Rocket Lab adelanta a SpaceX, de Elon Musk, mediante una técnica que usó Estados Unidos para espiar a la Unión Soviética

Cohete Electron de Rocket Lab.
Cohete Electron de Rocket Lab.

Rocket Lab

Si alguna vez has asistido al lanzamiento de un cohete, habrás notado que se divide en diferentes partes o etapas, con algunas piezas que van cayendo por el camino a velocidades bastante elevadas sobre el océano.

Este simple supone uno de los desafíos más importante de la industria aeroespacial, ya que las partes que caen sobre el agua quedan inservibles o implican costes demasiado elevados para los responsables.

Dentro de un programa secreto del Departamento de Defensa de Estados Unidos ocurrido en 1962 y denominado Corona, las fuerzas militares lograron traer un satélite de regreso a la Tierra sin que sufriera daños.

Aunque la razón en aquel momento no era científica –los documentos del programa no fueron desclasificados hasta 1995–, sino política, ya que el objetivo final era el de reconocer la geografía de la Unión Soviética.

Todo aquello quedó en un cajón sin saber que sería un precedente de lo que hoy ansían empresas espaciales como SpaceX o Rocket Lab. La primera de estas mediante los cohetes Falcon 9, con el sello visible de Elon Musk.

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Este cohete tiene un sistema que permite que el mismo pueda volver a introducirse en la Tierra sin que se provoque una explosión o un incendio, algo en lo que SpaceX ha hecho especial hincapié.

Aunque Rocket Lab tiene aún una forma más original, muy parecida a aquella de 1962 empleada por el Departamento de Defensa. Su idea es que un helicóptero recoja el cohete en un lugar exacto, mientras este cae a grandes velocidades.

Los cohetes reutilizables de Rocket Lab

Cohete Electron de Rocket Lab.
Cohete Electron de Rocket Lab.

Rocket Lab

La misión "There and back again" –algo así como "Ahí y de vuelta"– está prevista para lanzarse el 19 de abril, con 34 cargas útiles y teniendo como el centro de todo el cohete Electron.

"Tratar de atrapar un cohete mientras cae de regreso a la Tierra no es tarea fácil, es como enhebrar una aguja, pero empujar los límites con operaciones tan complejas está en nuestro ADN", explica en un comunicado Peter Beck, CEO y fundador de Rocket Lab. 

La idea es que el Electron, que mide 18 metros de altura, despegue desde Nueva Zelanda y viaje hasta 520 kilómetros de altura. Su primera etapa, que llega hasta los 12 metros, se quemará tras viajar los primeros 70 kilómetros.

Exactamente, a los 2 minutos y 32 segundos de vuelo caerá, aunque esta vez no chocará contra el océano, ya que cuenta con un propulsor con escudo térmico, que lo protege mientras cae a una velocidad de 8.300 kilómetros por hora.

Dichos valores provocan que, debido al aire que rodea a este pedazo en caída libre, la termperatura puede llegar hasta los 2.400 grados centígrados. Pero Rocket Lab ha incorporado un paracaídas que se despliega al alcanzar los 13 kilómetros y una rampa a los 6.

En cuestión de un minuto, la velocidad puede disminuir hasta aproximadamente 40 kilómetros por hora. En ese preciso instante el helicóptero Sikorsky S-92 se encargará de enganchar el paracaídas, consiguiendo salvar la pieza del agua.

"Esperamos aprender mucho de la misión a medida que trabajamos hacia el objetivo final de hacer de Electron el primer lanzador de satélites orbital pequeño reutilizable y brindar a nuestros clientes una disponibilidad de lanzamiento aún mayor", ha agregado Beck.

Así, Rocket Lab quiere adelantar a Elon Musk, con una ventaja económica y sostenible, como es poder reutilizar las piezas de los cohetes y multiplicar la eficiencia de los lanzamientos, además de abaratar los costes de producción.

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