día siguiente y esperar hasta entonces para conseguirla. 

En la segunda, al volver a casa, los participantes tenían que rellenar varios formularios y devolverlos en el plazo de un mes para ser compensados por su participación en el estudio.

Cuándo "no vale la pena" hacer algo para el cerebro

Los resultados pusieron de manifiesto que cuanto más lejos está el plazo, menos costoso parece el esfuerzo y menos gratificante la recompensa.

"La procrastinación puede estar específicamente relacionada con el impacto del tiempo en la evaluación de las tareas de esfuerzo. Más concretamente, puede explicarse por la tendencia de nuestro cerebro a contar más rápido los costes que las recompensas", resume Mathias Pessiglione también autor del estudio.

En otras palabras, la próxima vez que te toque cumplimentar un formulario, tu cerebro primero analizará los esfuerzos a realizar antes de conocer los beneficios y las ventajas que conllevará hacerlo.

Las pruebas se utilizaron para alimentar un modelo matemático de toma de decisiones desarrollado por los investigadores, conocido como modelo neurocomputacional. A partir de la información sobre la actividad de su córtex cingulado y de los datos recogidos, los investigadores establecieron un perfil motivacional para cada participante. 

En este se describió su atracción por las recompensas, su aversión al esfuerzo y su tendencia a devaluar los beneficios y los costes con el tiempo. 

El perfil permitió estimar la tendencia a procrastinar de cada uno de los participantes. Cuando se completó con datos específicos de cada uno, el modelo fue capaz de predecir el tiempo que tardaría cada participante en devolver el formulario cumplimentado.

Los autores creen que la investigación podría ayudar a desarrollar estrategias individuales para dejar de posponer las tareas y a evitar los efectos de la procrastinación en ámbitos tan variados como la educación, la economía y la salud.

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