¿Te has preguntado cuál es el coste real de las imitaciones?

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  • Además de una menor calidad, los fabricantes de productos de imitación no invierten en innovación.
  • Gran parte de ellos son productos importados del mercado asiático, por lo que su contribución a la sostenibilidad de la economía del país es mínima.
  • Son productos de mala calidad que no han pasado los controles que garantizan la seguridad para las personas y el medio ambiente.

Existe la creencia generalizada de que comprar un producto legítimo siempre es más caro. Es normal, no tienes más que comparar los precios de un producto legítimo con el de una imitación para constatar, de un solo vistazo, que la diferencia de precio entre ambos es considerable.

¿Cómo es posible esa diferencia de precio entre el producto legítimo y una imitación? Algo que puede saltar a primera vista es que la calidad de los materiales no es equiparable. Esto puede afectar directamente a la durabilidad de los productos y a la fiabilidad de su funcionamiento.

El ejemplo más claro lo tenemos en los cartuchos de tinta y tóner de impresión de imitación, que no ofrecen ningún tipo de control de calidad, garantía de funcionamiento, ni de resultados. Instalarlos en la impresora puede ser como jugar a la ruleta rusa en la que es posible que ahorres algún dinero, pero hasta que lo montas no sabrás si has tirado el dinero y tendrás que volver a comprarlos porque no funcionan y habrás perdido tu dinero.

Nula inversión en la economía del país

En un primer momento, el comprador de un producto de imitación, sea del tipo que sea, es la de que se ha ahorrado un buen dinero. Esa sensación siempre es agradable. El problema es que no es cierta y tras esa aparente rebaja de precio hay un sobrecoste económico a cargo de la economía del país.

Un grupo de trabajadores dándose la mano en la empresa.
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Según un informe de la Cámara de Comercio Internacional (International Commerce Chambers) estima que los costes que ocasionan las imitaciones para los Gobiernos y los consumidores de los países del G20 podrían ser superiores a los 125.000 millones de dólares al año y afectarían a unos 2,5 millones de puestos de trabajo en estos países.

La industria de la imitación supone el 8% del PIB en China. Después esos productos se distribuyen por todo el mundo soportando únicamente las tasas impositivas derivadas de su venta, pero sin aportar un beneficio estructural y de innovación en la economía del país en el que se vende en forma de factorías que los fabriquen y puestos de trabajo.

Dado que no existe una reinversión en innovación o en infraestructuras productivas en el país, todos los beneficios obtenidos vuelven al país donde se fabricaron

Riesgo potencial para la salud

Además de una completa falta de garantías de funcionamiento y controles de calidad en la fabricación, muchos de los productos de imitación no cumplen con las exigencias mínimas de protección y seguridad para la salud de las personas.

¿Y si no cumplen con las condiciones por qué están a la venta? Pues la respuesta la encontramos en las legislaciones poco estrictas de los países en los que se fabrican, en las que las certificaciones las entregan empresas privadas que no son tan estrictos en garantizar que las mediciones son reales, en lugar de otorgarlas organismos reguladores independientes.

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Un estudio de la consultora Blue Angel de diciembre de 2017, desvelaba que los cartuchos de imitación emitían un 53% más de Estireno, hasta un 60% más del límite de partículas y hasta un 130% más del límite permitido de compuestos orgánicos volátiles.

Técnicas de fabricación no sostenibles

Otro de los costes ocultos tras el aparente ahorro en el precio de compra de los productos de imitación es la contaminación que deriva tanto de su proceso de fabricación, como en el reciclaje de los productos.

Cuando la prioridad es fabricar a bajo coste por encima de cualquier otra cuestión, el cuidado del medio ambiente y la reducción del impacto ambiental pasa a un segundo plano.

El I+D de las marcas no solo está orientado a la mejora de los productos, también se pone en valor la fabricación sostenible y se aplican programas de reciclaje para esos productos de forma que se reduce su huella ambiental.

Empresas como HP utilizan en sus procesos de fabricación más de 90.000 toneladas de plástico reciclado que se han usado en 3,5 millones de cartuchos de tinta y tóner, reduciendo en un 33% la emisión de gases de efecto invernadero en la fabricación de sus productos.

Lamentablemente, cuando la prioridad es fabricar a bajo coste, la inversión e innovación necesarias para reducir el impacto ambiental no cabe en el presupuesto.

Impacto social y el compromiso de las marcas con la sociedad

La responsabilidad social corporativa es el alma de las marcas. Es ese punto de contacto directo en el que la marca revierte parte de los beneficios obtenidos en la mejora de las condiciones sociales de los países en los que tiene presencia.

La base del éxito para muchas marcas es crear una economía circular fuerte, en la que se utiliza la marca como resorte para generar oportunidades para colectivos locales en riesgo de exclusión social.

Tras el terrible terremoto que asoló Haití en 2010, la falta de agua potable disparó la generación de residuos en la zona por el consumo de agua embotellada, convirtiéndose en un serio riesgo para el medio ambiente y para la salubridad de los habitantes de la isla.

HP inició un programa de recogida de todo ese plástico en el que se integraba a las personas más desfavorecidas dándoles una oportunidad laboral. En 2017, la empresa presentaba los primeros cartuchos fabricados a partir de los 8,3 millones de botellas de plástico que se recogieron en Haití.

Lamentablemente, cuando se prescinde de la garantía y la fiabilidad de una marca, también se está prescindiendo de ese componente social que revierte parte de los beneficios en la sociedad.

Como ves, tras el desglose del coste de la compra de productos de imitación no se aprecia ahorro alguno y el coste real de las imitaciones es mucho mayor de lo que parecía.

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