Los niños nacidos cerca de sitios de 'fracking' tienen 3 veces más posibilidades de padecer leucemia, según un preocupante estudio

Fracking

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Al igual que la ciencia ha explorado los beneficios de tener contacto con la naturaleza para estimular el sistema inmune o de vivir cerca de un espacio verde para prevenir enfermedades, muchos otros estudios revelan lo perjudicial de estar embarazada en una ciudad contaminada, de residir en una zona próxima a incendios forestales o de la constante exposición a microplásticos.

Ahora, una alarmante investigación llevada a cabo por la Escuela de Salud Pública de Yale saca a la luz otro vínculo preocupante: los niños que nacen cerca de sitios de fracking tienen 3 veces más probabilidades de ser diagnosticados con leucemia. 

Para llegar a esta conclusión se examinó durante 8 años a 2.500 niños de Pensilvania, de 2009 a 2017. De estos, 405 fueron diagnosticados con leucemia linfoblástica aguda, el tipo de cáncer más común en los niños.

Los resultados, publicados en la revista Environmental Health Perspectives, y los hallazgos son preocupantes: aquellos niños que vivían cerca de desarrollos no convencionales de petróleo y gas (UOG) al nacer tenían de 2 a 3 veces más probabilidades de ser diagnosticados con leucemia entre las edades de 2 y 7 años que aquellos que no.

 

La leucemia linfoblástica aguda se trata de un tipo de leucemia que surge de mutaciones en las células inmunitarias linfoides. Aunque las tasas de supervivencia a largo plazo son altas, los niños que sobreviven a esta enfermedad pueden correr un mayor riesgo de sufrir otros problemas de salud, problemas de desarrollo y problemas psicológicos. 

Para las comunidades cercanas, el desarrollo del fracking —consistente en inyectar agua, arena y productos químicos en el lecho rocoso a alta presión para que el gas y el petróleo fluyan hacia un pozo y sean recolectados— representa amenazas potenciales, como la contaminación del aire y el agua.

Según los informes, se han utilizado cientos de productos químicos en el agua de inyección del fracking, y también se han detectado en aguas residuales, algunos de los cuales se sabe o se sospecha que causan cáncer. Por tanto, las áreas más perforadas están vinculadas a más elementos carcinógenos.

“Nuestros resultados indican que la exposición a UOG puede ser un factor de riesgo importante para la leucemia linflobástica aguda, particularmente para los niños expuestos en el útero”, anota Cassandra Clark, la primera autora del estudio.

El estudio también encontró que el agua potable podría ser una vía importante de exposición a los productos químicos relacionados con el petróleo y el gas. Los autores aplicaron una nueva métrica de exposición en este estudio que denominan IDups, y que quiere decir "distancia inversa al pozo de petróleo y gas no convencional más cercano". 

Los científicos investigaron los pozos de fracking dentro del área de la cuenca hidrográfica de un niño, la zona de la que probablemente extraería agua un pozo de agua potable que abasteciera a su hogar, y calcularon la distancia desde el hogar hasta el más cercano de esos pozos. Aquellos dentro del área de la cuenca muestran más probabilidades de afectar el suministro de agua potable.

Aunque informes previos hallaron relación entre la salud infantil y la proximidad de perforaciones de gas y petróleo, este estudio es de los pocos que ponen la lupa sobre el agua potable y aplican esta métrica novedosa. 

Es importante aumentar la distancia de retroceso para preservar la salud de los niños

Los hallazgos evidencian la importancia de la distancia de retroceso, que es la distancia mínima requerida entre una residencia privada u otra ubicación sensible y un pozo UOG, actualmente objeto de debate en Estados Unidos. Muchos expertos solicitan que se alarguen a más de 305 metros y hasta 1000 metros. El retroceso permitido en Pensilvania solamente es de 152 metros.

"Nuestros hallazgos de un mayor riesgo de leucemia a distancias de 2 kilómetros o más de las operaciones de UOG, junto con la evidencia de muchos otros estudios, sugieren que las distancias de retroceso existentes no protegen suficientemente la salud de los niños", recalca Clark, que espera que la investigación conduzca a un cambio de política que proteja de este peligro ambiental.  

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