"No aprenderán nada de esto": Los líderes del sector tecnológico siguen asombrosamente ajenos a las verdaderas lecciones de la quiebra de Silicon Valley Bank

La destrucción causada por la quiebra del Silicon Valley Bank podría ser un momento para que la industria tecnológica diera un paso atrás y reflexionara sobre sus problemas. Pero, lamentablemente, no será así.

iStock; Rebecca Zisser/Insider

  • La cultura de rápido crecimiento de Silicon Valley y sus métodos de financiación han provocado una burbuja tecnológica sin sentido que ha acabado con la quiebra del Silicon Valley Bank.
  • Pero, lejos de hacer autocrítica, parece que en Silicon Valley los principales líderes parecen más dispuestos a que todo estalle por los aires antes que a ir a terapia.

En el tiempo transcurrido desde la impresionante quiebra del Silicon Valley Bank, he visto al sector tecnológico señalar con el dedo a muchas personas. He visto a titanes del capital riesgo y a gurús de la tecnología culpar a los reguladores, al sistema bancario, a la Reserva Federal, a Joe Biden, al equipo de comunicación del banco y a cualquiera que estuviera a tiro de piedra de este desastre.

Pero todavía no he visto a ninguno de ellos hacer autocrítica y asumir parte de la culpa.

Silicon Valley Bank ha quebrado en parte porque era un depósito de los comportamientos más arriesgados de la industria a la que servía. Su crecimiento se vio sobrealimentado por la naturaleza de "club tecnológico", y su funcionamiento dependía de un sector que creyó que nunca caería. Una institución financiera debe ser consciente de los ciclos económicos, pero la dirección del Silicon Valley Bank, como tantas otras de Silicon Valley antes que ella, ignoró la realidad del mercado hasta que fue demasiado tarde. El banco contribuyó a alimentar la burbuja tecnológica y viceversa, retroalimentándose ambos hasta hacerlo saltar todo por los aires.

A pesar de esta realidad, ha habido poca autocrítica por parte de la industria que estaba tan estrechamente ligada al Silicon Valley Bank. Y en medio de estas excusas inmaduras de los inversores de capital riesgo y las recriminaciones superficiales de inversores multimillonarios, se están plantando las semillas de la próxima burbuja. Si no se hacen cuentas serias sobre la cultura de Silicon Valley y el papel de la industria tecnológica en el colapso de SVB, algo feo como esto va a volver a ocurrir.

Crecer sin cultivar

En Silicon Valley, la máxima prioridad para cualquier empresa es el crecimiento. Eso significa que si dan con cierta tendencia que puedan monetizar rápidamente, la industria al completo se lanza a ella. Con esta estrategia, el SVB prosperó. 

Se convirtió en el tipo de activo que los fondos de capital riesgo querían poseer durante el apogeo de esta burbuja: un negocio de alto crecimiento con una lista de clientes que incluía fondos de capital riesgo bien conectados, startups destacadas y depositantes que capitalizaban la última moda

Silicon Valley al completo se reflejaba en el balance de un banco. SVB construyó sus relaciones al estilo clásico de la tecnología, ganándose a las startups y a sus fundadores con una gama de productos destinados a atar a sus clientes al sistema financiero. Desde inversiones directas hasta hipotecas personales para fundadores, todo formaba parte del sistema que conectaba el sector. Formaba parte de la cultura tecnológica y fue esa cultura la que acabó con ella.

SVB

Pero para crecer al ritmo vertiginoso de sus clientes, los responsables de Silicon Valley Bank tuvieron que cambiar las cosas en Washington. Tras la crisis financiera, las instituciones con 50.000 millones de dólares o más en activos fueron designadas de "importancia sistémica" y sometidas a normas más estrictas. 

Estos requisitos hicieron más seguros a los bancos, pero también frenaron la capacidad de crecimiento del Silicon Valley Bank. Así que la entidad lanzó una campaña de presión para neutralizar estas regulaciones. La Administración Trump y el Congreso estadounidense finalmente cedieron en 2018, elevando el umbral de "importancia sistémica" a 250.000 millones de dólares en activos.

Una vez logrado esto, el banco pudo inflarse, aumentando los depósitos de poco menos de 50.000 millones de dólares en 2019 a casi 200.000 millones en 2021. Los clientes eran compañías tecnológicas de rápido crecimiento y sensibles a las subidas de los tipos de interés, startups que dependían de rondas de financiación que se interrumpirían en una recesión o empresas de criptomonedas que se enfrentaban a la creciente amenaza de una mayor regulación. 

SVB se hizo cargo de una base de clientes con un perfil de riesgo sin parangón en el país, e invirtió su dinero en activos que con toda seguridad bajarían a medida que subieran los tipos. No había red de protección. El balance del banco reflejaba una confianza total en el modelo de Silicon Valley: crecer rápido, captar clientes, apostarlo todo y resolver el resto más tarde. Pero, irónicamente, la misma industria en la que se basó el banco se echó atrás a la primera señal de problemas.

Crisis de confianza

El final de una burbuja es, en esencia, una crisis de confianza. A medida que la burbuja tecnológica ha ido estallando en el último año, esa crisis se ha hecho visible en todo el sector. Los trabajadores ya no confían en que su empleador vele por ellos, las empresas han dejado de confiar en que los empleados rindan al máximo y los inversores ya no confían en que las empresas ofrezcan rendimientos explosivos. En este ambiente de sospecha, la propia institución financiera que facilitó la euforia de la industria tecnológica se volvió poco fiable. Unos cuantos murmullos de poderosos inversores de capital riesgo, como los líderes del hiperinfluyente Founders Fund de Peter Thiel, y se desató la retirada masiva de fondos. Si existe una mejor representación en la vida real de ese colapso total de la confianza que una retirada masiva de fondos bancarios, no sé cuál puede ser.

"Las empresas de capital riesgo se fían de los cotilleos tanto como de los hechos. Les gusta decir que tienen una mentalidad empírica, pero a la hora de la verdad la mejor arma y la mejor herramienta que tienen son los cotilleos. Y la semana pasada se produjo un caso brillante en el que salió mal. Gente adulta con títulos avanzados usando el cotilleo como evangelio", afirma uno de los fundadores de la célebre incubadora de empresas Y Combinator.

Una vez encendida la chispa, la máquina del bombo de Silicon Valley se encargó a partir de ahí. Los inversores de capital riesgo acabaron asustando a los fundadores de las empresas en las que habían invertido, lo que provocó que las startups retiraran todo su dinero a toda prisa. Un fundador con 12 años de experiencia en el sector tecnológico que estuvo en el festival South by Southwest de Austin (Texas) me contó algunas de las historias de terror: varios CEO de startups con decenas de millones de dólares depositados en SVB luchando por sacar algo de dinero, temerosos de que únicamente les devolvieran una pequeña parte. Las entidades de capital riesgo les habían dicho que pusieran su dinero en el banco, así que lo hicieron, y ahora las mismas entidades les advertían de un "acontecimiento de nivel de extinción".

SVB

Como decía el historiador económico Adam Tooze en una reciente newsletter: "Esto no ha sido tanto un evento en el que la psicología de masas ha jugado su papel a gran escala, sino un patio de recreo de instituto de mala muerte en el que lo guay era depositar en SVB hasta que dejó de serlo".

El juego de acusaciones de Silicon Valley

Para Wall Street, la quiebra de SVB fue chocante pero no sorprendente. Los inversores en corto llevan meses hablando del débil balance del banco y de su aún más débil supervisión. La verdadera revelación aquí es la absoluta falta de perspicacia financiera entre las supuestas mentes más brillantes de Silicon Valley. Se supone que los banqueros deben encontrar formas de mitigar o dispersar el riesgo de su balance. 

El fracaso de SVB se debe, en gran parte, a que sus ejecutivos no hicieron esa tarea básica. Nadie consideró que construir un banco con una base de clientes en un único sector que dependía tanto de los tipos de interés podía ser un problema. Es difícil entender cómo ninguno de sus supuestamente sofisticados clientes, inversores o miembros del consejo se preguntó por qué no.

"Creo que hemos demostrado que el director financiero promedio del mundo del capital riesgo no sabe leer un balance", sentenciaba por correo electrónico un multimillonario gestor de hedge funds. Y si los fondos de capital riesgo que supuestamente ofrecen sabios consejos no saben gestionar los riesgos empresariales básicos, ¿cómo van a enseñar a las empresas de su cartera?

Para las startups y empresas que tenían su dinero en el Silicon Valley Bank, este pánico debería un debate sobre lo que significa ser una empresa madura. La presión por conseguir la siguiente ronda de financiación implica que, aunque las startups crecen rápido, puede que no tengan tiempo para desarrollarse. Puede que si a las empresas participadas se les permitiera frenar un poco antes en sus ciclos de vida —construyendo la infraestructura financiera adecuada— podrían evitarse desastres similares. 

En lugar de dejar decenas de millones de dólares en una sola cuenta bancaria, muy por encima del límite de protección de 250.000 dólares de la FDIC, una empresa más madura podría haber recurrido a productos para asegurarse de que su dinero estaba a salvo. O simplemente podrían contratar a la estrella de la NBA Giannis Antetokounmpo, de quien se dice que dividió sus beneficios en docenas de cuentas bancarias para que ninguna de ellas superara el límite de 250.000 dólares del seguro de depósitos. Parece que este hombre sabe algo sobre gestión de riesgos.

Y más allá de las prácticas empresariales básicas, la quiebra del Silicon Valley Bank debería ser una oportunidad para que los defensores de la tecnología den un paso atrás y reexaminen su lugar en el mundo. Durante años, los líderes del capital riesgo han aportado sus ideas sobre cómo debe funcionar la sociedad, desde la educación y el transporte hasta las infraestructuras y, por supuesto, el sistema financiero.

Ahora, gracias en gran parte a Twitter, los inversores de capital riesgo están ofreciendo al mercado muchas pistas sobre su falta de perspicacia. Durante la burbuja tecnológica de 2001, "los fondos de capital riesgo no interactuaban a través de las redes sociales, como ahora. Así que no nos dimos cuenta de lo idiotas que eran hasta que todos quebraron!", comenta un legendario inversor conocido por haber analizado los restos de varias burbujas. La transformación de las empresas de capital riesgo de rudos tecnólogos libertarios a estatistas en apuros fue casi instantánea. Pedían a gritos ayuda a un gobierno que (parece que fue ayer) aseguraban no necesitar. Los fundadores de startups que viven a su entera disposición o bien lo niegan, o bien son muy conscientes de esta hipocresía.

"Los inversores de capital riesgo son los villanos aquí", señala el fundador vinculado a Y Combinator. "Son ese niño con gripe que estrella la moto acuática contra un barco turístico y encima todo el mundo tiene que sufrir". El mismo fundador también comparte una analogía en la que los inversores de capital riesgo eran la persona en una película de zombis que es mordida pero no se lo dice a nadie y pasa a infectar a todo el reparto. Ya te haces una idea.

En un mundo ideal podría haber autocrítica entre esas entidades que han apostado miles de millones por las criptomonedas. El colapso de la industria tecnológica podría servir como recordatorio de que los fondos de capital riesgo son sólo un grupo de personas que asumen riesgos en tecnología y que no tienen las respuestas a todos los problemas de nuestra sociedad.

"NO APRENDERÁN NADA DE ESTO", opina el fundador de una empresa tecnológica que asistió al South by Southwest.

Es hora de tirar piedras

Mientras se recogen los escombros del SVB, el dolor en Silicon Valley continuará. A corto plazo, la batalla de la Reserva Federal contra la inflación no ha terminado: el último índice de precios al consumo muestra que los precios estadounidenses siguen subiendo a un ritmo incómodo. Eso significa que la mayoría de las empresas del sector orientadas al crecimiento seguirán en apuros. Es probable que la Administración Biden sólo haya salvado los depósitos de algunas empresas que, de todos modos, están a punto de quebrar.

A largo plazo, la falta de voluntad de Silicon Valley para asumir este desastre y su papel en él significa que esa cultura de crecimiento sin sentido perdurará. Y junto a obtener innovación real, obtendremos otra burbuja de perseguir modas y tonterías. No me cabe duda de que la próxima será aún mayor.

No esperes disculpas de los líderes de Silicon Valley. No saben de qué tienen que disculparse. La cultura que construyeron nos dijo que estaban aquí para "moverse rápido y romper cosas" y deberíamos haberlos escuchado. La destrucción causada por SVB podría ser un momento para que Silicon Valley diera un paso atrás y reflexionara sobre su relación con el crecimiento, la forma de financiarse y cómo nutre a las empresas. Pero no será así. Silicon Valley prefiere volar por los aires antes que ir a terapia.

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