Dejó su vida en Madrid para cumplir un sueño en Londres y triunfar como diseñadora de moda: así intenta sortear el Brexit y "el drama" de los envíos

Laura Úbeda, fundadora de Withlum

Laura Úbeda

Si tienes un sueño, no hay nada que pueda pararte los pies. Excepto el Brexit.

Que se lo digan a Laura Úbeda. Esta joven madrileña de 27 años se salió del camino que le venía marcado como ingeniera para mudarse a Londres y convertirse en diseñadora de moda

En una entrevista con Business Insider España, Úbeda admite que era difícil convencer a alguien de su plan de marcharse a la capital británica sin una hoja de ruta, pero eso no le paró los pies y, en septiembre de 2013, cambió de país con el objetivo de acceder a la mejor escuela de diseño: Central Saint Martins.

"En Madrid había muy poca oferta. Además, fui muy cobarde por no atreverme a cambiar de colegio para hacer un bachillerato artístico y acabé haciendo uno técnico, que no tenía nada que ver conmigo", confiesa.

"Me importaba poquísimo lo que hacía, estaba muy desmotivada y solo me dedicaba a leer revistas de moda", añade.

Así fue como la idea de marcharse de Madrid empezó a tomar forma, ya que estudiar en la capital parecía inviable porque casi toda la oferta era en escuelas privadas. 

"Al llegar me di cuenta de que el sistema educativo era totalmente diferente. Mi idea era empezar a estudiar en cuanto aterrizase, pero eso nunca pasó y era evidente que no estaba preparada: me faltaban muchos pasos y formación para alcanzar mi primer objetivo. A eso se sumaba lo cara que era la vida allí", comenta.

Úbeda empezó a combinar pequeños cursos de diseño en University of the Arts of London que le permitían acceder a la universidad con un trabajo a tiempo completo en Prezzo, una cadena de comida italiana de la ciudad.

"Tienes 18 años, te acabas de mudar a un sitio que no conoces y no sabes ni si quieres vivir aquí", cuenta Úbeda recordando sus inicios.

Durante un año se preparó para acceder a Saint Martins, pero nunca lo consiguió. La gente tardaba años en ser aceptada y ella había llegado sin saber dibujar, ni pintar, ni coser. "No sabía hacer nada y fue un choque de realidad", afirma.

Pese a ello, la joven consiguió entrar en London College of Fashion y descubrir el mundo de los estampados que dieron luz a su proyecto personal: Withlum

La vida alejada de casa le llevó a mostrar su día a día en redes, tanto por Instagram como YouTube, y a crear una comunidad virtual interesada en sus aventuras por Londres. Es más, fue uno de esos seguidores quien le sugirió que comenzase a vender lo que creaba para la universidad.

Fracasar primero para alcanzar el éxito después

Úbeda confiesa entre risas que no consiguió vender ni una sola pieza en el primer mercado donde puso su colección a la venta. Con la tristeza de este primer fracaso, le anunció a su público que iba a poner las tote bags que había confeccionado a la venta en Etsy y en 5 minutos había volado todo.

Y detrás de las bolsas vinieron los pañuelos, coleteros, mascarillas —el confinamiento le regaló muchas horas para diseñar—, los bolsos japoneses... Y el bebé que había nacido por casualidad empezó a caminar. 

Las ventas no pararon y su facturación se disparó hasta multiplicarse por 10 ese mismo verano, mientras que el número de clientes aumentó en un 186% durante ese periodo.

"No tenía ni idea de emprendimiento, nunca me habían enseñado nada de cómo crear tu empresa", revela. 

Fue contando cada paso que daba a través de sus vlogs en YouTube, una forma de desvelar al mundo todo lo que hay detrás del proceso de creación de una marca: transparente, orgánica y sin filtros. 

El Brexit se convierte en una piedra en el camino

Entre medias, y como todas las locuras que se comenten, se mudó por amor a un pequeño pueblo en el condado de Cornualles.

Dese allí diseña, cose y envía sin ayuda de nadie: "Iba personalmente a la oficina de Correos para enviar cada pedido que recibía. Alrededor del 90% con destino España, que es donde está la mayor parte de mi clientela". 

"Por entonces ya me cobraban un riñón por los envíos, pero no había mayor problema que eso", explica.

Todo empezó a cambiar cuando, a principios de 2021, le hicieron completar una etiqueta con un formulario en la que tenía que declarar todo lo que enviaba para poder pasar la aduana: "Había muchas incongruencias en el formulario y ni ellos mismos sabían cómo tenía que rellenarlo, tampoco cuando llamaba a España para consultarles sobre ello".

En la primavera del año pasado sacó su nueva colección de gorros, con la cual tuvo mucho éxito, muchas ventas y, de repente, muchos mensajes de preocupación: "Oye, Laura, no te lo digo a malas, pero quizás deberías decir por Instagram que cuando lo recibimos vamos a tener que pagar, porque para algunas personas puede ser un impedimento", le alertó una clienta.

"Yo pagaba 15 libras [alrededor de 17 euros al cambio actual] por enviar cualquier producto fuera de Reino Unido, pero casi de un día para otro mis clientes también tenían que pagar para poder recibirlo y yo ya había enviado todo". 

Era una lotería. A algunos les llegaba ese pago de las aduanas y a otros no, cuenta la joven, que señala que de media los clientes recibían facturas de unas 22 libras (25 euros).

Úbeda comenta que fue a Correos a pedir explicaciones y la respuesta fue clara: "El periodo de transición del Brexit ha acabado".

Aunque no pudo pagar todo al completo y, aún teniendo bajos márgenes por la alta calidad de las telas, la joven diseñadora perdió todo el dinero que había ganado por la colección. "No me esperaba que fuese a ocurrir algo así y no podía hacer nada para remediarlo", lamenta.

Ahí tuvo que tomar una rápida decisión porque los pedidos tenían que seguir saliendo y no podía seguir perdiendo más dinero del que ganaba.

Dejó de enviar sus productos porque le salía más caro eso que volar a España desde "un pueblo en mitad de la nada". Es más, incluso cuando era obligatorio hacer cuarentena más test para volver a Reino Unido —por lo que desembolsaba 500 libras o 570 euros, en total—, le seguía compensando.

En sus redes sociales iba actualizando a sus clientes de la situación y de cómo iban cambiando las normas. "Les decía que no sabía qué hacer y muchas veces no sabía ni qué contestarles cuando me preguntaban".

Las ventas a causa del Brexit bajaron al 30% en comparación con el primer trimestre del año –la caída fue del 88% si se compara con el verano de 2020, cuando la pandemia impulsó el negocio–, perdiendo así muchos potenciales clientes que no llegaban a dar el último paso en la web para finalizar la compra debido a los gastos de envío: "La gente ya sabía el drama que estaba teniendo con los envíos y dejaron de comprar".

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Laura explica que no es solo que las ventas hayan bajado, sino que el stock con el que cuenta en España es limitado y, aunque le pidan más, no puede atender siempre todas esas potenciales ventas.

"Si no consigo volar a España, no hay más producto para vender —el envío se lo gestiona su familia— y la web se queda vacía". Por ello, en muchos casos tiene que optar por la preventa, para poder planificar los pedidos. "Como no sé cuánto voy a vender, necesito estar preparada, porque si vienen clientes nuevos tiene que haber cosas en la web. Es como abrir una tienda y que estuviese vacía".

"Hay viajes que me valen una pasta, pero sigue mereciendo la pena si se compara con lo que tengo que gastar en el envío desde que llegó el Brexit duro", lamenta.

"Ya no tengo la opción de que no salgan desde España. No me compensa vivir aquí si es por temas de negocio desde que pasó el Brexit", señala la joven, que admite que es como nadar a contracorriente. "Ya nada es como cuando empecé. Ahora tengo que pensar todo con muchísima antelación porque, si no, no funciona". 

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Preguntada por cómo se siente, la madrileña señala que le encantaría "estrechar lazos con España" y tener una tienda física. "El objetivo es que un taller produzca por mí, así que solo me queda seguir creciendo, pese a esto", añade.

"No importa lo duro que sea que, si tienes un sueño y es lo que te hace levantarte por las mañanas, tienes que conseguirlo. La ilusión de encontrarme a una chica en el metro en Madrid llevando algo mío me dio energía para los próximos 5 años", comenta.

"El emprendimiento puede ser muy reconfortante. Por lo menos yo he tenido esa suerte, porque mis clientes hacen que merezca la pena, ya que tengo la suerte de que vuelven".

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