De madrugada y en un enorme pabellón: así he vivido la distópica campaña de vacunación contra el coronavirus en Madrid
- En Madrid se han habilitado polémicos puntos de vacunación las 24 horas del día, lo que deja imágenes curiosas que reflejan la situación de emergencia sanitaria que hemos vivido.
- Mi cita fue en la madrugada del sábado a un domingo y jamás en la vida me imaginé que me tocaría inyectarme un fármaco para frenar una pandemia en estas circunstancias.
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En la Comunidad de Madrid ya puede pedir cita para vacunarse contra el COVID-19 toda la población diana (nacidos antes de 2005). El turno de quienes nacimos en los 90 llegó el viernes 9 de julio, por lo que en cuanto tuve ocasión pedí mi cita a través de la app del servicio sanitario público madrileño.
El hospital más cercano a casa solo me daba cita a partir del 19 de julio. No es que me vaya la vida en ello, pero tenía ganas de vacunarme lo antes posible para después poder disfrutar de las vacaciones con la pauta completa.
Por eso me vi obligado a elegir entre el nuevo hospital Zendal, del que el Gobierno de la Comunidad de Madrid presume, o el pabellón deportivo WiZink Center, donde juegan clubes de baloncesto como el Real Madrid o el Estudiantes, y se celebran conciertos y eventos con un aforo de más de 17.000 personas.
Además de esos puntos, el Gobierno regional también ha habilitado otros espacios en hipermercados o sedes corporativas, lo que ha levantado mucha polémica.
Dado que los datos de la Comunidad de Madrid evidenciaban que la región se estaba quedando rezagada con respecto a algunas comunidades autónomas, el Gobierno autonómico también anunció que esos puntos de vacunación abrirían 24 horas. Lo primero que pensé es que sería una hipérbole.
Cuando vi que podía pedir una cita a las 4 de la mañana para este fin de semana me di cuenta de que era cierto.
He tenido una sensación de irrealidad. Al acudir al punto de vacunación en el WiZink Center hace unos días, me dio la sensación de estar viviendo una película distópica. Creo que la paciencia, profesionalidad y el buen hacer de los trabajadores públicos que han montado el dispositivo en el WiZink Center es lo que nos sujeta a todos con los pies en el suelo.
Como esto no está ocurriendo en ningún otro lugar de España y dado que espero que esta sea la última vez que me toque vacunarme contra una pandemia a las 4 de la madrugada, con todo lo que implica, creo que merece la pena contar cómo fue la experiencia. Y así fue:
Quería vacunarme lo antes posible, y las primeras citas eran en el nuevo hospital Zendal o en el WiZink Center de madrugada. Elegí el WiZink Center, un enorme pabellón en el que juega el Real Madrid y donde se organizan conciertos de más de 17.000 personas.
La idea de vacunarme por la noche me parecía distópica, pero era la única opción si quería hacerlo este fin de semana. Mi cita era a las 4:10 de la mañana del sábado al domingo. Aguanté viendo la final de la Copa América. A las 3:30 me preparé para salir.
Cuando pisé la calle no había ni un alma, y no pasaba ningún taxi. Intenté pedir uno por una app, pero no había disponibles. Al cabo de unos minutos pude conseguir uno llamando por teléfono. No quería llegar tarde.
Llegué al WiZink Center con casi 20 minutos de antelación (en la app pedían 15 minutos). Menos mal que lo hice: allí me di cuenta de que no sabía por dónde entrar. El pabellón parecía vacío.
En una de las esquinas del enorme edificio vi gente sentada en una escalinata. Además había varios coches dejando a personas allí. Me acerqué a una pareja y pregunté por dónde se entraba. Se había habilitado la puerta 26 del WiZink, así que eché a andar allí.
En la cita se especifica por qué puerta del WiZink hay que entrar. Tuve suerte a la primera. Un guardia de seguridad me pidió comprobar la cita y una vez dentro del recinto tuve que enseñar el código QR que incluía. Me dieron un papelito con mi turno.
Aunque la cita decía que se llegase con 15 minutos de antelación para evitar esperas, me sorprendió ver que había 67 personas por delante de mí.
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Me senté en una enorme sala de espera en la que había un montón de gente. No me esperaba encontrar tanta. Decenas y decenas de personas estaban sentadas esperando su turno. Ya eran las 4:00 de la mañana.
Pensé que tocaría esperar un buen rato, pero el ritmo de vacunación era ágil. En apenas 10 minutos habían pasado ya 30 citas para la vacuna. Tanto la velocidad como el despliegue de todo el dispositivo me causó mucha impresión.
Aunque mi cita era a las 4:10, al filo de las 4:20 me di cuenta de que mi número ya había salido en las pantallas. Los paneles indicaban que tenía que subir unas escaleras siguiendo las flechas del suelo.
Pensé que ya era cuestión de minutos, pero no. Al subir las escaleras me encontré con una segunda sala de espera, esta también repleta de gente. Las pantallas ahora indicaban cuál era el punto de vacunación que nos correspondería.
A pesar de que había mucha gente, el silencio era absoluto. Había muchas caras de sueño. Lo cierto es que todo esto me recordó a las noches de biblioteca cuando tenía exámenes en la universidad. Pronto apareció mi número en la pantalla. Punto de vacunación 9.
Dentro había gente sentada recibiendo su dosis, y un montón de enfermeras y sanitarias recogiendo datos y entregando certificados. Primero, el papel, en el que se indica qué vacuna y qué lote se te pone. Después, haces otra cola rápida para vacunarte.
En esa instalación hacía bastante frío. Las sanitarias iban abrigadas y parecían bastante cansadas. Mostraron, aun así, una paciencia infinita con todos los que estábamos allí.
El pinchazo no se notó nada y me tocó volver a seguir el camino de flechas. Tenía que esperar 15 minutos en otra sala, escaleras abajo, por si tenía alguna reacción.
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En esta sala sí había algo más de murmullo y ánimo. La única explicación que se me ocurre es que al llegar todos lo hacemos un poco nerviosos y emocionados. Vi a alguna persona que incluso se estaba quedando dormida.
En la sala había varias pantallas indicando qué hora era. Ver la hora suponía un golpe de irrealidad: resultaba increíble pensar que se estaba haciendo todo eso, a este ritmo, y a esa hora.
Aproveché la espera para hacerme el tradicional selfi que nos estamos haciendo todos los que nos vacunamos, para compartirlo con familiares y amigos. Lo hice bajo la atenta mirada de un enfermero que comprobaba que todos nos encontrásemos bien.
Algunas personas decidieron no esperar 15 minutos. Muchas prefirieron esperar en las escalinatas fuera, hablando con amigos que les estaban esperando. Parecía la salida de un concierto cualquiera. Y seguía llegando gente.
Fuera del WiZink había varias ambulancias del Servicio de Urgencias de Madrid, que son quienes pusieron toda la dotación sanitaria para reconvertir un enorme pabellón en un gran punto de vacunación.
Antes de marcharme a casa miré por las ventanas para ver por qué turno iba la cola. En menos de una hora, el tiempo que estuve allí, el WiZink había vacunado a unas 150 personas. Se me vinieron unos cuantos pensamientos a la cabeza, pero ya era tarde. A la cama.
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