Esto es lo que le pasa a tu cerebro cuando te enfadas

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  • Tú jefe, la llamada a la hora de la comida para venderte una tarifa que no quieres, un atasco o las tareas que le tocaban a tu pareja una vez más sin hacer. La vida está llena de cosas que te pueden enfadar.
  • Esta emoción, considerada negativa, desencadena una serie de notorios cambios en tu cerebro. Algunos de los cuales se vinculan a una respuesta hostil y agresiva.

Sea lo que sea aquello que te enfadó la reacción suele ser similar. Pérdida general del control y ganas de acercarte a eso que te enfada y acabar con ello. La ira suele representarse con el fuego, una llamarada sin freno que recorre tu cuerpo.

Se trata de una respuesta natural del organismo, que hace que se active el sistema de huida o ataque. Esto en algunas situaciones puede ser provechoso, ya que te ayudará a defenderte si te sientes atacado. Aunque si generalmente te dejas llevar por la furia podría ser bueno controlarlo.

Se cataloga como una emoción negativa, que surge cuando alguien se siente agravado. La RAE define el enfado como esa "impresión desagradable y molesta que hacen en el ánimo algunas cosas". 

Aunque en realidad, más que en el ánimo, el enfado tiene un impacto directo en tu cerebro. El responsable de que actúes como lo haces. Es más, la ciencia ha encontrado que en función de los mecanismos que active una persona optará por calmarse fácilmente o se dejará llevar por una reacción violenta.

Qué pasa en tu cerebro cuando te enfadas

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Cuando una persona experimenta ira, el cerebro hace que el cuerpo libere hormonas del estrés, adrenalina y noradrenalina. Estas sustancias químicas influyen en el ritmo cardíaco y la presión arterial.

Además, los músculos se tensan. El enfado hace que los neurotransmisores químicos llamados catecolaminas, fluyan por el cuerpo y "den una explosión de energía que puede durar varios minutos". Esto desencadena reacciones en otras partes del cuerpo, como el aumento de la frecuencia cardíaca, de la presión sanguínea y una respiración acelerada.

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Como encontraron investigadores de la universidad de Valencia, el enfado se una emoción que induce cambios curiosos en el sistema nervioso. Si bien se experimenta como negativa (lo que debería hacer que el cerebro mande orden de alejarse) "evoca una motivación de acercamiento".

“Ante la experiencia de ira, hemos observado en nuestro estudio un aumento de la ventaja del oído derecho, que indica una mayor activación del hemisferio izquierdo, lo que apoya el modelo de dirección motivacional”, apuntó entonces la autora principal en la agencia SINC. 

"Normalmente cuando nos enfadamos mostramos una tendencia natural a acercarnos a aquello que nos provoca ira para tratar de eliminarlo"

Una respuesta hiperactiva de la amígdala podría estar detrás de los comportamientos agresivos y hostiles

Pero si hay una parte del cerebro que parece jugar un papel clave en el enfado es la amígdala. Se trata de una estructura situada justo encima de la glándula hipotálamo, tradicionalmente vinculada a la parte reptiliana de tu cerebro, aquella responsable del comportamiento más instintivo.

Los científicos creen que mientras que la amígdala procesa el miedo, alerta del peligro y activa la respuesta de lucha o huida, el córtex prefrontal controla el razonamiento, el juicio y ayuda a pensar con lógica antes de actuar. 

 

Cuando eres capaz de recuperarte rápidamente del estrés generado, es porque tu corteza prefrontal trabaja para calmar la amígdala. Pero qué pasa cuándo en general esto no sucede.

Una investigación de la universidad de California encontró que el comportamiento agresivo y hostil de adolescentes se asoció a una respuesta hiperactiva en la amígdala y una disminución de la actividad en el lóbulo frontal.

Hallazgos similares encontraron una serie de estudios dirigidos por Darin Dougherty, profesor asociado de psiquiatría en el Hospital General de Massachusetts (EEUU). 

"Las personas sanas experimentan ira pero pueden reprimirla antes de actuar", explicó en una entrevista con Harvard Medicine. Mientras que en las personas deprimidas propensas a los ataques de ira este freno neurológico no se activaba, como relevan sus imágenes cerebrales, en cambio, aumentaba la actividad en la amígdala.

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