De los inversores particulares a los gigantescos fondos de inversión, los mayores perdedores de la bolsa tienen una horrible cosa en común

Los grandes perdedores con el desplome del mercado: inversores minoristas, 'hedge funds' y criptobancos.
Los grandes perdedores con el desplome del mercado: inversores minoristas, 'hedge funds' y criptobancos.

Emojipedia; Alyssa Powell/Insider

El año pasado por estas fechas, el mercado subía cada vez más, los que invertían en "acciones meme" seguían disfrutando de sus victorias (así como los vendedores en corto), y los vendehúmos copaban los medios de comunicación criticando a todo aquel que no invirtiese en NFTs.

Pero todo eso se ha acabado.

Si 2021 fue un día soleado y brillante para los mercados, 2022 es la noche fría y oscura. La burbuja ha estallado y los charlatanes sobre los que yo advertía han desaparecido casi por completo, dejando un rastro de pérdidas tras de sí. El S&P 500 ha perdido un 20% desde principios de año y ha registrado su peor primer semestre desde 1970. El Nasdaq, de gran peso tecnológico, ha caído un 30%, el peor semestre desde 2001. Y el bitcoin, que alcanzó un máximo en noviembre de 2021 de 70.000 dólares (o euros, ya que ambas monedas se encuentran prácticamente en paridad), se ha desplomado por debajo de los 20.000.

No obstante, en medio de toda esta sangría, hay que reconocer que no todas las pérdidas son iguales. Algunos inversores habrán perdido algunos miles de euros y no volverán a operar en los mercados. Otros perderán miles de millones y volverán al casino de Wall Street en poco tiempo, con más dinero. Y para algunos, esto es más grave que perder dinero: se trata de sueños rotos.

Lo que todos estos perdedores tienen en común es que pensaron que esta vez sería diferente, cuando realmente nunca lo es. Creyeron que las reglas del mercado ya no se aplicaban, y que las condiciones económicas seguirían siendo favorables siempre.

Los grandes perdedores: los inversores minoristas

Muchas burbujas crecen cuando los inversores comienzan a fingir que lo viejo vuelve a ser nuevo. Tomemos, por ejemplo, las SPAC (Compañía de Adquisiciones de Propósito Especial). Se trata de crear una compañía instrumental que debuta en bolsa solo para captar inversores con los que comprar posteriormente otra compañía, sin tener que revelar todos los datos financieros y corporativos de la compañía que quiere dar el salto al parqué.

Los inversores reúnen el dinero en la empresa instrumental cotizada y se fusionan con una empresa privada, haciendo que esta pase a ser también cotizada. La estructura de una SPAC beneficia en gran medida a los que entran pronto, es decir, a los banqueros, inversores de capital riesgo y hedge funds que promueven y recaudan dinero para el fondo común inicial. 

Estas estaban de moda durante la burbuja tecnológica de finales de los 90, pero el interés cayó hasta 2019, cuando el inversor de capital riesgo Chamath Palihapitiya, decidió lanzar una. De repente, las SPAC volvieron a estar de moda.

Desde Facebook y Twitter a Tesla y Uber, los fundadores de empresas tecnológicas dominaron el mundo de los negocios y cultivaron una reputación de genios

No obstante, la tendencia cayó tan rápido como despegó. De las 199 SPAC que salieron a bolsa el año pasado en EEUU, solo el 11% cotizaban por encima de su precio de oferta en abril y habían registrado una pérdida colectiva del 43% en lo que va de año. Parte de la razón de los fracasos es que ese proceso permite a los inversores ser todo lo optimistas que quieran sobre el rendimiento futuro. A su vez, pueden barrer bajo la alfombra muchos de los aspectos negativos de su situación financiera. Al detectar esto, los reguladores empezaron a prestar atención a esta tendencia y han acabado proponiendo normas que faciliten a los inversores demandar a las SPAC por este tipo de doble discurso. 

No obstante, estas propuestas llegan tarde para muchos inversores particulares que ya han perdido. El problema es que los inversores minoristas acaban cargando con la peor parte de estos descabellados planes empresariales. (Mientras tanto, los bancos y los grandes fondos que apuntalan estas SPAC recogen mucho dinero en efectivo gracias a las comisiones e inversiones tempranas). Un estudio de Harvard descubrió que mientras la mayoría de las SPAC "emiten acciones por aproximadamente 10 dólares... en el momento de la fusión, la media tiene un efectivo de solo 6,67 dólares por acción". Según un informe de Vanda Research, los inversores minoristas han perdido 4.800 millones de dólares (y subiendo) invirtiendo en SPAC.

Esto ha provocado que la moda empiece a morir. Las salidas a bolsa mediante este método se han ralentizado considerablemente y las fusiones se están cancelando a diestro y siniestro. Empresas populares como Lordstown Motors (fabricante de vehículos eléctricos) se enfrentan a acusaciones de fraude. Perfiles como Palihapitiya han dejado de llamar a la CNBC para promocionar sus SPAC. Quizás porque todas se han hundido. 

Al igual que pasó en la última burbuja tecnológica, los inversores particulares están aprendiendo de nuevo lo que ocurre cuando se invierte todo en empresas con grandes promesas de futuro, pero con poco efectivo en el presente. Parte de las dificultades de las SPAC y de las empresas tecnológicas se deben a la subida de los tipos de interés, que dificulta la obtención de nueva financiación y hace que los inversores estén más interesados en las empresas que generan efectivo en el presente. Se calcula que unos 20 millones de minoristas se involucraron en el mercado durante la pandemia, invirtiendo dinero en acciones de alto crecimiento. 

Ahora, esas mismas empresas tecnológicas de alto crecimiento están sufriendo las consecuencias: las favoritas como Etsy están viendo cómo se reducen los precios de sus acciones, desde los 274 dólares por acción en su pico de 2021 hasta los 73 dólares actuales, o Carvana, que alcanzó un pico de 337 dólares y ahora se sitúa en torno a los 22.

Dado el violento giro del mercado, los inversores particulares se han ido retirando, aunque muy despacio. En mayo, seguían invirtiendo 1.400 millones de dólares en el mercado, según Vanda, a pesar de que la cartera media de los particulares había perdido cerca del 32% en el año hasta ese momento. Solo en las últimas semanas, empresas como Goldman Sachs están viendo que los inversores minoristas se niegan a comprar la caída. 

El hecho es que los inversores de a pie se han visto muy perjudicados por esta derrota, así que aquí va un consejo: deja de usar Robinhood, compra un índice sensato con el dinero que te quede y deja de mirar tu cartera hasta que el mercado bajista haya terminado. No ha sido diferente esta vez, y no lo será la próxima. Lección aprendida, si eres capaz de soportarla.

Los grandes perdedores: los 'hedge funds'

Puedo disculpar a los inversores particulares por lanzarse a las tendencias de inversión: todo el mundo sigue alguna moda de vez en cuando. Pero los mayores fracasados de este descalabro del mercado son los profesionales de Wall Street y sus sofisticados clientes, que deberían haberlo sabido.

Hay muchas formas de perder dinero siendo un hedge fund, y una de ellas es no hacer ninguna cobertura real, es decir, proteger tus carteras estructurándolas con posiciones de riesgo opuesto. No obstante, en esta espiral alcista muchos fondos supuestamente sensatos empezaron a actuar como inversores de capital riesgo borrachos, apostando fuerte por algunas startups y dando dinero al primer emprendedor del sector tecnológico que se presentara con un PowerPoint. Esto está bien cuando los activos suben, pero el objetivo de un hedge fund (y aquello por lo que los clientes pagan enormes comisiones) es estar protegido cuando las cosas empiezan a bajar.

La mayor de estas empresas era Tiger Global, dirigida por un neoyorquino llamado Chase Coleman. Tiger decidió meterse de lleno en el opaco mundo de las empresas tecnológicas de alto crecimiento. La compañía lanzó un fondo de riesgo que alertó a Wall Street incluso antes de la caída. El Financial Times criticó su estrategia y, ahora, se le está volviendo en contra. Las pérdidas de la empresa alcanzaron el 52% a finales de mayo y acabaron con 17.000 millones de dólares en activos. Ha sido un baño de sangre, y no ha terminado.

Crisis en Wall Street

Tiger, y otros, han podido cobrar comisiones altas cuando los rendimientos han sido astronómicos, pero ahora, han dejado de serlo. A pesar de las advertencias de algunos expertos, que indicaban que los tipos de interés acabarían subiendo, estas empresas debieron pensar que las grandes instituciones encontrarían la manera de revertir la situación. El problema es que estas compañías son tan grandes que sus barcos son el Titanic.

Eso sí, la ventaja de tener un Titanic son las titánicas comisiones que los gestores pueden cobrar. Chase Coleman puede ser uno de los mayores perdedores de este mercado bajista, pero acabará cayendo de pie, como la mayoría de sus millonarios inversores. Lo que sufrirá es su reputación. Pero ¿quién la necesita cuando tiene una mansión de 122 millones de dólares en Palm Beach? El oscuro secreto de Wall Street es que los hombres como Coleman hacen estallar los fondos y vuelven a empezar todo el tiempo. En el mejor de los casos, la próxima vez irán con la lección aprendida, aunque lo más probable es que no.

Los mayores perdedores: los criptobancos 

Los inversores minoristas han recibido un duro golpe y los hedge funds han perdido millones, pero seamos claros: los mayores perdedores de esta venta masiva son los defensores a ultranza de las cripto, que confundieron los mercados financieros con un movimiento, y los rendimientos con la religión. Pueden mantener sus inversiones hasta que se vayan a cero y seguir sin entender qué ha ido mal.

Si ves las noticias financieras, verás un desfile de inversores en criptomonedas quejándose de cómo han "perdido la confianza en la Reserva Federal". Están molestos porque la Fed ha subido los tipos de interés para parar la inflación, a pesar de que la clave de las finanzas descentralizadas es que se supone que no hay ningún vínculo entre nuestro sistema financiero y el mercado de criptodivisas. Obviamente eso no es cierto, y ahora piensan que ha llegado el fin del mundo. Ha llegado, pero solo para ellos.

Por ejemplo, Michael Novogratz, CEO de Galaxy Investment Partners. Se hizo un tatuaje gigante en el brazo inspirado en la ahora colapsada Luna y dice que la economía también va a colapsar. No escuches a gente así. Su confianza en el manejo de la economía está directamente relacionada con la cantidad de dinero que estén ganando. Y ahora que se ha vuelto mucho más difícil ganar dinero con activos volátiles como las acciones, se ha convertido básicamente en un acto de suicidio, apostar por activos imaginarios como las criptomonedas.

Lamento decir que esto no terminará aquí. Estos inversores aguantarán hasta que sean aniquilados. Por ejemplo, Three Arrows Capital, un hedge fund centrado en criptodivisas con sede en Singapur que llegó a tener 3.000 millones de dólares bajo gestión y acaba de quebrar, incumpliendo un préstamo de 665 millones de dólares. Los fundadores dicen que siguen creyendo en las monedas digitales. Sam Bankman-Fried, fundador de la bolsa de criptomonedas FTX, está adquiriendo otras empresas de cripto más pequeñas para añadirlas a su imperio, a pesar de la evidencia. Contra toda evidencia, sigue creyendo.

A pesar de todos los personajes turbios, los robos, los rescates y la pura farsa, la gente de las criptomonedas continúa siéndoles fiel. Algunos de ellos lo perderán todo. Pero eso no significa que vayan a desaparecer.

Por último, está la gente que se metió en el mundo de las criptomonedas antes de tiempo y seguirá invirtiendo en él porque siempre será rica. Por ejemplo, los gemelos Winklevoss. Actualmente están pasando por una ronda de despidos en su empresa, Gemini. Han sufrido grandes pérdidas, pero compraron criptomonedas tan pronto que continúan siendo millonarios.

En definitiva, aprende de estos errores... o no lo hagas

No todas las caídas del mercado son iguales, ni tratan a todos por igual. Lo que tienen en común es una suspensión temporal casi colectiva de la incredulidad. Esta es una lección que puede apartar a la gente del mercado para el resto de su vida, o convertirla en mejor inversora, hasta el punto de poder detectar en el futuro cuándo se forma una burbuja. A partir de ahora, al menos sabrás que, en lo que respecta a las acciones, siempre hay que mantener el escepticismo, especialmente cuando parece que cualquiera puede jugar. Y, por el amor de Dios, dejad de comprar criptomonedas.

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