Podemos se plantea cambiarse el nombre y reinventarse para 2019

Alejandro Carantoña
Pablo Iglesias visita una sede de Barcelona en Comú.
Pablo Iglesias visita una sede de Barcelona en Comú.

Hace menos de cuatro años que Podemos no era un partido: era una sorpresa por llegar que ni siquiera había sido fundada.

Eso ocurrió un 16 de enero de 2014 y ahora, cuatro años después, el partido se enfrenta a su año más complicado tras haber perdido tres escaños en las elecciones del 21D en Cataluña y que su líder nacional, Pablo Iglesias, recibiera la peor valoración de la política española a principios de 2017.

En octubre dejó de ser el menos valorado, pero seguía estando por debajo de la nota del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Además, Podemos ha tenido que hacer frente a varias y muy graves crisis internas en su estructura en los últimos doce meses: en febrero, Iglesias y su "número 2", Íñigo Errejón, se enfrentaron abiertamente por el liderazgo; en agosto descabezó su Comisión de Garantías; en el Ayuntamiento de Madrid —uno de los emblemas del partido— se han ido sucediendo los conflictos hasta el estallido de una crisis de gobierno en diciembre; y en Cataluña, el desencuentro entre Pablo iglesias y el líder de la marca autonómica, Albano Dante Fachin, llegó al extremo de que el segundo abandonase el partido poco antes de las elecciones del pasado mes de diciembre.

Año nuevo, nombre nuevo

Podemos ha empezado, por tanto, el proceso de reconversión de cara a la mayor de sus inquietudes: las elecciones autonómicas y municipales que se celebrarán en 2019 y las elecciones generales de 2020.

En este sentido, El Periódico confirmó este domingo que el partido planea cambiar de nombre en este 2018, para así paliar el desgaste en su imagen por las tensiones internas de 2017 y para tratar de corregir la tendencia a la baja en los resultados electorales.

En 2014, Podemos fue toda una sorpresa al conseguir, recién fundado, representación en las elecciones al Parlamento Europeo. Eligió entonces empezar a preparar el camino para las elecciones autonómicas y municipales del año siguiente pero aún sin funcionar como un partido nacional estructurado, sino como la suma de muchas marcas locales o regionales. La estrategia dio resultados irregulares en distintos lugares de España, aunque le brindó la alcaldía de Madrid y de Barcelona, sus dos grandes triunfos.

Cataluña, la clave inmediata

Finalmente, Podemos concurrió a las elecciones generales de diciembre de 2015 y logró convertirse en la tercera fuerza más votada. Con esperanzas de lograr superar a un Partido Socialista en horas bajas, en 2016 (al repetirse las elecciones generales por la falta de acuerdos para formar gobierno) llegó el gran descalabro: lejos de mejorar sus resultados, Podemos perdió un millón de votos, incluso a pesar de haberse presentado conjuntamente con Izquierda Unida.

Todos estos indicadores han hecho a Podemos plantearse una refundación integral de la marca, en busca de una imagen de unidad en todas sus filiales, un programa político compacto y restañar las heridas abiertas con el Partido Socialista en los últimos tres meses, como el propio Iglesias reconoció en su balance político de fin de año.

Estas ruptura ha estado provocada por la situación política en Cataluña, al respecto de la cual los diversos sectores del partido se expresaron de maneras muy diversas.

Con la presentación de un candidato, Xavier Domènech, más moderado que Dante Fachin (abiertamente soberanista) a las elecciones del 21D al parlamento de Cataluña, el partido esperaba captar votos de izquierda y volver a tender puentes con los socialistas. En lugar de esto, perdió tres escaños con respecto a las elecciones de 2015 y el PSOE rompió relaciones definitivamente con los de Iglesias en el ámbito nacional a pocos días de que acabase el año.

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