De patinazo en antena a éxito en plataforma: estos son los motivos por los que muchas series de televisión canceladas resucitan en Netflix

'Manifest', retirada de NBC, aterriza en Netflix

NBCUniversal / Peter Kramer

Los fans de Manifest están de enhorabuena

La serie centrada en el misterio de un vuelo comercial (el Montego Air 828, que salió de Jamaica el 7 de abril de 2013 y llegó al JFK de Nueva York cinco años después) tendrá una entrega final. Dos meses después de su cancelación por parte de NBC, Netflix ha anunciado que producirá otra temporada(la última, de 20 episodios). 

Lo hacía el pasado 28 de agosto, a bombo y platillo y desde su cuenta de Twitter. La fecha era un guiño al número del avión desaparecido, para regocijo de unos fans que llevaban varias semanas difundiendo el hashtag #savemanifest por todo internet. 

Hace no tantos años la cancelación era el destino inevitable de aquellos programas que no habían conectado con el público. En aquel contexto resucitar una serie que, en su recorrido televisivo, no había logrado congregar a suficiente audiencia no tenía sentido. 

De hecho, el fenómeno de repescar programas cancelados es muy reciente, e ilustra hasta qué punto ha cambiado no solo el negocio, sino también la forma de ver series de televisión. 

¿Qué sentido tiene invertir en un contenido cancelado? 

Históricamente las cadenas han apostado por las series de televisión para rellenar las franjas horarias de máxima audiencia. Que ahora su presencia sea menor se debe a que el formato ha ido perdiendo gancho en los últimos años, no tanto por el contenido en sí como por la transformación de los hábitos de los espectadores

La rentabilidad de las series está decreciendo en su primer recorrido comercial (la emisión lineal) porque cada vez es más difícil lograr un buen dato de audiencia. Y sin buenas cifras no se puede justificar ante un anunciante el elevado coste de esa franja.

Es cierto que para una serie de cadena existen otras vías de ingresos (como las reemisiones, las licencias a plataformas de streaming o las ventas internacionales) pero el beneficio más directo e inmediato es el derivado de su éxito en antena. 

Y es aquí donde Manifest patinó.

Aunque popular y con un fandom muy apasionado, no logró unos umbrales de audiencia que para NBC justificasen darle continuidad. La cancelación llegó con la tercera temporada, dejando el final la historia sin un final que resolviese el misterio. Entonces se produjo el milagro. 

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El efecto Netflix 

Netflix, que había adquirido los derechos de las dos primeras temporadas en EEUU, estrenó Manifest en junio de este año. Y allí se hizo muy grande. Mientas NBC anunciaba la cancelación poco después de emitir la tercera temporada, nuevos espectadores la descubrían en la plataforma, llevándola a los primeros puestos en el ranking de popularidad. 

El éxito de Manifest en Netflix era, por supuesto, mérito del propio contenido. Pero el verdadero elemento diferencial, lo que la impulsó definitivamente fue el modelo de distribución, más alineado con la manera en la que ahora preferimos ver series.

Para el espectador actual someterse a la disciplina de la emisión semanal con publicidad es antipático, sobre todo si se compara con las ventajas que ofrece una plataforma

Netflix, en realidad, está recogiendo los frutos que otro ha sembrado. Una cadena la financió y la puso en el mapa. Y si la renuevan es porque juegan sobre seguro.

La cocina del éxito de Netflix 

Netflix tiene un historial bastante extenso en lo que a resucitar programas cancelados se refiere. Desembolsar dinero para dar una nueva vida a series que nacieron en otro lugar se ha convertido en una apuesta con ciertas garantías, en un entorno en el que cada vez resulta más difícil construir una audiencia fiel de manera orgánica semana a semana.

Las decisiones de rescate, eso sí, están muy estudiadas a partir del test de popularidad de contenido previamente licenciado, especialmente en los casos en los que la serie está en emisión o es de emisión reciente. De esta manera se verifica empíricamente la acogida de las temporadas ya emitidas entre los clientes de la plataforma, la magnitud de la conversación que es capaz de generar y su capacidad para atraer nuevas altas. 

Si llega la cancelación, Netflix ya tiene muchos datos sobre la mesa para poder valorar si la inversión en una nueva temporada tiene sentido y, sobre todo, es eficiente a la hora de retener a los ya y captar a otros nuevos. 

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Repescar una serie cancelada es, en realidad, el mejor titular para venderla. Y para Manifest el cielo será el límite dentro de Netflix. Que la serie sea accesible globalmente y de manera simultánea es tan solo una de las ventajas. 

A la ampliación de su audiencia potencial hay que sumar el gancho de la marca y la maquinaria de marketing, con sus campañas modernas y desenfadadas, que conectan tan bien con el público. También su motor de recomendación, capaz de identificar a todos aquellos usuarios con preferencias de visionado similares a los que se la recomendará cada vez que accedan al servicio. 

El colofón, por supuesto, lo pone la disciplina de consumo. Manifest es perfecta para un maratón

Lo ocurrido con Manifest es otro ejemplo de la transición que se está produciendo en la manera en la que vemos series de televisión. La pugna entre el pasado (la televisión tradicional) y el presente (el video bajo demanda) acabará decidiendo, a la larga, el futuro mismo de su distribución. 

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